El cardenal Reinhard Marx. Foto: Sven Hoppe ; AP

El cardenal Marx y la muerte de la ley moral natural

El cardenal Marx quiere cambiar el catecismo en el punto de la homosexualidad. Aquí surge otra bomba eclesial. Para ello es necesario descuidar las exigencias de la letra de la Escritura, dadas las numerosas condenas que contiene a la práctica homosexual. Pero si no se respeta este primer nivel -el literal- del sentido de la Escritura, todos los demás sentidos se vuelven también manipulables y la teología de la Iglesia ya no sería conocimiento sino sólo interpretación. Con lo cual todo se derrumba.

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(ZENIT Noticias / Trieste, 09.04.2022).- Las declaraciones del cardenal Reinhard Marx, arzobispo de Múnich y principal asesor de Francisco, sobre la homosexualidad en la entrevista del pasado 30 de marzo [para un reportaje exhaustivo ver aquí en italiano], la actuación de tantas personas de la jerarquía eclesial que en los últimos tiempos y en estos días en particular han impulsado un gran cambio de doctrina sobre el tema, los silencios de quienes en cambio podrían aclarar, nos dejan tristemente atónitos. Intentemos considerar brevemente el enorme trastorno que la línea Hollerich-Bätzing-Becquart-Marx sobre las relaciones homosexuales produciría -pero ya produce de hecho- en la Iglesia, transformándola en otra cosa.

Lo primero que hay que notar en las afirmaciones de Marx es la ausencia de toda referencia a la ley natural (moral) y, por tanto, a los mandamientos. Una eliminación obvia -podría decirse- si se quiere legitimar la práctica homosexual, y nada nuevo dado que durante décadas la teología ha estado en desacuerdo con la ley natural, que sin embargo el Magisterio Petrino, hasta Benedicto XVI, siempre había confirmado claramente su doctrina. Negar la ley moral natural significa corromper irremediablemente la relación entre la razón y la fe. La primera tiene su propia autonomía de investigación que también se refiere a las leyes morales y que la fe no anula, sino que confirma y perfecciona. Si un cardenal no admite la ley moral natural, demuestra que es protestante y no católico, porque separa razón y fe. Si esto ocurre en el campo moral, también ocurre en todos los demás campos, de modo que la razón tomará sus propios y múltiples caminos mientras que la fe tomará otros. Pero en este punto se acaba la teología católica, empezando por la «teología fundamental», que se refiere a la relación entre la fe y la razón.

La negación de la ley moral natural y de los mandamientos conduce entonces a una separación entre Dios creador y Dios salvador, y entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. Los orígenes gnósticos, maniqueos, cataristas, etc., de este enfoque son evidentes. Al negar la ley natural, el cardenal Marx se convierte en un seguidor de Marción y no ve en la naturaleza un bien ya orientado a la salvación, sino un mal que hay que borrar sin corregirlo. La inclusión se convierte así en el velo que se coloca sobre la naturaleza para ocultarla sin redimirla. La Iglesia siempre ha enseñado que la Nueva Ley del Evangelio no suprime la Antigua Ley. No se puede pensar en ser agradable a Dios si se realizan prácticas contra la naturaleza, si se mata a los inocentes mediante el aborto, si se traiciona el sacramento del matrimonio mediante el adulterio. El propio arrepentimiento en este caso se vuelve inútil y deja de ser necesario si la inclusión obligatoria lo impide de raíz. La Antigua Ley del Pentateuco contenía la ley natural (como los mandamientos), las normas cultuales y las disposiciones legales. Después de la Resurrección de Cristo, los cultos quedan definitivamente obsoletos, incluso los legales ya no son necesarios por ser propios de Israel únicamente, sólo quedan los naturales que serán confirmados en la Nueva Ley. Además, también son objeto del Apocalipsis, dado lo ocurrido en el Sinaí. Toda la estructura de la relación entre la Nueva Ley y la Antigua Ley queda subvertida por la posición Hollerich-Bätzing-Becquart-Marx.

Por las razones que acabamos de ver, la Iglesia siempre ha sostenido que ha recibido de Cristo el mandato de enseñar en dos campos, el de la doctrina de la fe y el de la moral. Véase, por ejemplo, la Humanae Vitae del Papa Pablo VI:

«Ningún fiel negará que el Magisterio de la Iglesia tiene también la tarea de interpretar la ley moral natural. Porque es indiscutible… que Jesucristo, al comunicar su autoridad divina a Pedro y a los Apóstoles y enviarlos a enseñar a todos los pueblos sus mandamientos, los constituyó en auténticos custodios e intérpretes de toda la ley moral, es decir, no sólo de la ley evangélica, sino también de la ley natural. Porque la ley natural es también una expresión de la voluntad de Dios, y su fiel cumplimiento es igualmente necesario para la salvación eterna de los hombres».

La Iglesia defiende el derecho natural y la ley moral natural, de lo contrario negaría que la creación tuviera un sentido finalista y dependiera de una Inteligencia Creadora. Este papel de la Iglesia siempre se ha llevado a cabo en beneficio de la vida civil y en colaboración con la autoridad política legítima. Ahora, aplicando el paradigma del cardenal Marx, la Iglesia ya no tendría esta tarea y sus enseñanzas tendrían que retirarse del campo natural y referirse sólo al evangélico. Pero la revelación no puede comunicarse a los hombres si no es utilizando su lenguaje natural, de modo que la comunicación de la fe necesita el común de la razón. Al hablar de cuestiones morales, los pastores no deben limitarse nunca a este nivel, sino basarse siempre en el nivel sobrenatural, para no hablar sólo con un lenguaje humanista, pero al mismo tiempo no deben enseñar la dimensión sobrenatural como si no tuviera nada que ver con la naturaleza humana.

El cardenal Marx quiere cambiar el catecismo en este punto. Aquí surge otra bomba eclesial. Para ello es necesario descuidar las exigencias de la letra de la Escritura, dadas las numerosas condenas que contiene a la práctica homosexual. Pero si no se respeta este primer nivel -el literal- del sentido de la Escritura, todos los demás sentidos se vuelven también manipulables y la teología de la Iglesia ya no sería conocimiento sino sólo interpretación. Con lo cual todo se derrumba.

Stefano Fontana es director del Observatorio de Doctrina Social de la Iglesia Cardenal Van Thuan. La traducción del original en lengua italiana fue realizado por el P. Jorge Enrique Mújica, LC, para ZENIT.

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Stefano Fontana

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