Por: Dario Salvi
(ZENIT Noticias – Asia News / Milán, 21.09.2022).- En las elecciones políticas convocadas en Israel para el 1 de noviembre –la quinta ronda electoral en tres años y medio, lo que confirman un marco institucional de profunda incertidumbre– el voto árabe tiene una importancia crucial. A diferencia del pasado reciente, las listas no se presentan unidas –la última ruptura y la decisión de presentarse por separado fue hace pocos días– y esta circunstancia podría dar lugar a distintas reacciones en el electorado. Algunos observadores, en efecto, creen que conducirá a una mayor competencia interna, a visiones y estrategias electorales diferentes e incluso contrastantes. Con un resultado final que podría convertirse en un arma de doble filo: por un lado, dinamizar el voto árabe y garantizar una participación masiva en las urnas o, por el contrario, alentar la desafección y la abstención, con resultados electorales y consecuencias políticas desastrosas. Con el efecto adicional de allanar el camino para el regreso al poder del ex primer ministro Benjamin Netanyahu, quien puede construir su propio éxito sobre las divisiones entre los rivales. Una vez más.
Partidos y líderes
La semana pasada vencieron los plazos para la presentación de las listas que participarán en las elecciones y darán vida a la 25 Knesset, el Parlamento israelí, desde la fundación del país. En la competencia participan el partido de derecha Likud, liderado por el ex primer ministro Netanyahu, que una vez más es candidato a ser el más votado, aunque la batalla de los números y las alianzas –como ha ocurrido en el pasado– no garantiza encabezar el gobierno. Luego está el partido laico de centro, Yesh Atid, liderado por el actual primer ministro de Israel Yair Lapid, quien sucedió el 1 de julio a Naftali Bennett en el acuerdo de rotación al frente del Ejecutivo. Cabe recordar que el ex líder de Yamina no tiene intención de postularse.
Luego está el Partido de Unidad Nacional (que comprende el movimiento Azul y Blanco): los líderes son Benny Gantz y Gideon Sa’ar. Y por último el Partido Sionista Religioso de extrema derecha, fundado en 1998 y dirigido por Itamar Ben-Gvir. Entre las alianzas que se orientan al conservadurismo religioso y social está el Judaísmo Unido en la Torá de Yitzchak Goldknopf; el mundo ultraortodoxo se identifica con Shas, cuyo líder es Arye Dery. Y siempre en el frente de la derecha, que desde hace mucho tiempo domina el panorama político israelí, encontramos a Avigdor Lieberman con Israel Beiteinu. Los reformistas hacen referencia al Partido Laborista Israelí de Merav Michaeli y, más a la izquierda, al partido Meretz de Zehava Galon. Por último, el mundo árabe, esta vez mucho más fragmentado que en la última vuelta electoral, comenzando por Hadash – Ta’al de Ayman Odeh, después encontramos la Lista Árabe Unida de Mansour Abbas, el elemento más novedoso de las últimas elecciones. Vinculado al nacionalismo árabe con simpatías de izquierda, está el partido Balad de Sami Abu Shehadeh. Y por último, encontramos la Casa judía, sionista, religiosa y de extrema derecha, encabezada por Ayelet Shaked.
El frente árabe (des)unido
A diferencia de las últimas elecciones, esta vez el frente árabe no ha sido capaz de encontrar una unidad de propósito y presentarse como un todo compacto ante los votantes, entre los que hay una desafección mal disimulada cuando no una completa desilusión, que podría desembocar en una abstención masiva. La Lista Árabe Unida -un partido capaz de federar cuatro formaciones de diferentes orientaciones entre el comunismo, el nacionalismo y el islam político- obtuvo el mejor resultado en 2020 con 15 escaños gracias, entre otras cosas, a la fuerte movilización de los ciudadanos árabes, que alcanzó el 65% de los votantes. Sin embargo en las elecciones de marzo de 2021 se desplomó el apoyo y consiguió solo 6 escaños. No obstante, uno de los partidos (Ra’am de Abbas, inspirado en los Hermanos Musulmanes y proconservador) se ha distinguido por salir de la alianza para unirse a la coalición de gobierno del tándem Bennett-Lapid, expulsando del poder al eterno Netanyahu. Sin embargo a esta coalición, como se vio después en los hechos, se mantenía unida casi exclusivamente por la oposición al ex primer ministro -enjuiciado por corrupción- y no pudo resistir siquiera los primeros embates, lo que condujo a la necesidad de recurrir nuevamente a las urnas.
En los últimos días se ha producido una nueva fractura en el frente árabe, que amenaza con anular las posibilidades de influencia de este componente de la sociedad israelí en el panorama político y dentro de las instituciones. El partido nacionalista árabe Balad competirá contra los otros dos y, si no logra superarlos, sus votos terminarán desperdiciados. La ruptura también corre el riesgo de extinguir los últimos restos de esperanzas y entusiasmos, con las encuestas que hablan de una participación de los ciudadanos árabes de Israel -alrededor del 20% de la población total- en torno a un (miserable) 40%, claramente beneficioso para Netanyahu y su alianza, que abarca a la derecha, los ultranacionalistas y los religiosos judíos.
Un futuro incierto
Analistas y expertos aseguran que con una participación del mundo árabe inferior al 55%, las perspectivas de éxito del ex primer ministro serían casi seguras. Por otro lado, una buena participación combinada con la fragmentación de los partidos árabes allanaría el camino para una colaboración con el bloque de centro y centro-izquierda, lo que tal vez pondría realmente fin a la era Netanyahu, el ave fénix de la política israelí y el pivote de la vida política e institucional del país en el nuevo milenio. Sami Abou Shahadeh, líder de Balad, acusa a los otros dos partidos árabes (Hadash y Ta’al) de no querer negociar, abandonándolo pocas horas antes de que se venciera el plazo de presentación de las listas electorales.
Los ciudadanos árabes israelíes tienen estrechos lazos familiares con los palestinos de Cisjordania y Gaza, y en gran medida se identifican con su causa, lo que hace que muchos judíos israelíes los miren con recelo. Los ciudadanos árabes han logrado notables conquistas en la atención médica y en muchos otros campos en las últimas décadas, pero siguen siendo objeto de una discriminación generalizada. Las últimas encuestas hablan de un cabeza a cabeza entre Netanyahu y Lapid, pero una vez más el voto árabe podría marcar la diferencia. Con una salvedad: en caso de un nuevo fracaso de las diversas alianzas en el campo, la perspectiva final de una nueva votación. La sexta. Y no es ficción política en el escenario actual.