Por: Fondazione Oasis
(ZENIT Noticias – Oasis Center / Milán, 01.07.2022).- La ampliación de la Organización del Tratado del Atlántico Norte a Suecia y Finlandia, anunciada al margen del G7 en Madrid tras el placet de Turquía, demostró la importancia que tiene para Occidente contar con un mecanismo de defensa común para disuadir la amenaza rusa. Al mismo tiempo, la noticia reabrió el debate en la prensa de habla árabe sobre la posibilidad de crear una «OTAN árabe» al estilo de la OTAN atlántica. Este tipo de proyectos han sido una constante en la historia de la región desde el periodo de la Guerra Fría; el último, por orden de tiempo, se remonta a mayo de 2017, cuando el entonces presidente de Estados Unidos, Donald Trump, en una visita oficial a Riad, propuso a sus aliados suníes -los seis Estados miembros del Consejo de Cooperación del Golfo, más Egipto y Jordania- crear una organización militar llamada «Alianza Estratégica de Oriente Medio» (MESA) para contrarrestar la influencia de Irán y eliminar la amenaza yihadista del Estado Islámico.
El plan, que permaneció en la agenda estadounidense hasta 2019 y luego fue abandonado debido a la pandemia, parece gozar hoy de un renovado interés debido al actual escenario geopolítico, sacudido por la invasión rusa de Ucrania y la consiguiente crisis energética y alimentaria que afecta a la región euromediterránea. La visita del presidente Joe Biden a Arabia Saudí, prevista para mediados de julio, podría ser una oportunidad para volver a discutir el acuerdo de defensa regional con los países del Golfo, similar a lo que hizo Trump hace cinco años. Sin embargo, en comparación con entonces, las conversaciones del MESA se verían facilitadas por los Acuerdos de Abraham, que en 2020-2021 permitieron a Israel acreditarse como socio económico y político con algunos países árabes. En consecuencia, es posible que los Acuerdos se extiendan también al ámbito militar, teniendo en cuenta que tanto las petro-monarquías como el Estado judío ven a Irán como el adversario geopolítico a contener.
A pesar de la coyuntura favorable para el nacimiento de MESA, las páginas web y los periódicos señalan los numerosos riesgos y problemas que conllevaría un proyecto de este tipo. Para empezar, los responsables políticos árabes tienen posiciones muy diferentes, a veces opuestas, sobre Irán. «El peligro iraní», escribe Hasan Abu Hanya en ‘Arabī 21, «no puede representar por sí solo el pilar sobre el que basar la Alianza» ya que hay actores estatales como Egipto, los países del Magreb y Pakistán que no consideran a Teherán un peligro para sus agendas geopolíticas.
Precisamente Egipto es el país más crítico con la organización militar. Hamdin Sabahi, recién elegido líder del Congreso Nacional Árabe, declaró que la llamada «OTAN árabe» liderada por Israel, además de ser contradictoria (tanto que al-‘Arabī al-Jadīd prefiere hablar de Nātū Sharq Awsatiyy, «OTAN de Oriente Medio»), «representa la más grave amenaza para el país», que se arriesgaría así a perder su hegemonía sobre el Levante árabe en beneficio de Tel Aviv.
Para el periodista de Al Mayadin, Hasan Nafi’a, hay que aprender las «lecciones de la historia». En este sentido, cita los intentos fallidos del pasado, como el infame Pacto de Bagdad (la ayuda mutua entre Irak, Irán, Pakistán, Turquía y Gran Bretaña), promovido por Washington en 1955 en función antisoviética. Y de hecho, al-Nafi’a sostiene que el MESA beneficiaría principalmente a Estados Unidos, empeñado en restablecer una esfera de influencia en Oriente Medio tras años de desconexión, y a Israel, interesado en resolver por fin la cuestión de la seguridad. La cooperación con los países árabes, por tanto, no será automática, sino que dependerá en gran medida de la consecución de estos objetivos.
El discurso del rey Abdalá II de Jordania sobre el tema fue especialmente interesante. Por un lado, el gobernante acogió con entusiasmo el proyecto («seré uno de los primeros en apoyar su creación»), pero por otro añadió que es crucial ser preciso a la hora de definir objetivos y funciones. Para explicar esta ambigüedad, Hussayn Abu Talib se detiene, en un artículo para al-Sharq al-Awsat, en la diferencia entre las palabras «pacto» (hilf) y «alianza» (tahāluf). Este último es mucho menos importante que el pacto: al ser una institución no permanente creada con fines específicos, no supone excesivas cargas financieras, no implica la unión de ejércitos y «se disuelve una vez que ha cumplido su objetivo». Por lo tanto, según el periodista, ‘Abdallah sugiere que, de este modo, el proyecto tendría dos vertientes, previendo un hilf que se realizaría sólo con los Estados del Golfo, el Levante y el Norte de África (la «OTAN árabe») y un tahāluf extendido a Israel (la «OTAN de Oriente Medio»).
Aunque el MESA no parece ser una opción viable, al menos por el momento, es interesante observar cómo la opinión pública árabe ha tratado la cuestión, dando lugar a un debate que mezcla en su seno las decepciones del pasado colonial, las preocupaciones del presente y, finalmente, las esperanzas de un futuro bajo la bandera de una mayor cooperación institucional y militar.
Traducción del original en italiano traducido por el director editorial de ZENIT.