(ZENIT Noticias / Kiev, 14.04.2022).- Este Jueves Santo Su Beatitud Sviatoslav Shevchuk reflexiona sobre el mandamiento de no robar, a propósito de numerosos episodios de rapiña por parte de los invasores. Comenta que esos robos están siendo vendidos en Rusia y Bielorrusia y lanza un mensaje a quienes compran esas cosas: “nunca tendrán la bendición de Dios y morirán en la miseria”. A continuación el mensaje en español a 50 días del inicio de la guerra.
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¡Alabado sea Jesucristo!
Queridos hermanos y hermanas en Cristo, hoy es 14 de abril de 2022. Estamos en la séptima semana de esta guerra… Ya son 50 días de lucha nacional de Ucrania contra los ocupantes rusos. Esta noche una vez más se ha derramado sangre humana en Ucrania. Nuestra gloriosa Kharkiv fue sometida a un fuerte bombardeo y la ciudad está prácticamente paralizada. La gente lleva dos días en refugios antibombas. Mykolajiv y todo el sur de Ucrania, la heroica Mariúpol también están bajo un intenso fuego.
Pero las aldeas y ciudades ucranianas están recibiendo la llegada de las cigüeñas. Las cigüeñas que construyen sus nidos sobre los restos de los incendios, sobre las casas destruidas, sobre los nuevos cementerios… las cigüeñas arman sus nidos. Llega la primavera, la vida continúa. Los ucranianos saben cómo sobrevivir y su capacidad para sobrevivir a la guerra nos da esperanza. Esa esperanza que brota de la Fe en Cristo resucitado, en la Pascua de Nuestro Señor, para la que justamente ahora nos estamos preparando. Y Ucrania se mantiene en pie. Ucrania vive. Ucrania lucha.
Hoy me gustaría reflexionar con ustedes sobre el séptimo mandamiento de Dios, que manda “No robarás”. Por este mandamiento, con esta ley divina, el Señor Dios protege la dignidad del hombre como co-creador con Dios, como aquel a quien Dios confió su creación, le confió cuidar de la creación, le confió cultivarla y desarrollarla. Con este mandamiento, Dios protege y muestra la dignidad y el valor del trabajo humano. Y justamente aquí vemos la gloria del agricultor, del hacendado, del trabajador, que dispone del trabajo bendecido por Dios y del fruto de sus manos.
Quien no honra el trabajo de su prójimo, quien no honra sus frutos, quien no honra la propiedad privada del hombre, ese nunca tendrá bienestar propio. Nunca habrá prosperidad y bienestar en un país que desprecia el bien de otra persona.
Estos días en Ucrania vemos cómo, por un lado, los ucranianos saben compartir su bien con los más necesitados abriendo el espacio privado de su propia riqueza. Pero, por otro lado, vemos de los más graves crímenes contra la dignidad de las personas que saben obtener frutos a través de su trabajo.
Vemos cómo los ocupantes en los alrededores de Kyiv, en la región de Chernihiv, preparaban a la gente para que se muriera de hambre, les prohibían ir a los sembrados, minaban los campos y mataban cínicamente al ganado. A los ucranianos no les permitían trabajar. Por otra parte, vimos crímenes de saqueo de guerra.
Vimos cuando a los muertos, a los heridos, se les robaba todo lo que tenían. Vimos cuando la vida de una persona tenía menos valor a los ojos del ocupante, que aquello que podía robarle. Vimos ejemplos vergonzosos de saqueos en casas abandonadas. Pero a esos saqueadores, el pueblo ucraniano los desprecia. Vimos ejemplos cuando estos bienes saqueados se ofertaban y se vendían en Rusia, en Bielorrusia… Quisiera recordar a todos que quien compra bienes robados o saqueados se convierte en cómplice del delito. La cosa robada se convierte en una brasa en las manos de aquel que lo tiene en sus manos y quema esas manos. Gente que actúa así, personas de este tipo, esos ladrones, nunca tendrán la bendición de Dios y morirán en la miseria.
Hoy le pedimos al Señor Dios que bendiga a Ucrania con bienestar y prosperidad. Que nos dé fuerzas para reconstruir todo lo destruido. Que nos dé fuerzas para alimentar a nuestros hijos. Que nos dé fuerzas para trabajar nuestra tierra que está dispuesta a darnos sus frutos abundantes. Y es con nuestra fuerza y con nuestra capacidad de supervivencia y respetando la propiedad ajena, que queremos también ganar nuestra victoria.
Oh Dios, bendice a Ucrania. Bendice a todos aquellos que son capaces de respetar la propiedad ajena y saben construir la propia. Oh Dios, bendice a nuestro ejército que protege la vida y la prosperidad de Ucrania. Oh Dios, bendice a Ucrania como el granero de Europa, como un tesoro espiritual para el mundo entero.
La bendición del Señor y su misericordia descienda sobre ustedes por su divina gracia y amor y permanezcan ahora y siempre y por los siglos de los siglos, amén.
¡Alabado sea Jesucristo!