El cardenal Joseph Zen protestando por la libertad religiosa. Photo: Kin Cheung; AP

[Análisis] La persecución del cardenal Zen

: Aparte de Zen, otros siete obispos siguen siendo perseguidos por el PCCh. Como lo demuestra también la toma de posesión de Hong Kong por parte del gobierno chino, la tolerancia ha terminado.

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Por: Sean Nelson

 

(ZENIT Noticias – First Things / Nueva York, 18.10.2022).- El cardenal Joseph Zen, de Hong Kong, está siendo juzgado por el gobierno comunista chino por no haber registrado supuestamente una organización sin ánimo de lucro que proporcionó apoyo financiero y legal a los manifestantes detenidos durante las manifestaciones de Hong Kong de 2019-2020. Los fiscales presentaron su caso a inicios de octubre, y el juicio se reanudará el 26 de octubre.

El nonagenario Zen se ha convertido en una figura internacional de la resistencia al totalitarismo del Partido Comunista Chino, y en un defensor de la democracia y la libertad religiosa. Este juicio y una investigación concurrente pretenden silenciarlo mientras el Partido Comunista Chino (PCCh) negocia con el Vaticano la segunda renovación de un acuerdo secreto de 2018 que dio al PCCh el control sobre la propuesta de nuevos obispos y legitimó a siete obispos leales al régimen que habían sido ordenados sin la aprobación del Vaticano.

Si es condenado por violar la Ordenanza de Sociedades de Hong Kong, la pena sería una multa relativamente pequeña; pero el PCCh probablemente utilizaría la condena para apoyar la acusación de Zen de colusión con agentes extranjeros para socavar el gobierno. La condena por el cargo más grave conlleva una posible cadena perpetua, pero incluso una sentencia más leve podría significar la muerte en prisión para el anciano Zen. Lo que está en juego es, por tanto, muy importante, y la negativa del juez a permitir que la defensa interrogue a los testigos de la acusación indica que este será cualquier cosa menos un juicio justo.

Cuando se le preguntó sobre la difícil situación del cardenal Zen en septiembre, el Papa Francisco se mostró reacio a llamar al gobierno chino «antidemocrático.» «Sí, es cierto que hay cosas que nos parecen antidemocráticas, eso es cierto», dijo Francisco. «El cardenal Zen va a juicio estos días, creo. Y dice lo que siente, y se ve que hay limitaciones».

Ahora que el Vaticano está considerando la posibilidad de renovar su acuerdo secreto con el PCCh -un acuerdo que aumentó la persecución de la Iglesia católica clandestina en China-, debería tener en cuenta lo que el cardenal Zen «dijo» y «sintió» a lo largo de los años. Su testimonio revela que es un gran héroe de la fe, de los derechos humanos y de la libertad religiosa, y refuerza el motivo por el que todas las personas de buena voluntad deberían defenderlo.

El cardenal Zen ha buscado durante décadas la independencia de la Iglesia católica del aparato estatal chino. China mantiene un órgano eclesiástico «oficial» llamado Asociación Patriótica Católica, cuya lealtad principal de sus miembros es hacia el Estado. Como explica uno de los obispos ordenados ilegítimamente por el PCCh sin el consentimiento del Vaticano: «El amor a la patria debe ser mayor que el amor a la Iglesia».

Después de consultar con el cardenal Zen en 2007 sobre las presiones a las que se enfrentaba la Iglesia bajo el PCCh, el Papa Benedicto XVI declaró en una carta a los católicos chinos: «Las autoridades civiles son muy conscientes de que la Iglesia, en su enseñanza, invita a los fieles a ser buenos ciudadanos… pero está igualmente claro que pide al Estado que garantice a esos mismos ciudadanos católicos el pleno ejercicio de su fe, respetando la auténtica libertad religiosa».

El cardenal Zen aplaudió la franqueza del Papa Benedicto y advirtió sobre una tregua con la Asociación Patriótica Católica cuando a los creyentes se les niega esa auténtica libertad: «Los obispos nunca pueden reunirse, nunca pueden sentarse a hablar juntos. Siempre están controlados por el gobierno, y la llamada conferencia episcopal sólo se reúne cuando el gobierno los convoca a una reunión, presidida por el gobierno».

La carta del Papa Benedicto dio a Zen la esperanza de que se pudiera llegar a un acuerdo beneficioso. Pero esa esperanza se ha desvanecido. En un libro de 2017, Zen comparó la política de China del Vaticano con los compromisos del Papa Pablo VI con la Unión Soviética: «la Ostpolitik de los funcionarios de la Curia Romana socavó todos los esfuerzos» hacia una mejora real para la Iglesia Católica en China. Es la misma Ostpolitik -y sus defensores curiales- la que Zen cree que llevó al Papa Francisco en 2018 a reconocer a los antiguos obispos ilegítimos y a marginar aún más a la Iglesia clandestina.

El cardenal Zen entendió que el acuerdo de 2018 significaba que la Iglesia ya no era libre de hablar, no solo por su pueblo, sino contra el genocidio de los musulmanes uigures en Xinjiang por parte del PCCH, incluso mediante abortos forzados y esterilizaciones. «El rotundo silencio perjudicará la labor de evangelización», dijo el cardenal en 2020. «Mañana, cuando la gente se reúna para planificar la nueva China, la Iglesia católica podría no ser bienvenida».

El cardenal Zen señaló en 2020 que el acuerdo no había cambiado la política del PCCh que prohibía a los menores de dieciocho años entrar en una iglesia. En cambio, el acuerdo ayudó al PCCh a empujar a los católicos clandestinos hacia las comunidades «oficiales». «Ya no pueden tener sus iglesias», dijo Zen, «ya no pueden celebrar los sacramentos en casas particulares y el Vaticano no les da más obispos». Aparte de Zen, otros siete obispos siguen siendo perseguidos por el PCCh. Como lo demuestra también la toma de posesión de Hong Kong por parte del gobierno chino, la tolerancia ha terminado.

La persecución del cardenal Zen demuestra que apaciguar al PCCh es un callejón sin salida. El Vaticano debería exigir públicamente que China ponga fin a la persecución del cardenal Zen como condición previa para continuar las negociaciones con el PCCh. Sencillamente, no hay razón para buscar un acercamiento con un gobierno tan perverso y deshonesto.

En su lugar, necesitamos el espíritu que llevó al Papa Juan Pablo II a proclamar contra los gobiernos comunistas, en su primera encíclica Redemptor hominis, que «el recorte de la libertad religiosa de los individuos y de las comunidades no sólo es una experiencia dolorosa, sino que es sobre todo un ataque a la dignidad misma del hombre.»

El Papa Francisco ha realizado importantes avances en favor de la libertad religiosa en Oriente Medio, y los obispos de todo el mundo hablan con fuerza de la libertad religiosa en lugares como Nicaragua y Nigeria. Esa misma valentía se requiere ahora en nombre del cardenal Zen, y de todos los católicos, cristianos y otras minorías religiosas en China.

Sean Nelson trabaja como asesor legal para la libertad religiosa global en ADF International. Traducción del original en inglés publicado en First Things realizado por el director editorial de ZENIT.

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Redacción Zenit

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