Ángelus, 27 febrero 2022. Foto: Vatican Media

La especulación duele más que la rodilla. Y menos mal que el Papa no programó un viaje a Ucrania

Se podría decir que es mejor la gonartrosis que la especulación. Meses de polémica e insinuaciones que ahora cojean sobre una rodilla dolorida. Y peor hubiera sido si Francisco hubiera planeado un viaje a Ucrania.

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Por: Simone Varisco

 

(ZENIT Noticias – Caffe Storia / Roma, 18.06.2022).- En las últimas semanas se ha hablado mucho de un posible viaje del Papa Francisco a Ucrania. El Pontífice ha sido instado a hacerlo en varias ocasiones, especialmente desde el momento de la controvertida visita a la embajada rusa en la Santa Sede (y no a su homóloga ucraniana), que tanta polémica ha suscitado sobre la conveniencia de tal elección.

El momento adecuado

Una primera respuesta vino de Francisco con la misión encomendada a los cardenales Czerny y Krajewski, respectivamente Prefecto del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral y limosnero del Papa. También recientemente, el 4 de junio, durante un encuentro con un grupo de niños celebrado en el patio de San Dámaso en el marco de la iniciativa «Tren de los niños» del «Patio de los Gentiles», el Papa volvió a tratar el tema. Interrogado sobre el tema por un niño ucraniano («No tengo una pregunta, sino una petición: ¿puede venir a Ucrania para salvar a todos los niños que están sufriendo allí ahora?»), el Papa Francisco respondió: «Me gustaría ir a Ucrania; sólo que tengo que esperar el momento de hacerlo, ya sabes, porque no es fácil tomar una decisión que puede hacer más daño que bien al mundo entero. Tengo que buscar el momento adecuado para hacerlo».

Naturalmente -e inevitablemente- la declaración ha recorrido un largo camino en los medios de comunicación internacionales y también se ha dicho y escrito mucho sobre ella. Uno de ellos se preguntaba, en particular, por la forma de entender ese «momento adecuado». Algunos detalles habían sido añadidos por el propio Pontífice en una entrevista anterior al Corriere della Sera (3 de mayo), en la que sobre su posible viaje a Ucrania Francisco había aclarado: «Por ahora no voy a Kiev. He enviado al cardenal Michael Czerny y al cardenal Konrad Krajewski, que fue por cuarta vez. Pero siento que no debo ir. Tengo que ir a Moscú primero, tengo que reunirme con Putin primero. Pero yo también soy sacerdote, ¿qué puedo hacer? Hago lo que puedo. Si Putin abriera la puerta…».

En la mesa

Ya antes, el 2 de abril, en el vuelo de regreso de La Valeta, el Papa había admitido que un viaje a Ucrania «está sobre la mesa, el proyecto, está ahí, como una de las propuestas que llegaron, pero no sé si se puede hacer, si es conveniente hacerlo, si sería lo mejor, si sería conveniente hacerlo y tengo que hacerlo, todo esto está pendiente. Entonces, hace tiempo que se planteó una reunión con el Patriarca Kirill: se está trabajando en ello, se está trabajando en ello y se está considerando en Oriente Medio. Estas son las cosas como son ahora». Pero en Oriente Medio, por el momento, sólo el viaje de uno de los beligerantes de esta guerra, el presidente de Estados Unidos Joe Biden, del que se espera todo, salvo una moderación del conflicto.

¿Sería lo mejor?

La larga reflexión del Pontífice y de la diplomacia vaticana muestra lo mucho que está en juego. Empezando por los posibles efectos en la sangrienta guerra de Ucrania (¿una visita del Papa sería realmente «para bien»?) y la apertura -¿qué tan sincera y qué tan instrumental? – de la diplomacia rusa a una posible mediación del Santo Padre. No obstante, hay que tener en cuenta los intereses cruzados de Estados Unidos, Europa y China, ámbitos que ya están lejos de estar exentos de responsabilidad y criticidad, también para la Santa Sede, y sobre los que se siguen proyectando las sombras de esa «OTAN que ladra a la puerta de Rusia». Luego está, no menos importante, el complejo panorama religioso, que ve nuevas y dolorosas heridas no sólo en las relaciones ecuménicas entre la Iglesia católica y el Patriarcado de Moscú, sino también, cada vez más, dentro del abigarrado mundo de las ortodoxias, incluso en Rusia.

Sin duda, en Ucrania se espera con una mezcla de expectación y aprensión la posible visita del Pontífice. Sobre todo porque, según se desprende de las reconstrucciones de un reciente encuentro personal del Papa con amigos argentinos y ucranianos, «si un viaje a Ucrania se hace técnicamente posible, el Papa Francisco quiere venir a Kiev y no a la frontera ucraniana, como algunos aconsejan». En contra de las expectativas de muchos curiosos, para el pueblo ucraniano que sufre la guerra la «cuestión» de la visita de Francisco no se reduce a un «acontecimiento», a un «sí» o «no» en aras del espectáculo, a una pasarela como las muchas que ya se han visto de varios jefes de Estado, tanto más útil para proporcionar material a la «coprofilia» de cierta parte del circo mediático internacional. En este sentido, es significativo el relato del último Vía Crucis, con la «oración escandalosa» (en el sentido cristiano, Spadaro dixit) compartida por dos familias, una ucraniana y otra rusa, reducida a la oración silenciosa de dos mujeres. Pero también las palabras poco tiernas del Presidente Zelensky sobre los supuestos retrasos telefónicos del Primer Ministro Draghi.

Aplazados los viajes al Líbano, la República Democrática del Congo y Sudán del Sur

Y ahora la gonartrosis, una enfermedad crónica y degenerativa de la rodilla. Francisco lo sufre dolorosamente desde hace tiempo y el domingo llegó la disculpa del Papa a los pueblos y autoridades de la República Democrática del Congo y Sudán del Sur por el aplazamiento de su visita a los dos países, prevista para principios de julio. «Realmente siento un gran pesar por haber tenido que posponer este viaje, al que le tengo mucho aprecio. Me disculpo por esto. Recemos juntos para que, con la ayuda de Dios y los cuidados médicos, pueda estar entre vosotros lo antes posible’, dijo el Papa. Algo similar había ocurrido con el viaje al Líbano, nunca anunciado oficialmente pero que se rumoreaba que estaba previsto para mediados de junio, aplazado a una fecha por determinar por motivos de salud a principios de mayo. Un nuevo compromiso, ya veremos con qué resultado, se avecina entonces para finales de julio, con el viaje del Papa a Canadá del 24 al 30 de julio. Un paso importante en el delicado proceso de reconciliación con las poblaciones autóctonas, en los siglos pasados víctimas de una colonización cultural deseada por el gobierno canadiense, pero también lograda con el apoyo de escuelas dirigidas por entidades católicas.

Eso es bueno, pero no menos malo

Ante esta situación, y después de tanta presión, ¿cuáles habrían sido las consecuencias -en primer lugar para el pueblo ucraniano- de un posible aplazamiento de la visita del Papa a Kiev? ¿Y cómo habría sido recibido por la gran multitud de medios de comunicación, bienhechores en armas, pro-papalistas intermitentes y supuestos expertos en geopolítica? ¿Qué diatribas habría suscitado? ¿Y qué interpretaciones fantasiosas se habrían construido sobre la piel de miles de muertos y millones de creyentes? Es razonable preguntarse. Y quizás los que fueron llamados a hacerlo se preguntaron. Incluso sin tener en cuenta los meses de controversia sobre las supuestas omisiones nominales de Francisco, las dudas sobre el sustantivo, los silencios pacelianos y, sobre todo, su negativa racional y santa a «reducir la guerra a una distinción entre buenos y malos».

Que Oltretevere peca demasiado a menudo de falta de claridad comunicativa es un hecho. Al igual que, en otros lugares, la pasión casi morbosa por la especulación, que es muy diferente de la sana labor informativa. Ya hay bastantes especulaciones en torno a la salud del Pontífice, las supuestas maniobras previas al cónclave, hasta la renuntiatio pontificalis que incluso se estaría planeando en secreto junto con la celebración en la basílica de Santa Maria di Collemaggio en L’Aquila, prevista para el próximo 28 de agosto, donde se guardan los restos mortales de aquel Papa Celestino V «que hizo la gran negativa por cobardía». Antes era el palio de Benedicto XVI, hoy es la silla de ruedas no directiva de Francisco. Una Comedia, cualquier cosa menos Divina, no sería suficiente.

La traducción del original en lengua italiana fue realizado por el P. Jorge Enrique Mújica, LC, director editorial de ZENIT.

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Redacción Zenit

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