Mons. Shen Bin. Foto: portaluz

El nuevo obispo de Shanghái: un punto de desencuentro entre China y Vaticano

La Santa Sede no fue informada de la decisión por las autoridades chinas de trasladar a Mons. Shen Bin, obispo de Haimen, a la diócesis de Shanghái. La noticia llegó a Roma por los medios de comunicación.

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(ZENIT Noticias / Roma-Pekín, 13.04.2023).- Mao Ning, portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores de China declaró la semana pasada que el gobierno chino y el Vaticano están en comunicación sobre el nombramiento de un nuevo obispo en Shanghái. Según el Vaticano, el nombramiento unilateral de este nuevo prelado parece una violación al pacto bilateral entre los dos Estados.

La Santa Sede no fue informada de la decisión por las autoridades chinas de trasladar a Mons. Shen Bin, obispo de Haimen, a la diócesis de Shanghái. La noticia ha llegado a Roma por los medios de comunicación. El comentario oficial del Vaticano, según informa AsiaNews, fue pedir inmediatamente una aclaración, aunque no dio una valoración del incidente.

Al consultar la Agencia Reuters a Mao Ning sobre la posición del Ministerio de Relaciones Exteriores de China a esta situación, Mao manifestó: “Estamos dispuestos a mantener el contacto con la parte vaticana para mantener el espíritu del acuerdo”. China y el Vaticano firmaron un acuerdo provisional para el nombramiento de obispos y Mao Ning insistió: “Las dos partes han mantenido una estrecha comunicación y el acuerdo está en buena implementación”.

El acuerdo entre la Santa Sede y China es secreto y se desconoce si menciona los traslados, que son comunes en la vida católica, aunque los obispos reciben siempre el nombramiento papal. El traslado del obispo Juan Pen Weizhao, auxiliar de la diócesis de Jiangxi, a Shanghái, debería haber sido más que informado, pues requiere la participación del Vaticano en el nombramiento. Se repite la situación del 26 de noviembre pasado, cuando la Santa Sede protestó por primera vez el traslado de un obispo a otra diócesis sin aprobación eclesiástica.

La sede episcopal de Shanghái es la Iglesia local de una gran metrópoli en el país, con historial y fuerte vida ante toda la comunidad católica china. Tiene 150.000 católicos, 40 parroquias y mucha actividad de los fieles locales. Su origen se remonta a Paulo Xu Guangqi, considerado el primer cristiano de la ciudad, mandarín de la corte Ming y discípulo de Matteo Ricci, quien invitó a predicar al jesuita Lazzaro Cattaneo en 1608. La primera iglesia de la ciudad se construyó en terrenos de la familia del barrio Xujiahui. Ahí se alza la catedral de San Ignacio, donde tuvo lugar la toma de posesión de Pen Weizhao.

También en Shanghái tuvo lugar el Concilio Plenario de la Iglesia china, convocado en 1924 por el Delegado Apostólico, monseñor Celso Costantini, momento crucial de la reflexión católica sobre la inculturación del cristianismo en China. Con la Revolución comunista, mons. Ignatius Kung Pin-mei, primer arzobispo chino en la sede, fue detenido por las autoridades el 8 de septiembre de 1955. Liberado tras 30 años de prisión, se exilió a Estados Unidos, donde murió en el año 2000. Durante su encarcelamiento, Juan Pablo II le nombró cardenal in pectore en el consistorio en 1979, como signo de cercanía a la Iglesia en China, nombramiento que se hizo público en 1991.

En la Revolución Cultural, el jesuita Aloysius Jin Luxian fue nombrado obispo de Shanghái por decisión autónoma de los organismos católicos leales al partido, quien en 2005 volvió a la comunión con el Papa. Murió en 2013 a los 97 años. Durante diez años la sede episcopal permaneció vacante, porque el obispo auxiliar Joseph Ma Daqin anunció su rechazo a mantenerse adscrito a la Asociación Patriótica en 2012, cuando fue ordenado obispo con el mandato del Papa. Fue recluido en el seminario adyacente al santuario mariano de Nuestra Señora de Sheshan, corazón de la devoción de los católicos de Shanghái y de toda China. Benedicto XVI invitó a los católicos chinos en 2007 con una carta a mirar este santuario. También instauró la Jornada Mundial de Oración por la Iglesia en China el 24 de mayo de cada año.

El nombramiento unilateral decidido por el gobierno chino de Monseñor Shen tiene carácter político en un país donde las autoridades rigen todos los aspectos de la vida de los ciudadanos.

El Vaticano no ha manifestado conformidad y se toma tiempo para evaluar la situación, sin agravarla. Este episodio muestra que el acuerdo con el gobierno chino funciona diferente al deseo de la Santa Sede y de los católicos chinos. La sede episcopal de Shanghái está vacante desde 2014 con el fallecimiento del obispo Joseph Fan Zhongliang, que era llamado “clandestino” por el gobierno.

Algunos sugieren que Thaddeus Ma podría ser restituido como obispo auxiliar. Es difícil anticipar si las autoridades políticas lo permitirán, aunque podría facilitar a la Santa Sede la aceptación de un traslado no acordado, y aplacar la amargura que se vive en el Vaticano.

Joseph Xing Wenzhi es otro obispo auxiliar de Shanghái, quien dimitió y desapareció de la vida pública a finales de 2011, considerado sucesor designado de monseñor Aloysius Jin. No fue ordenado coadjutor por la presencia simultánea del obispo Jin y el obispo clandestino Joseph Fan. La historia de Joseph Xing es confusa, pues se opuso a la política religiosa de las autoridades. Parece que fue desacreditado, víctima de calumnias y obligado a dimitir. Xing fue elegido por sus cualidades espirituales y morales, que quizás no han fallado, a pesar de la desafortunada circunstancia que provocó su dimisión. No es fácil su retorno a la escena eclesial, aunque merece respeto y rehabilitación por su difícil y sufrida historia.

El nuevo obispo Shen no es del agrado de la comunidad católica de Shanghái. Es el presidente de la Conferencia Episcopal China, organismo ilegítimo ante la Iglesia porque fue impuesto y es manipulable por las autoridades de la política religiosa en China. Es miembro de la Asamblea Consultiva Política del Pueblo Chino junto a otros 10 católicos. Se expresa públicamente a favor de la chinización de las religiones que inculcan los actuales dirigentes. Por otro lado, posee gran habilidad de trato con las autoridades políticas.

Los católicos de Shanghái y de toda China viven tiempos de sufrimiento y riesgo, incluso de muerte. Pero siguen unidos a Jesús y a la Iglesia. La oración de todos los católicos será un fuerte apoyo para su perseverancia en la esperanza y en la fe a Cristo Jesús.

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Rafael Llanes

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