Benedicto XVI consagrando. Foto: Alfa y Omega

Ratzinger y la liturgia. Principios fundamentales

La liturgia no era un tema marginal en su pensamiento, pues consideraba que el concepto que una persona tiene de la Iglesia y de la relación del hombre con Dios depende en gran medida del concepto subyacente de la liturgia. En este artículo se abordan los principios subyacentes de su teología litúrgica.

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Por: Edward McNamara, LC

 

(ZENIT Noticias / Roma, 01.01.2022).- A lo largo de su dilatada vida, Benedicto XVI – Joseph Ratzinger se interesó vivamente por la liturgia de la Iglesia. De hecho, el primer volumen traducido de sus obras completas fue el XI, que recogía sus reflexiones sobre este tema. La liturgia ha sido uno de los principales temas de sus escritos y reflexiones teológicas y uno de los ejes de su pensamiento.

En su autobiografía describe cómo el regalo del misal Schott le ayudó a descubrir la liturgia como un don. Ratzinger indicó que su interés por los temas litúrgicos proviene de su lectura de “El espíritu de la liturgia”, de Romano Guardini. Para él, esta obra seminal «Fue el descubrimiento de un mundo nuevo, de la liturgia propiamente dicha… de la liturgia como mundo simbólico lleno de realidad, lleno de sentido». Su juventud coincidió con las grandes aportaciones del movimiento litúrgico alemán que culminó en las reformas del Concilio Vaticano II, que él aprobó y abrazó en su mayor parte.

La liturgia no era un tema marginal en su pensamiento, pues consideraba que el concepto que una persona tiene de la Iglesia y de la relación del hombre con Dios depende en gran medida del concepto subyacente de la liturgia. En la introducción al volumen XI de sus obras completas afirma que su interés por la teología fundamental o la pregunta «¿Por qué creemos?» le llevó de forma natural a la cuestión de la respuesta correcta a Dios. Esta base fundamental de la liturgia es la clave principal del pensamiento de Ratzinger y subyace a sus conclusiones prácticas. Ratzinger desarrolló su teología de un modo original, combinando una sólida base teológica bíblica y una apertura a un verdadero desarrollo orgánico, unido a un amor por la tradición y a lo que podríamos denominar una mística de la existencia cristiana.

Teniendo esto en cuenta, podemos explorar los principios subyacentes de su teología litúrgica.

  1. El «carácter dado» de la liturgia

El primer aspecto que podemos observar es que Ratzinger insiste en el hecho de que la liturgia es esencialmente algo dado y no creado por el ser humano, aunque la contribución humana sea necesaria.

En primer lugar, la liturgia es fruto de la iniciativa divina. Ratzinger examina el texto de Éxodo 7:16 «Deja ir a mi pueblo para que me sirva». Señala tres frutos:

-El pueblo recibe no sólo Instrucción sobre el culto, sino una regla de vida que lo abarca todo.

-A través de esta regla se forma como pueblo por así decirlo recibe su tierra interior.

-Los tres aspectos de culto, ley y ética se entrelazan en la Alianza y este principio sigue siendo válido, aunque con algunas diferencias en el cristianismo.

Ratzinger señala que cada vez que Israel se aparta del verdadero culto, pierde su libertad tanto espiritual como material. Por lo tanto: él puede decir que: «El culto abarca en última instancia la ordenación de toda la vida humana en el sentido de Ireneo. El hombre se convierte en gloria para Dios, pone a Dios, por así decirlo, a la luz (y eso es la adoración), cuando vive mirando hacia Dios. Por otra parte, también es cierto que el derecho y la ética no se sostienen cuando no están anclados en el centro litúrgico e inspirados por él».

Por lo tanto, una primera respuesta a la realidad que se encuentra en la liturgia es que sólo cuando la relación del hombre con Dios es correcta, sus otras relaciones pueden estar en buen orden. Esto significa también que la liturgia no puede ser una creación meramente humana, un hacer como se quiera: «No sabemos cómo con qué debemos servir al Señor (Ex 10,26)».

Significa también que la comunidad cristiana no se inventa a sí misma, sino que recibe su ser como un don de Dios y devuelve este don a su origen. Puesto que la liturgia se da, el autor se pregunta qué, o mejor dicho, quién se da en la liturgia. Su respuesta es que el culto cristiano nació de Cristo.

  1. La liturgia como actualización del misterio de Cristo

El papel central de Cristo es esencial para comprender la teología litúrgica de Ratzinger. Ésta se fundamenta en dos puntos de vista principales: la Encarnación y el Misterio Pascual.

Ratzinger, comentando Juan 1:14: «La Palabra se hizo carne y vivió [montó su tienda] entre nosotros y hemos visto su gloria» concluye que «La Palabra a la que se refiere el culto cristiano no es ante todo un texto, sino una realidad viva: un Dios que se comunica a sí mismo sentido y que se comunica haciéndose hombre. Esta encarnación es la tienda sagrada, el punto focal de todo culto que mira a la gloria de Dios y le rinde honor».

Sin embargo, la Encarnación no es más que el primer movimiento y sólo puede comprenderse a la luz de la Cruz y la resurrección. Esta es la línea de movimiento que ordena la liturgia. En el concepto cristiano de sacrificio, un concepto que ocupó su reflexión durante más de 50 años, Ratzinger recoge muchos hilos de reflexión sobre la Última Cena diciendo que, en este momento central de la historia: «También la Nueva Alianza se realiza y concluye con un sacrificio verdaderamente nuevo: se hace evidente que Jesús, el hombre que entrega su vida, es el verdadero culto y la verdadera glorificación de Dios». Afirma así que durante la Última Cena y en la Cruz Cristo es el Cordero Pascual y el nuevo Adán que desciende a las tinieblas del sueño de la muerte y comienza así una nueva humanidad. Es este sacrificio el que Cristo manda repetir en memoria suya haciéndolo así presente a lo largo de la historia.

Junto a la teología del Sacrificio, Ratzinger desarrolló siempre la importancia central de la Resurrección para la fundamentación y comprensión de los sacramentos y de la vida litúrgica. Como escribió: [Su] entrega no tendría sentido si la muerte tuviera la última palabra. Por eso, sólo a través de la Resurrección se realiza plenamente la Alianza. Ahora el hombre está unido a Dios para siempre. Ahora los dos están realmente unidos de manera indisoluble. Así, el día de la Resurrección es el nuevo sábado. Es el día en que el Señor viene entre los suyos y los invita a su «liturgia», a su glorificación de Dios y se comunica a ellos.

De los dos temas centrales deriva Ratzinger otros conceptos clave que podemos esbozar brevemente.

  1. Dimensiones cosmológica y temporal

La primera de estas realidades es el cosmos y el tiempo en el que tiene lugar la liturgia. Para Joseph Ratzinger la liturgia cristiana es una liturgia cósmica que abarca toda la creación.

Este principio cosmológico revela la intuición de que el Hombre existe para Dios. El relato de la creación en el Génesis 1 revela que la creación existe para establecer la alianza y, por tanto, se dirige hacia el sábado, que es un signo de la alianza entre Dios y el hombre. Esto conduce inevitablemente al culto que, en esencia: «Consiste… en la unión del hombre y la creación con Dios. Pertenecer a Dios no tiene nada que ver con la destrucción o el no-ser, es más bien una forma de ser. Significa salir del estado de separación, de autonomía aparente, de existir sólo para uno mismo y en uno mismo. Significa perderse a sí mismo como única forma posible de encontrarse (cf. Mc 8, 35; Mt 10, 39). Por eso san Agustín podía decir que el verdadero «sacrificio» es la civitas Dei, es decir, la humanidad transformada por el amor, la divinización de la creación y la entrega de todas las cosas a Dios: Dios todo en todos (cf. 1Cor 15,28). Esa es la finalidad del mundo. Esa es la esencia del culto.

  1. Dimensión eclesiológica

Ratzinger fue un pionero en el campo de la eclesiología, especialmente al introducir el concepto de communio. Sin embargo, su concepto de Iglesia también está íntimamente relacionado con la liturgia y no puede separarse de ella. Insiste, por ejemplo, en el vínculo establecido por la Eucaristía, que nos reúne en una sola familia mediante la participación en el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Esto vale para todos. Ratzinger afirma que: «todas las asambleas eucarísticas tomadas en conjunto siguen siendo una sola asamblea, porque el cuerpo de Cristo es uno solo y, por tanto, el Pueblo de Dios sólo puede ser uno».

En un discurso posterior desarrolló esta noción y sus implicaciones para la caridad y la construcción de la solidaridad a la luz de 1Cor: 10 y 1Jn: 3-7. La Iglesia no es una a través de un gobierno central, sino: «[E]s posible un centro común para todos porque ella deriva siempre del único Señor, que en el único pan hace de ella un solo cuerpo. Por eso su unidad es más profunda que cualquier unión humana. Cuando la Eucaristía se comprende en la plena intimidad de la unión de cada uno con el Señor, se convierte automáticamente también en sacramento social en grado sumo.»

  1. Dimensión escatológica

Ratzinger ve la liturgia cristiana básicamente como la liturgia de una promesa cumplida, pero también como una liturgia de esperanza en la que el nuevo templo está todavía en construcción. Es una liturgia de peregrinación que sólo se cumplirá al final de los tiempos. El siguiente texto ilustra muy bien la opinión de Ratzinger al respecto: “¡Finalmente, la esencia de la liturgia se resume en la oración exclamativa que San Pablo (1Cor 16,22) y la Didajé (10,6) nos han transmitido Maranatha -Nuestro Señor está aquí- Nuestro Señor, ven! Incluso ahora la Parusía se realiza en la Eucaristía, pero de este modo, nos hace tender la mano hacia el Señor que ha de venir; así, nos enseña a gritar: «Ven, Señor Jesús». Y nos permite una y otra vez escuchar la respuesta y experimentarla como verdadera: «Ciertamente, vengo pronto» (Ap 22: 17, 20)».

  1. La liturgia como Logiké latreia

El último principio nos lleva a la respuesta a la pregunta de qué se espera conseguir con el culto. Ratzinger desarrolló el importante concepto de la liturgia cristiana como verdadero culto como logiké latreia, rationabile obsequium.

El culto cristiano debe ser conforme al Logos y de ello se derivan determinadas consecuencias: «La relación con un texto, la racionalidad, la inteligibilidad y la sobriedad de la liturgia cristiana».

La Liturgia tiene carácter de «palabra». Esto no significa una reducción a la sola palabra como expresión de la razón: «El sacrificio es la «palabra», la palabra de la oración, que sube del hombre a Dios, encarnando toda la existencia del hombre y permitiéndole llegar a ser palabra (logos) en sí mismo. Es el hombre, conformándose al logos y convirtiéndose en logos por la fe, quien es el verdadero sacrificio, la verdadera gloria de Dios». De este modo, la filosofía griega de la palabra se introduce en el concepto y lo eleva a una unión mística con el Logos.

El Concepto de logiké latreia es visto también como un sacrificio en el que la palabra no es un mero discurso sino la transformación de nuestro ser en logos «Así el Canon, el «verdadero sacrificio» es la palabra del Verbo; en él habla aquel que, Verbo, es vida». El Canon es también el verdadero sacrificio y no la presentación de los dones.

Hay numerosas conclusiones prácticas y rúbricas que se derivan de estos principios, pero el Papa Benedicto XVI – Joseph Ratzinger se lamentaba a menudo de que los comentarios sobre su teología litúrgica se perdían a menudo en las minucias de las consideraciones rúbricas prácticas. Esperamos que este breve recuerdo de los principios fundamentales de su profundo legado teológico sea un pequeño homenaje a este gran pontífice que ha dejado un sello permanente en la historia de la teología y de la Iglesia.

 

El P. Edward McNamara, LC, es profesor de liturgia en la facultad de teología del Ateneo Pontificio Regina Apostolorum de Roma y colaborador, con una firma sobre liturgia, de la edición inglesa de ZENIT, que es de donde se tomó este artículo. La traducción al castellano fue realizada por el director editorial de ZENIT.

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Redacción Zenit

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