El Papa Francisco sobre San Francisco de Asís. Foto: Mdzol

3 modo de ponerse en la escuela de San Francisco de Asís según el Papa Francisco

También explicó los lugares santos «franciscanos« en torno a los cuales se tendrá el VIII Centenario Franciscano.

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(ZENIT Noticias / Ciudad del Vaticano, 02.11.2022).- Por la mañana del lunes 31 de octubre el Papa recibió en audiencia privada a los miembros de la Coordinación Eclesial para el VIII Centenario Franciscano. En el discurso explicó Alverna, Asís y otros sitios relacionados con la vida de San Francisco de Asís. Y macó tres retos para ponerse en la escuela del patrón de Italia. Ofrecemos el texto en castellano.

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Me alegro de encontrarme con vosotros cuando nos acercamos al octavo centenario franciscano (2023-2026), que promete ser una peregrinación desde el Valle Santo de Rieti, pasando por el Alverna, hasta Asís, donde todo empezó. Agradezco las palabras del Padre General de los Hermanos Menores.

Cuando elegí llamarme Francisco, sabía que me refería a un santo tan popular, pero también tan incomprendido. En efecto, Francisco es el hombre de la paz, el hombre de la pobreza y el hombre que ama y celebra la creación; pero ¿cuál es la raíz de todo esto, cuál es la fuente? Jesucristo. Es un hombre enamorado de Jesucristo que, para seguirlo, no teme hacer el ridículo, sino que se adelanta. La fuente de toda su experiencia es la fe. Francisco lo recibe como un regalo ante el Crucifijo, y el Señor Crucificado y Resucitado le revela el sentido de la vida y del sufrimiento humano. Y cuando Jesús le habla en la persona del leproso, experimenta la grandeza de la misericordia de Dios y su propia humildad. Por eso, lleno de gratitud y asombro, el Pobrecito pasó horas con su Señor y le dijo: «¿Quién eres? ¿Quién soy yo?». De esta fuente recibió en abundancia el Espíritu Santo, que le impulsó a imitar a Jesús y a seguir el Evangelio al pie de la letra. Francisco vivió la imitación de Cristo pobre y el amor a los pobres de forma inseparable, como las dos caras de una misma moneda.

El próximo centenario franciscano será un aniversario no ritual, si sabe declinar juntos la imitación de Cristo y el amor a los pobres. Y esto será posible también gracias a la atmósfera que emana de los diferentes «lugares» franciscanos, cada uno de los cuales posee un carácter particular, un don fecundo que contribuye a renovar el rostro de la Iglesia.

La primera parada de este itinerario franciscano, en orden cronológico (1223), es Fontecolombo, cerca de Rieti. Primera parada por la Regla y junto con Greccio, el lugar del Belén. Es una poderosa invitación a redescubrir en la encarnación de Jesucristo el «camino» de Dios. Esta opción fundamental dice que el hombre es el «camino» de Dios y, en consecuencia, el único «camino» de la Iglesia. Esto se expresa con palabras memorables en la Gaudium et spes, donde leemos: «En realidad, sólo en el misterio del Verbo Encarnado encuentra el misterio del hombre la verdadera luz. […] Precisamente revelando el misterio del Padre y de su amor, revela también plenamente el hombre al hombre y le da a conocer su altísima vocación» (n. 22).

Con los estigmas (1224), Alverna representa «el último sello» –como dice Dante (Paraíso, XI, 107)– que hace que el santo se asimile a Cristo crucificado y sea capaz de penetrar en la historia humana, radicalmente marcada por el dolor y el sufrimiento. San Buenaventura escribió que «la santísima carne» de Francisco, «crucificada junto con sus vicios», transformada «en una nueva criatura, mostraba a los ojos de todos, por un singular privilegio, la efigie de la Pasión de Cristo y, por un milagro nunca visto, anticipaba la imagen de la resurrección» (LegM XV, 1).

Por último, Asís (1226), con el Tránsito de Francisco en la Porciúncula, revela la esencia del cristianismo: la esperanza de la vida eterna. No es casualidad que la tumba del Santo, situada en la Basílica Inferior, se haya convertido con el tiempo en el imán, en el corazón palpitante de Asís: un signo inconfundible de la presencia de aquel cuya «vida admirable / mejor en la gloria que el cielo cantaría» (Paraíso, XI, 95-96).

Después de ocho siglos, San Francisco sigue siendo un misterio. Al igual que la pregunta del hermano Masseo permanece intacta: «¿Por qué el mundo entero va detrás de ti, y toda persona parece desear verte y oírte y obedecerte?» (Fioretti, X: FF 1838). Para encontrar una respuesta, hay que ponerse en la escuela del Poverello, encontrando en su vida evangélica el camino para seguir las huellas de Jesús. En concreto, esto significa escuchar, caminar y anunciar a las periferias.

Escuchar, en primer lugar. Francisco, ante el Crucifijo, oye la voz de Jesús que le dice: «Francisco, ve a reparar mi casa». Y el joven Francisco responde con prontitud y generosidad a esta llamada del Señor: reparar su casa. ¿Pero qué casa? Poco a poco, se dio cuenta de que no se trataba de ser un constructor y reparar un edificio de piedras, sino de aportar su contribución a la vida de la Iglesia; se trataba de ponerse al servicio de la Iglesia, de amarla y de trabajar para que el Rostro de Cristo se reflejara cada vez más en ella.

En segundo lugar, caminar. Francisco fue un caminante que nunca se detuvo, recorriendo innumerables ciudades y pueblos de Italia, sin dejar de estar cerca de la gente y reduciendo a cero la distancia entre la Iglesia y el pueblo. Esta misma capacidad de «salir al encuentro», en lugar de «esperar entre bastidores», es el estilo de una comunidad cristiana que siente la urgencia de hacerse cercana en lugar de replegarse sobre sí misma. Esto nos enseña que los que siguen a San Francisco deben aprender a caminar y a quedarse quietos: quedarse quietos en la contemplación, en la oración, y luego seguir adelante, caminando en el testimonio, el testimonio de Cristo.

Por último, proclamar a las periferias. Lo que todos necesitan es justicia, pero también fe. Sólo la fe devuelve el aliento del Espíritu a un mundo cerrado e individualista. Con este aliento adicional, se pueden abordar los grandes retos actuales, como la paz, el cuidado de la casa común y un nuevo modelo de desarrollo, sin rendirse ante hechos que parecen insuperables.

Queridos hermanos y hermanas, os animo a vivir plenamente el tan esperado Centenario Franciscano. Deseo sinceramente que este itinerario espiritual y cultural se combine con el Jubileo de 2025, con la convicción de que San Francisco de Asís sigue impulsando a la Iglesia a vivir su fidelidad a Cristo y su misión en nuestro tiempo. Os bendigo a todos de corazón, y os pido por favor que recéis por mí. Gracias.

Traducción del original en lengua italiana realizado por el director editorial de ZENIT.

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Redacción Zenit

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