Patriarca Kirill. Foto: Azertac

Kirill de Moscú responde al Consejo Mundial de las Iglesias. Y evidencia: primero ruso y después cristiano

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El patriarca ortodoxo de Moscú responde a una carta del Consejo Mundial de las Iglesias sobre Ucrania.

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(ZENIT Noticias / Ginebra, 11.03.2022).- «Año tras año, mes tras mes, los Estados miembros de la OTAN han reforzado su presencia militar, ignorando la preocupación de Rusia de que estas armas puedan ser utilizadas algún día contra ella». De este modo respondía el patriarca ortodoxo de Moscú al Consejo Mundial de las Iglesias (CMI) quien en una carta le había pedido condenar y mediar para detener la invasión rusa. Pero Kirill, que deja ver que primero es ruso y sólo secundariamente cristiano, cree que «la rusofobia se está extendiendo en el mundo occidental a un ritmo sin precedentes».

«El mundo entero observa con profunda preocupación y busca una señal de esperanza para una solución pacífica», le escribían desde el CMI. Y añadía: «En estos tiempos de desesperación, muchos te miran como el que podría traer una señal de esperanza para una solución pacífica. Me dirijo a Su Santidad como Secretario General del Consejo Ecuménico de las Iglesias, pero también como sacerdote ortodoxo. Por favor, levanten su voz y hablen en nombre de sus hermanos y hermanas que sufren, la mayoría de los cuales son miembros fieles de nuestra Iglesia Ortodoxa».

La respuesta llegó al CMI y con ella la toma de posición de Kirill: a un lado de Putin. «Le agradezco su carta del 2 de marzo de 2022. Habiéndole conocido durante muchos años como fiel administrador de la Iglesia de Cristo y trabajador incansable en el campo de la educación y la formación de las jóvenes generaciones, aprecio profundamente su labor como Secretario General interino del Consejo Ecuménico de las Iglesias, cuyo objetivo es promover el acuerdo y el respeto mutuo entre los representantes de las diferentes confesiones cristianas», escribe Kirill. Y continúa: «millones de cristianos de todo el mundo, en sus oraciones y pensamientos, se dirigen a los dramáticos acontecimientos de Ucrania. Como saben, este conflicto no comenzó hoy. Estoy firmemente convencido de que sus iniciadores no son los pueblos de Rusia y Ucrania, que proceden de la misma pila bautismal de Kiev, están unidos por una fe común, santos y oraciones comunes, y comparten un destino histórico común». ¿Dónde está entonces el origen? Esto dice Kirill:

«El origen del enfrentamiento está en la relación entre Occidente y Rusia. En los años 90 se prometió a Rusia que se respetaría su seguridad y dignidad. Sin embargo, con el paso del tiempo, las fuerzas que consideraban abiertamente a Rusia como su enemigo se acercaron a sus fronteras. Año tras año, mes tras mes, los Estados miembros de la OTAN reforzaron su presencia militar, ignorando la preocupación de Rusia de que estas armas pudieran ser utilizadas algún día contra ella. Además, las fuerzas políticas que se propusieron contener a Rusia no han luchado por sí mismas. Han planeado utilizar otros medios, habiendo buscado enemistarse con los pueblos hermanos: el ruso y el ucraniano. No han escatimado esfuerzos ni fondos para inundar Ucrania de armas e instructores de guerra. Sin embargo, lo más terrible no son las armas, sino el intento de «reeducación», de convertir mentalmente a los ucranianos y a los rusos que viven en Ucrania en enemigos de Rusia».

A continuación Kirill, quien perdió de hecho el cómodo liderazgo que desde Moscú ejercía sobre la iglesia ortodoxa en Ucrania añade:

“Con el mismo fin llegó el cisma eclesiástico creado por el Patriarca Bartolomé de Constantinopla en 2018. Ha puesto en aprietos a la Iglesia Ortodoxa Ucraniana. Ya en 2014, cuando se derramaba sangre en Maidan, en Kiev, y había las primeras víctimas, el Consejo Mundial de Iglesias expresó su preocupación. El 3 de marzo de 2014, el Dr. Olav Fykse Tveit, entonces secretario general del CG, declaró: «El Consejo Ecuménico de las Iglesias está profundamente preocupado por los peligrosos acontecimientos actuales en Ucrania. La situación pone en grave peligro muchas vidas inocentes. Y como un viento cortante de la Guerra Fría, amenaza con socavar aún más la capacidad de la comunidad internacional para actuar ahora o en el futuro en muchas cuestiones urgentes que requerirán una respuesta colectiva y de principios. Fue entonces cuando estalló el conflicto armado en la región de Donbass, cuya población defendía su derecho a hablar la lengua rusa y exigía el respeto a su tradición histórica y cultural. Sin embargo, su voz no fue escuchada, al igual que miles de víctimas entre la población del Donbass pasaron desapercibidas en el mundo occidental. Este trágico conflicto se ha convertido en parte de la estrategia geopolítica a gran escala destinada, ante todo, a debilitar a Rusia».

En la carta Kirill también habla sobre las sanciones económicas:

«Y ahora los líderes occidentales están imponiendo tales sanciones económicas a Rusia que serán perjudiciales para todos. Hacen que sus intenciones sean descaradamente obvias: hacer sufrir no sólo a los líderes políticos o militares de Rusia, sino en particular al pueblo ruso. La rusofobia se está extendiendo en el mundo occidental a un ritmo sin precedentes. Rezo sin cesar para que, con su poder, el Señor ayude a establecer cuanto antes una paz duradera basada en la justicia. Os pido a vosotros y a nuestros hermanos en Cristo, unidos en el Concilio, que compartáis esta oración con la Iglesia Ortodoxa Rusa».

La carta finaliza expresando el deseo de Kirill para que “el Consejo Ecuménico de las Iglesias pueda seguir siendo una plataforma de diálogo imparcial, libre de preferencias políticas y de un enfoque unilateral. ¡Que el Señor preserve y salve a los pueblos de Rusia y Ucrania”.

Como es sabido, el Consejo Ecuménico de las Iglesias (CCE), también conocido como Consejo Mundial de las Iglesias, tiene sede en Ginebra y abraza a 349 miembros de las principales tradiciones cristianas, especialmente protestantes, anglicanas y ortodoxas. La Iglesia católica participa sólo como «observadora».

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Joachin Meisner Hertz

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