(ZENIT Noticias / Ciudad del Vaticano, 01.09.2022).- Por la mañana del jueves 1 de septiembre, el Papa recibió en audiencia en la Sala Clementina del Palacio Apostólico a los miembros de la Asociación italiana de profesores y cultores de la liturgia.
ZENIT ofrece el texto en español del discurso pronunciado en italiano.
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Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días y bienvenidos!
Me alegro de encontrarme con vosotros en estos días en los que celebráis el 50 aniversario de la Asociación de Profesores y Cultores de Liturgia. Me uno a vosotros para dar gracias al Señor. En primer lugar, demos gracias por quienes, hace cincuenta años, tuvieron la valentía de tomar la iniciativa y dar vida a esta realidad; luego demos gracias por quienes han participado en este medio siglo, ofreciendo su contribución a la reflexión sobre la vida litúrgica de la Iglesia; y demos gracias por la contribución que la Asociación ha dado a la recepción en Italia de la reforma litúrgica inspirada por el Vaticano II.
Este período de vida y compromiso corresponde, de hecho, al tiempo eclesial de esta reforma litúrgica: un proceso que ha pasado por varias fases, desde la inicial, caracterizada por la publicación de los nuevos libros litúrgicos, hasta las fases articuladas de su recepción en las décadas siguientes. Este trabajo de aceptación sigue en marcha y nos ve a todos comprometidos en la profundización, que requiere tiempo y cuidado, un cuidado apasionado y paciente; requiere inteligencia espiritual e inteligencia pastoral; requiere formación, para una sabiduría celebratoria que no se puede improvisar y debe ser continuamente refinada.
Al servicio de esta tarea, su actividad de estudio e investigación también se ha puesto, y espero que siga haciéndolo, con un impulso renovado. Os animo, pues, a proseguirla en diálogo entre vosotros y con otros, porque también la teología puede y debe tener un estilo sinodal, implicando a las diversas disciplinas teológicas y a las ciencias humanas, «en red» con las instituciones que, también fuera de Italia, cultivan y promueven los estudios litúrgicos.
En este sentido, se puede entender –y es indispensable– su intención de seguir escuchando a las comunidades cristianas, para que su trabajo nunca se separe de las expectativas y necesidades del pueblo de Dios. Este pueblo –¡del que formamos parte!– necesita siempre formarse, crecer, y, sin embargo, posee en su interior ese sentido de la fe –el sensus fidei– que le ayuda a discernir lo que viene de Dios y conduce verdaderamente a él (cf. Exhortación apostólica Evangelii gaudium, 119), también en el ámbito litúrgico.
La liturgia es la obra de Cristo y de la Iglesia, y como tal es un organismo vivo, como una planta, no se puede descuidar ni maltratar. No es un monumento de mármol o de bronce, no es algo de museo. La liturgia está viva como una planta, y debe ser cultivada con cuidado. Además, la liturgia es alegre, con la alegría del Espíritu, no una fiesta mundana. Por eso, por ejemplo, una liturgia de tono fúnebre, no va. Es siempre alegre, porque canta alabanzas al Señor.
Por ello, su trabajo de discernimiento e investigación no puede separar la dimensión académica de la pastoral y espiritual. «Una de las principales aportaciones del Concilio Vaticano II fue precisamente intentar superar el divorcio entre teología y pastoral, entre fe y vida» (Constitución Apostólica Veritatis gaudium, 2). Necesitamos, hoy más que nunca, una visión elevada de la liturgia, de modo que no se reduzca a disquisiciones de detalle rúbricas: una liturgia no mundana, sino que eleve los ojos al cielo, para sentir que el mundo y la vida están habitados por el Misterio de Cristo; y al mismo tiempo una liturgia con «los pies en la tierra», propter homines, no alejada de la vida. No con esa exclusividad mundana, no, eso no tiene nada que ver. Serio, cercano a la gente. Las dos cosas juntas: volver la mirada al Señor sin dar la espalda al mundo.
Recientemente, en la Carta Desiderio desideravi sobre la formación litúrgica, subrayé la necesidad de encontrar cauces adecuados para un estudio de la liturgia que supere el ámbito académico y llegue al pueblo de Dios. Empezando por el movimiento litúrgico, se ha hecho mucho en este sentido, con valiosas contribuciones de muchos estudiosos y diversas instituciones académicas. Quisiera recordar con ustedes la figura de Romano Guardini, que se distinguió por su capacidad de difundir los logros del movimiento litúrgico fuera del ámbito académico, de manera accesible y práctica, para que cada creyente –empezando por los jóvenes– pudiera crecer en un conocimiento vivo y experimental del significado teológico y espiritual de la liturgia. Que su figura y su enfoque de la educación litúrgica, tan moderno como clásico, sean un punto de referencia para ti, para que tu estudio aúne inteligencia crítica y sabiduría espiritual, fundamento bíblico y arraigo eclesial, apertura a la interdisciplinariedad y aptitud pedagógica.
El progreso en la comprensión y también en la celebración litúrgica debe estar siempre enraizado en la tradición, que siempre te hace avanzar en ese sentido que quiere el Señor. Hay un espíritu que no es el de la verdadera tradición: el espíritu mundano del «indietrismo», de moda hoy en día: pensar que ir a las raíces significa ir hacia atrás. No, son cosas diferentes. Si vas a las raíces, las raíces te llevan hacia arriba, siempre. Como el árbol, que crece a partir de lo que le llega desde las raíces. Y la tradición es precisamente ir a las raíces, porque es la garantía del futuro, como decía Mahler. En cambio, el indietrismo retrocede dos pasos porque «así se ha hecho siempre» es mejor. Es una tentación en la vida de la Iglesia que te lleva a un restauracionismo mundano, disfrazado de liturgia y teología, pero es mundano. Y el indietrismo siempre es mundano: por eso el autor de la Carta a los Hebreos dice: «No somos gente que va hacia atrás. No, tú avanzas, según la línea que te marca la tradición. Retroceder es ir contra la verdad y también contra el Espíritu. Haz bien esta distinción. Porque hay muchos en la liturgia que dicen ir «según la tradición», pero no lo son: a lo sumo serán tradicionalistas. Otro dijo que la tradición es la fe viva de los muertos, el tradicionalismo es la fe muerta de algunos vivos. Matan ese contacto con sus raíces al retroceder. Cuidado: la tentación actual es el indietrismo disfrazado de tradición.
Y por último, quizá lo más importante: que tu estudio de la liturgia esté impregnado de la oración y de la experiencia viva de la Iglesia que celebra, de modo que la liturgia «pensada» fluya siempre, como si de una sangre vital se tratara, de la liturgia vivida. La teología se hace con la mente abierta y al mismo tiempo «de rodillas» (cf. Veritatis gaudium, 3). Esto es cierto para todas las disciplinas teológicas, pero con mayor razón para la suya, que tiene como objeto el acto de celebrar la belleza y la grandeza del misterio de Dios que se nos entrega.
Con este deseo, os bendigo de corazón a todos y a vuestro viaje. Y les pido que por favor recen por mí. Gracias.
Trducción al castellano realizada por el director editorial de ZENIT.