(ZENIT Noticias / Roma, 08.03.2022).- En ocasión del Congreso Interuniversitario sobre las Doctoras de la Iglesia y co-patronas de Europa, el Papa quiso hacerse presente por medio de un mensaje.
“La doctrina eminente de estas santas, por la que han sido declaradas Doctoras de la Iglesia o Patronas, cobra en estos tiempos un nuevo protagonismo por su permanencia, profundidad y oportunidad y ofrece luz y esperanza a nuestro mundo, en las actuales circunstancias, tan fragmentado y falto de armonía”, dijo el Papa. Y agregó: “Aun perteneciendo a épocas y lugares diversos, llevando a cabo misiones diferentes, todas tienen en común el testimonio de una vida santa. Dóciles al Espíritu, por la gracia del Bautismo, recorrieron su camino de fe movidas, no por ideologías mutables, sino por una adhesión inquebrantable a la «humanidad de Cristo» que permeaba sus acciones. También ellas se sintieron incapaces y limitadas en algún momento, “mujercillas flacas”, como diría Teresa de Jesús, ante una empresa que les superaba. ¿De dónde sacaron la fuerza para llevarla a cabo, sino del amor a Dios que llenaba sus corazones? Como Teresa de Lisieux, pudieron realizar en plenitud su vocación, “su caminito”, su proyecto de vida. Un camino asequible a todos, el de la santidad ordinaria”.
El Papa destacó que “La sensibilidad actual del mundo reclama que se devuelva a la mujer la dignidad y el valor intrínseco con que ha sido dotada por el Creador. El ejemplo de vida de estas santas, pone de relieve algunos elementos que diseñan esa femineidad tan necesaria en la Iglesia y en el mundo: fortaleza para arrostrar dificultades, su capacidad de lo concreto, una disposición natural para ser propositivas en aras de lo más bello y humano, según el plan de Dios, y una visión clarividente del mundo y de la historia – profética – que las ha hecho sembradoras de esperanza y constructoras del futuro”.
Finalmente, el Santo Padre mencionó la dedicación de estas santas “al servicio de la humanidad”, dedicación que “se acompañaba con un gran amor a la Iglesia y al “Dulce Cristo en la Tierra”, como gustaba llamar Catalina de Siena al Papa. Se sintieron corresponsables en subsanar los pecados y miserias de su tiempo, y contribuyeron a la misión de evangelización desde una plena sintonía y comunión eclesial”.
El Papa invitó a que se promueva la “santidad femenina” que hace fecunda la Iglesia y el mundo.