(ZENIT Noticias / Kiev, 16.03.2022).- Al inicio de la tercera semana de guerra, el arzobispo mayor de los greco-católicos persevera en el hablar a los suyos para darles aliento. En esta ocasión habla de un sacerdote católico y su esposa (en el rito greco-católico se puede ordenar sacerdotes a hombres casados, a diferencia del rito latino-católico) y el amor y entrega a su pueblo al permanecer con ellos. Ofrecemos el texto de la comunicación correspondiente a este miércoles 16 de marzo.
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¡Alabado a Jesucristo!
Queridos hermanos y hermanas en Cristo. Hoy es miércoles 16 de marzo de 2022 y Ucrania ya lleva 21 días de guerra. Estamos entrando en la tercera semana de esta gran tragedia de nuestro pueblo y de nuestro estado.
Pero quiero darles un mensaje de esperanza desde Ucrania. Esperanza que realmente se está haciendo sentir entre nuestra gente, entre nuestras tropas, se siente que Ucrania está empezando a triunfar.
Muchos expertos analistas dicen que la guerra en Ucrania está llegando otro nivel. Por un lado, algunos hablan de una cierta crisis. El ejército ucraniano no sólo ha detenido al enemigo, sino que ahora está empezando a contraatacar. Ya estamos empezando a liberar a nuestras ciudades y pueblos, estamos empezando a liberar nuestra tierra ucraniana.
Pero por otro lado hay un momento muy peligroso en esta guerra. Porque el enemigo comienza la táctica de una guerra total. Es decir, destruir sin sentido nuestras ciudades y pueblos, bombardear todo lo que pueda ser destruido.
Esta noche de nuevo nuestra Kyiv ucraniana fue atacada por misiles rusos… De nuevo, una vez más Kharkiv está en llamas, Chernihiv está en llamas… incluso la pacífica Odessa fue alcanzada por los misiles… La ucraniana Mariúpol está sufriendo…
¡Pero Ucrania sigue luchando! ¡Ucrania cree en su victoria!
Hace poco les conté la historia de uno de nuestros jóvenes sacerdotes de Slavutych. Slavutych es una ciudad de la región de Chernihiv, cerca de la zona de Chernobyl, cerca de la frontera con Rusia, y que estaba completamente sitiada. Este joven sacerdote junto con su esposa embarazada, decidieron quedarse allí, bajo asedio, con su gente… Hace poco me contó con corazón dolido cómo las mujeres que amamantan a sus bebés, debido al estrés, al miedo, han perdido la leche y debido a la falta de electricidad, ni siquiera pueden preparar la comida para sus bebés recién nacidos.
Pero anoche, este sacerdote recibió un regalo de Dios… el padre Yuriy Logaza experimentó el nacimiento de su bebé… Su mujer, su esposa, en un hospital de maternidad frío, sin electricidad y a la luz de las velas, dio a luz a un cosaco para Ucrania. Y esta joven pareja, es símbolo de nuestra Iglesia. De la Iglesia que da esperanza, que da vida a su pueblo. Hoy quiero felicitar al padre Yuriy, que está de completamente sitiado, pero que está en nuestras oraciones.
Mirando a los niños en Ucrania que están sufriendo por la guerra, el corazón humano no puede no encogerse de dolor y compasión… Según la UNICEF, una organización internacional, por cada segundo que pasa, un niño en Ucrania se convierte en refugiado. Sólo según las cifras oficiales, unos 100 niños han muerto en los bombardeos. Muchos más han resultado heridos… Las manos de los criminales que comenzaron esta guerra son responsables de la sangre de estos niños inocentes…
Por eso queremos rezar hoy por los niños de Ucrania. Queremos luchar por su futuro. Queremos defender la paz y un cielo pacífico para ellos.
Ayer recibimos con gran alegría la decisión de Su Santidad, el Papa Francisco, de consagrar Rusia y Ucrania al Inmaculado Corazón de María. Y este acto de consagración tendrá lugar el 25 de marzo de este año, simultáneamente en Roma y Fátima.
Con gran esperanza confiamos al pueblo ucraniano, a nuestro estado de Ucrania bajo la protección del Corazón Inmaculado de María y rezamos: ¡Oh Bendita Virgen María, bendice a los hijos de Ucrania, salva a nuestro pueblo, líbranos del ataque del injusto agresor, concédenos paz y bendición!
La bendición del Señor y su misericordia descienda sobre ustedes por su divina gracia y amor y permanezcan ahora y siempre y por los siglos de los siglos, amén.
¡Alabado sea Jesucristo!