¿Por qué me odia Dios? Soledad artificial o cómo la búsqueda de sentido pasa por un teclado

No es de extrañar, por tanto, que mucho antes de la guerra, otro frente de batalla tuviera al mundo digital y a la Inteligencia Artificial como protagonistas: el de la recreación individual, pensada ante todo como sustituto del contacto humano real.

Print Friendly, PDF & Email
Share this Entry

Por: Simone Varisco

 

(ZENIT Noticias – Caffe Storia / Roma, 23.02.2023).- La función de autocompletar ofrecida por Google puede abrir una mirada a una realidad de nuestro tiempo. Pruébelo para creerlo. Basta con escribir «¿Por qué Dios?» en el cuadro de búsqueda del famoso sitio web y el más utilizado de entre los motores de búsqueda sugerirá diferentes posibles continuaciones, entre las más solicitadas por los internautas. Numerosas son las relativas a la teología y la Sagrada Escritura, desde «Por qué Dios eligió a María» y «Por qué Dios existe» hasta «Por qué Dios se encarnó» y «Por qué Dios destruyó Sodoma y Gomorra». Una decisión, esta última, que pone en tela de juicio temas de especial actualidad en los últimos tiempos.

¿Por qué me odia Dios?

Entre las muchas preguntas para las que los usuarios buscan respuesta acudiendo a la red, algunas son más llamativas que otras. «¿Por qué nos creó Dios?», «¿Por qué creó Dios el mundo?», «¿Por qué creó Dios al hombre y a la mujer?». Es más, si se desplaza la pregunta a un plano más personal con la ayuda de un par de pronombres reflexivos –me y nos–, el resultado es una instantánea de nuestro tiempo.

Entre las frases más buscadas están «¿Por qué Dios nos abandona?», «¿Por qué Dios nos hace sufrir?», «¿Por qué me hace esto?», «¿Por qué Dios nos pone a prueba?», «¿Por qué Dios nos quita a nuestros seres queridos?», hasta quizá el grito más amargo: «¿Por qué Dios me odia?».

Menos conflictiva, al menos en apariencia, es la relación con Jesús: entre las preguntas más tecleadas están «Por qué Jesús nos salvó» y curiosidades varias sobre el Evangelio, con las pocas excepciones de «Por qué Jesús me abandonó», «Por qué Jesús no me habla» y la legítima curiosidad literaria «Por qué Cristo se detuvo en Éboli».

Ampliando la búsqueda a otros idiomas, se descubre que dudas similares recorren la vida de los hispanohablantes («Porque Dios me odia», «Porque Dios me abandona», «Porque Dios me cree», «Porque Dios me castiga tanto»), los francófonos («Pourquoi Dieu m a abandonné», «Pourquoi Dieu me déteste») y los anglófonos, como se recoge en un artículo de la revista American Jesuit. Como nota positiva, parece haber más espacio para la esperanza en el mundo, al menos a primera vista («Pourquoi Dieu m’a choisi», «Pourquoi Dieu m’aime», «Porque Dios me ama»).

Búsqueda global de sentido

Aunque es plausible que los algoritmos de Google compartan información sobre las últimas tendencias de búsqueda de los usuarios a escala internacional y en distintos idiomas, el panorama no cambia en lo esencial: así como antaño el hombre confiaba sus inquietudes sobre su existencia a una mirada al cielo nocturno o al vuelo de los pájaros, hoy la búsqueda de sentido pasa –literalmente– por un teclado.

La soledad de la inteligencia artificial

Algo así como la imagen que acompaña a este artículo. Una figura solitaria, un rostro femenino parcialmente desfigurado e hinchado, una mirada que parece mirar hacia arriba. Fue generada específicamente para este artículo con el apoyo de una Inteligencia Artificial (Difusión Estable) a partir de la pregunta: «¿Por qué me odia Dios?». El resultado es una mezcla de violencia, soledad y necesidad desesperada de sentido.

Preguntas que siempre han pertenecido a la naturaleza del hombre, y que se han hecho aún más profundas y dolorosas tras años de pandemias y guerras en el mundo, el regreso de la amenaza atómica, las catástrofes naturales y las incertidumbres sobre el futuro del planeta, y las persistentes crisis sociales, económicas y laborales.

En la red de la duda

Es difícil comprender cómo se puede pasar, por una vía digital individual, de la duda a las certezas que salvan. Que, por su propia naturaleza, presuponen un encuentro. Un encuentro. La soledad, después de todo, parece ser la verdadera vencedora de nuestro tiempo.

No es de extrañar, por tanto, que mucho antes de la guerra, otro frente de batalla tuviera al mundo digital y a la Inteligencia Artificial como protagonistas: el de la recreación individual, pensada ante todo como sustituto del contacto humano real.

Aplicaciones que explotan la Inteligencia Artificial para hacernos parecer más deseables antes de lanzarnos a las redes sociales pueblan muchos de nuestros teléfonos móviles, junto con programas que imitan el confort de una conversación con un amigo, que ofrecen la ilusión –mediante la domótica– de una casa menos vacía a nuestro regreso, o que quisieran sustituir el calor de una mascota. Líneas de código que ocupan el lugar de trozos de vida vivida.

Print Friendly, PDF & Email
Share this Entry

Redacción Zenit

Apoya ZENIT

Si este artículo le ha gustado puede apoyar a ZENIT con una donación