Presentación de embajadores en la Santa Sede. Foto: Vatican Media

¿En qué consiste el papel positivo de un embajador? Papa lo explica a 5 nuevos embajadores

Discurso del Papa a los nuevos embajadores de Islandia, Bangladesh, Siria, Gambia y Kazajstán ante la Santa Sede.

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(ZENIT Noticias / Ciudad del Vaticano, 14.05.2023).- Por la mañana del sábado 13 de mayo el Papa recibió en el Palacio Apostólico del Vaticano las cartas credenciales de los nuevos embajadores de Islandia, Bangladesh, Siria, Gambia y Kazajstán ante la Santa Sede. El Papa se dirigió a los nuevos embajadores en italiano pero al finalizar el discurso se dio cuenta que ninguno de ellos tenía la traducción en inglés por lo que pidió disculpas:

Estimados embajadores, estimadas embajadoras, les pido disculpas porque leí el discurso pensando que ustedes tenían la traducción al inglés, desgraciadamente la secretaría no la preparó, asumo la responsabilidad y les pido disculpas. Luego les llegará. Gracias, a continuación el discurso íntegro en español:

***

Les doy una cordial bienvenida y me complace recibir las Cartas que les acreditan como Embajadores Extraordinarios y Plenipotenciarios de sus países ante la Santa Sede: Islandia, Bangladesh, Siria, Gambia y Kazajstán. Al transmitir mis saludos a sus respectivos Jefes de Estado, les ruego que les aseguren mi recuerdo en la oración por el cumplimiento de su servicio. Mi pensamiento se dirige en particular al amado pueblo sirio, que aún se está recuperando del violento terremoto ocurrido recientemente, en medio de los continuos sufrimientos causados por el conflicto armado.

Si observamos de cerca la situación actual en el mundo, incluso una mirada superficial podría dejarnos perturbados y desanimados. Pensamos en muchos lugares como Sudán, la República Democrática del Congo, Myanmar, Líbano y Jerusalén, que se enfrentan a enfrentamientos y disturbios. Haití sigue sufriendo una grave crisis social, económica y humanitaria. Y, por supuesto, está la guerra en curso en Ucrania, que ha provocado sufrimientos y muertes indecibles. Además, vemos cómo aumentan las migraciones forzosas, los efectos del cambio climático y un gran número de nuestros hermanos y hermanas de todo el mundo siguen viviendo en la pobreza debido a la falta de acceso a agua potable, alimentos, atención sanitaria básica, educación y trabajo digno. Hay, sin duda, un desequilibrio creciente en el sistema económico mundial.

¿Cuándo aprenderemos de la historia que los caminos de la violencia, la opresión y la ambición desmedida por conquistar tierras no sirven al bien común? ¿Cuándo aprenderemos que invertir en el bienestar de las personas es siempre mejor que gastar recursos en la construcción de armas letales? ¿Cuándo aprenderemos que las cuestiones sociales, económicas y de seguridad están interrelacionadas? ¿Cuándo aprenderemos que somos una familia humana, que sólo puede prosperar verdaderamente cuando todos sus miembros son respetados, cuidados y capaces de contribuir a su manera original? Hasta que no nos demos cuenta de ello, seguiremos viviendo lo que he llamado una tercera guerra mundial luchada a pedazos. Tal vez esta descripción parezca perturbar nuestra sensibilidad, especialmente nuestra satisfacción por los extraordinarios avances tecnológicos y científicos logrados o por los pasos ya dados para abordar los problemas sociales y seguir desarrollando el derecho internacional. Aunque todos estos logros son ciertamente encomiables, nunca debemos sentirnos complacientes o, peor aún, indiferentes ante el estado actual del mundo, ni dejar de velar por que todos nuestros hermanos y hermanas puedan beneficiarse de estos logros y avances.

Al mismo tiempo, también debemos mantenernos optimistas y decididos en nuestra creencia de que la familia humana puede afrontar con éxito los retos de nuestro tiempo. A este respecto, veamos el servicio que ustedes, queridos Embajadores, están llamados a prestar. Como bien sabéis, la función de Embajador es antigua y noble. Incluso fue incluida en las Escrituras cristianas por el Apóstol Pablo, cuando utilizó este término para describir a los heraldos de Jesucristo (cf. 2 Co 5,20). En efecto, el papel positivo del embajador está atestiguado en todas las épocas y en diferentes tipos de situaciones.

Si me lo permiten, quisiera compartir con ustedes algunas breves reflexiones al respecto.

Como hombre o mujer de diálogo, constructor de puentes, el embajador puede ser una figura de esperanza. Esperanza en la bondad última de la humanidad. Esperanza en que el terreno común es posible porque todos formamos parte de la familia humana. Esperanza en que nunca se dice la última palabra para evitar un conflicto o resolverlo pacíficamente. Esperanza de que la paz no sea una quimera. Mientras sigue sirviendo fielmente a su país de origen, el Embajador intenta dejar a un lado emociones superfluas y superar posiciones atrincheradas para encontrar soluciones aceptables. Y ciertamente no es una tarea fácil. La voz de la razón y los llamamientos a la paz suelen caer en saco roto. La actual situación mundial, sin embargo, no hace sino subrayar aún más la necesidad de que los Embajadores y sus colegas sean defensores del diálogo, campeones de la esperanza. La Santa Sede aprecia el importante papel que ustedes desempeñan, como lo demuestran sus esfuerzos diplomáticos a nivel bilateral y multilateral.

Por su parte, la Santa Sede, de acuerdo con su propia naturaleza y su misión particular, se compromete a proteger la dignidad inviolable de toda persona, a promover el bien común y a fomentar la fraternidad humana entre todos los pueblos. Estos esfuerzos, que no implican la persecución de fines políticos, comerciales o militares, se realizan mediante el ejercicio de una neutralidad positiva. Lejos de tratarse de una «neutralidad ética», especialmente ante el sufrimiento humano, esto confiere a la Santa Sede una posición bien definida en la comunidad internacional que le permite contribuir mejor a la resolución de conflictos y otras cuestiones.

A la luz de estas observaciones, confío en que habrá muchas oportunidades para que ustedes colaboren con la Santa Sede en cuestiones de interés común. A este respecto, puedo aseguraros que la Secretaría de Estado, junto con los Dicasterios y Oficinas de la Santa Sede, están más que dispuestos a entablar con vosotros un diálogo abierto y honesto, trabajando juntos por la mejora de la familia humana. Al iniciar este nuevo servicio, queridos Embajadores, invoco de buen grado sobre vosotros, vuestras familias, vuestros colaboradores diplomáticos y vuestro personal abundantes bendiciones divinas.

Traducción del original en lengua italiana realizada por el director editorial de ZENIT.

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Redacción Zenit

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