(ZENIT Noticias / Roma, 21.03.2022).- ZENIT se trasladó hasta la casa de los ortodoxos rusos en México. Nos referimos al Monasterio de la Santísima Trinidad donde somos acogidos por el Archimandrita Nektariy Hajji-Petropoulos. Es el “corazón” del patriarcado ortodoxo, que depende de Moscú, en México.
“¿Dónde encontramos esa paz? Si no la encontramos en el mundo, entonces
hay que tornar nuestros ojos hacia el interior para buscar al Señor”
Archimandrita Nektariy Hajji-Petropoulos,
Iglesia Ortodoxa Rusa en México
Monseñor, ¿nos puede platicar un poco de cómo están viviendo la situación de conflicto entre Rusia y Ucrania? A raíz de la jornada de oración que tuvimos en México hemos sabido que hay ortodoxos ucranianos y rusos que vienen aquí…
Archimandrita Nektariy Hajji-Petropoulos: Muchas gracias por esta oportunidad. La verdad son tiempos tan difíciles que no hemos dado muchas entrevistas, porque las familias están sufriendo mucho. Nuestra comunidad está formada por gente de la ex Unión Soviética, personas que practican la fe ortodoxa. Entonces tenemos gente que son de diversos orígenes étnicos. Tenemos rusos, ucranianos, moldavos, griegos, georgianos, etc. Hay gente de diferentes grupos étnicos que vienen de las Repúblicas de la ex Unión Soviética y son ortodoxos.
Aquí nosotros en nuestro monasterio celebramos en eslavo antiguo, la lengua de la Iglesia es el eslavo litúrgico. No es ruso, no es ucraniano, es una lengua un poquito arcaica, pero que la mayoría, si saben ruso, pueden entender. Entonces, celebramos en esa lengua porque la mayoría de la gente es primera generación. La gente empezó a llegar a México con el desmembramiento de la Unión Soviética, siguieron llegando y finalmente se establecieron. Ahora ya hay una segunda generación, pero podría decirles que todos hablan ruso, porque también la embajada tiene una escuela de ruso, entonces los niños pueden ir allí y aprender la lengua.
Normalmente, entre nosotros, no existe una división étnica. El idioma, por supuesto, es lo que hace la diferencia en cada grupo. La lengua común es el ruso, porque todos hablan ruso o la mayoría habla ruso, pero pues estudiaban en la Unión Soviética, por eso la mayoría hablan y se pueden entender en ruso. Pero no es la Iglesia para los rusos, sino que es una Iglesia ortodoxa que está abierta para las necesidades de toda la gente inmigrante que sigue el viejo calendario, que vienen de la ex Unión Soviética; porque hay otras Iglesias ortodoxas en México, pero nuestra tradición es un poquito diferente, un poquito más estricta. Entonces la gente viene aquí y se integra como una familia.
La mayoría de la gente no tiene muchos familiares en México, casi todos son matrimonios mixtos, pero la parte eslava casi siempre está sola, no tiene familia. Entonces la Iglesia se convierte en su familia y pues aquí nosotros no hacemos ninguna división con respecto al grupo étnico, porque la Iglesia no pertenece a ningún Estado. Nosotros reconocemos al Santísimo Patriarca Kirill como el máximo líder de nuestra Iglesia, pero nuestro Arzobispo directo, la cabeza directa, está en San Francisco California. Aquí en la República Mexicana yo soy el Superior de todas las misiones y parroquias que hay, y del Monasterio. Esta es la Abadía, porque yo soy el Abad. Entonces, aunque es un lugar pequeño tenemos otros lugares también donde hay otros monjes, pero aquí es donde yo resido. Por ello se considera la misión rusa en la Ciudad de México y en la República Mexicana.
Nuestros fieles, como son de diferentes orígenes, no tienen ningún problema para convivir. Es ser parte de una familia, sean ucranianos, sean rusos, sean moldavos o georgianos, todos se integran, porque las familias y ante Dios todos somos iguales.
Es lo que hemos vivido aquí cuando rezamos todos, entre rusos y ucranianos, y ha sido muy bonito. Y, concretamente, ¿la iglesia ortodoxa rusa está apoyando a los civiles? ¿Se está enviando ayuda o son un medio…?
Archimandrita Nektariy Hajji-Petropoulos: Directamente aquí no lo estamos haciendo, pero sí somos canales. A través de las diócesis podemos nosotros enviar ayuda, no precisamente ayuda de medicina o ropa, porque está tan lejos que esto no llega. Pero cuando hay donativos estos sí los podemos canalizar de inmediato entregando por supuesto el comprobante, porque se hace una transferencia bancaria y se tiene el documento.
Pero principalmente, lo que yo podría decir, nuestra labor es la atención de todos los fieles y sus necesidades sin ver su origen étnico, sin ver su nacionalidad. Ahora, por supuesto que estamos sufriendo porque tenemos muchas familias ucranianas. Estas familias ucranianas están al pendiente de lo que sucede en Ucrania a sus familiares y constantemente nos están reportando lo que pasa, para nosotros es una gran tragedia; nos afecta, nos duele, nos conmueve lo que está sucediendo y no podemos aceptarlo, ni podemos estar de acuerdo con nadie.
Nosotros no tenemos ningún partido, no estamos a favor de ningún gobierno, porque, en primer lugar, somos clérigos, no somos políticos ni somos diplomáticos. Tenemos relación con muchas embajadas porque algunos embajadores vienen y nos visitan también, pero nosotros no tenemos un vínculo directo con ningún gobierno ni con ninguna embajada. Servimos al señor y damos a Dios lo que es Dios y damos al César lo que es del César. Entonces es la iglesia donde se cuida la necesidad espiritual de todos los creyentes, no importa de dónde sea.
Por último, pudiera regalar un mensaje de paz a los mexicanos que, independientemente que no estemos en guerra, estamos sufriendo mucha violencia… Un mensaje de cómo tratar de vivir más en esta armonía de que somos hermanos.
Archimandrita Nektariy Hajji-Petropoulos: Sí, lamentablemente hemos vivido tiempos muy difíciles, especialmente dos años de pandemia, nos han traído experiencias diferentes. Mucha gente que conocimos ya no están con nosotros, murieron víctimas del COVID y hemos atendido a mucha gente de la comunidad y fuera de la comunidad que se enfermaron y solicitaron apoyo de nosotros, de inmediato se los dimos. Yo soy médico, y tenemos muchos médicos aquí, así que compramos la medicina y se les lleva para que ya no salgan y estamos al pendiente hasta que salen completamente de la enfermedad, es ahí que sentimos que ya terminó nuestra misión y atendemos a otras personas.
Pero si no aprendemos con el sufrimiento y con el dolor, entonces ¿cuándo vamos a aprender? Es seguro que cuando vivimos una vida llena de comodidad, de alegría y de excesos pues no aprendemos mucho. Lo que sí se nos queda grabado es aquello que duele. Creo que ahora el COVID nos dio la oportunidad de aprender muchas cosas, especialmente el valor de la vida, el valor de la salud y de todos los dones que Dios nos ha dado abundantemente. Pero de pronto, en medio del COVID, se viene también esta guerra, y vivimos tanta violencia aquí en México que, por ejemplo, ahora nosotros no podemos salir a carretera tan fácilmente como lo hacíamos antes, precisamente por la violencia.
Entonces, ¿qué hacer cuando no está en nuestras manos la solución? Pues el hombre necesita tranquilidad, necesita paz. ¿Dónde encontramos esa paz? Si no la encontramos en el mundo, entonces hay que tornar nuestros ojos hacia el interior para buscar al Señor, para que el Señor sea aquél que nos comparta su paz; la paz de Dios que no es de este mundo, pero que definitivamente sí nos va a nutrir y nos va a permitir que adquiramos la entereza y la sabiduría para enfrentar cualquier problema y cualquier conflicto que se nos presente a lo largo de la vida. Esa es la solución, ver hacia nuestro interior y buscar al Señor, escuchar su Palabra y hacer lo que a Él le complace.
Muchas gracias. Una cosa más… ¿cómo lleva su vida de monje y religioso, al mismo tiempo que lleva una vida de trabajo que médico y además que es catedrático?
Archimandrita Nektariy Hajji-Petropoulos: Trabajo para la Ibero y trabajo ahora en línea para una Universidad en España. Es un poco difícil, pero en realidad ya estoy acostumbrado. Como somos una misión, pues podría decir “nueva”, porque nuestra misión tiene un poquito más de 15 años: 17 años. Entonces pues no tenemos los medios, como otras Iglesias ortodoxas que tienen más de 100 años aquí, o más de 100 años, o como las Iglesia católicas que tienen aquí 500 años, nosotros tenemos solamente 17 años que empezamos.
Si bien tenemos mucha gente, si bien todos son inmigrantes. Ellos ni estaban acostumbrados a ir a la iglesia, ni estaban bautizados muchos de ellos, ni estaban acostumbrados a dar a la Iglesia. Entonces, nosotros como monjes nos vimos en la necesidad, si bien el Monasterio debe vivir de la caridad, aquí pues es diferente; aquí la caridad la hacemos nosotros. Tenemos profesiones civiles todos los monjes, trabajamos en el mundo, pero tenemos la mente en el cielo, es decir, trabajamos fuera del Monasterio todos los días, recibimos un salario, y ese salario, en lugar de que se vaya al fondo del Monasterio o a nuestro bolsillo, lo ponemos al servicio de las necesidades del Pueblo de Dios. Todo lo que ganamos se va para las necesidades de nuestra comunidad.