Por: Manuela Borraccino
(ZENIT Noticias – TerraSanta.net / Jerusalén, 29.05.2023).- La actual legislatura del Parlamento israelí «marca un retroceso histórico en la representación de las mujeres»: la coalición tiene una abrumadora mayoría de hombres, con sólo 9 mujeres de 64 miembros (14%) y en la Knesset sólo hay 29 mujeres de 120 diputados (24%), con sólo 6 mujeres de 30 ministros, tras el récord de nueve ministras en el Gobierno anterior.
Entre las pocas mujeres que han sido incluidas en las listas electorales, en puestos «marginales y poco realistas» –se quejan los juristas del Foro de Profesores de Derecho Israelíes para la Democracia– «algunas fueron elegidas precisamente por su oposición a los derechos de la mujer y a la igualdad, incluso por su éxito en boicotear proyectos de ley destinados a proteger a las víctimas de violencia sexual y a ofrecer respuestas a la violencia doméstica». Así lo confirmó la expulsión de la cámara de la Knesset de la recién nombrada ministra de Promoción de la Condición de la Mujer, May Golan (del Likud), conocida por sus posiciones de extrema derecha contra los inmigrantes y los derechos de la mujer, además de estar orgullosa de considerarse racista. La noche del 1 de mayo, pocos minutos después de jurar su nuevo cargo, la ministra agredió verbalmente a un diputado de la oposición que la criticaba, hasta que fue sacada de la cámara: una escena «increíblemente embarazosa incluso para los estándares de la caótica vida política israelí», según Haaretz.
«La falta de representación adecuada en el gobierno y en la Knesset asesta un duro golpe a la condición de la mujer en Israel y cabe esperar que afecte profundamente a sus vidas para peor». «Además», atacan las abogadas, «hay un intento de neutralizar el poder del poder judicial de forma que se reduzca la capacidad de las organizaciones de mujeres para luchar por sus derechos y obtener reparación en los tribunales», en violación tanto de la Convención de la ONU sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer (CEDAW), de 1979, como de la Resolución 1325 de la ONU, de 2000, sobre la inclusión de la mujer en los procesos de paz.
Las mujeres haredíes se abren paso en las profesiones
La mayor preocupación de los juristas israelíes son las mujeres haredíes y las árabes israelíes. Hoy en día, escriben, los ultraortodoxos ocupan altos cargos en las profesiones jurídicas, económicas y de comunicación. Pero persisten dos techos de cristal: el del ethos identitario central para las mujeres haredi del estudio de la Torá y el que les impide acceder a los partidos y a la política, a las instituciones y a los centros de decisión donde se forja el rostro de la sociedad ultraortodoxa. «Quizá precisamente como reacción a la “primavera” de la mujer haredi», reflexionan los juristas, «soplan vientos de restauración y exclusión en la sociedad ultraortodoxa como expresión de un extremismo religioso y una regulación del pudor sin precedentes, una tendencia que ahoga la esperanza y el espíritu de iniciativa». En este cambio de régimen», señalan, «las ultraortodoxas serán las más afectadas porque sufren una doble marginación: como mujeres y como miembros de una sociedad patriarcal, jerárquica y autoritaria que no reconoce los principios de igualdad y los derechos de la mujer».
En 2021, la población de los ultraortodoxos ascendía a 1.225.000: entre adultos y niñas, el número estimado de mujeres es de unas 600.000. La integración de las mujeres haredi en el mercado laboral israelí ha crecido rápidamente, también con el objetivo de hacer realidad el principio de una «sociedad de eruditos» en la que los hombres dediquen su vida al estudio de la Torá. Cada vez hay más mujeres haredíes en los medios de comunicación y en los sectores de alta tecnología e informática. En la década comprendida entre 2002 y 2011, la tasa de empleo entre las mujeres haredi era del 50%: en 2013 había aumentado al 68%.
El porcentaje de empleadas religiosas sigue siendo inferior al de las laicas: en 2014, las haredíes eran el 71% frente al 79,5% de las judías no haredíes. Sin embargo, la brecha se ha reducido aún más en los últimos años: además, las ultraortodoxas ya no son solo profesoras, sino que ahora están presentes en todas las facultades universitarias y en muchas profesiones terapéuticas, servicios sociales, oficinas de recursos humanos, psicología clínica, gráficos y diseño, contabilidad, recaudación de fondos y campañas.
No sólo ángeles del hogar
La entrada de la mujer haredí en el mundo laboral no podía dejar de provocar un vuelco también en la relación entre los cónyuges: ahora la mujer ya no es sólo el ángel del hogar, sino la que provee al sustento familiar y permite a su marido estudiar. No es de extrañar, señalan los juristas, que el extremismo y la exclusión que se han impuesto en los últimos años sean una reacción al poder y a las posiciones de influencia que han adquirido las mujeres en las últimas décadas. «Las mujeres», observan los juristas israelíes en el reciente trabajo al que hacíamos referencia, son vistas ahora como las responsables de los procesos de “secularización” que están teniendo lugar en la comunidad ultraortodoxa: su entrada en el mundo laboral ha ido inevitablemente de la mano de la entrada de la mundanidad en el enclave religioso. La consecuencia es esta «regimentación agresiva de la mujer y una radicalización religiosa sin precedentes».
Por eso los partidos ultraortodoxos y los hombres que los controlan no representan a las mujeres, la mitad de la población haredi, ni a esa parte de la población llamada «nuevos haredi» o «israelíes haredi». Desde hace años se libra una encarnizada lucha por la ampliación del sistema escolar ultraortodoxo oficial, que se espera que incluya muchas más asignaturas cruciales para muchos más niños ultraortodoxos que hasta ahora. Y ello por el dramático impacto que este sistema escolar tendrá para la economía israelí y su capacidad de recuperación futura, dado el importante porcentaje de licenciados ultraortodoxos en el total de la población israelí y las proyecciones demográficas de que los haredi serán un tercio de la población israelí en las próximas décadas. «El bajo nivel educativo de los haredi, su desvinculación del resto de la sociedad israelí y el hecho de que a una gran parte de los niños no se les enseñen asignaturas básicas fundamentales son cuestiones muy preocupantes, ya que suponen una amenaza para el progreso del país y de sus ciudadanos, incluidos los que pertenecen a la comunidad ultraortodoxa».
Violencia doméstica entre los árabes, pocas medidas para contrarrestarla
El documento del Foro de Profesores de Derecho Israelíes para la Democracia se cierra con un capítulo dedicado a las mujeres árabes israelíes, otra categoría fuertemente discriminada desde 1948. También se les aplica el análisis interseccional, es decir, la interdependencia de los diferentes tipos de dominación de los que son víctimas: como mujeres, como miembros de una sociedad patriarcal y como individuos pertenecientes a una minoría nacional desfavorecida. No es ningún misterio que el gobierno quiere restringir las actividades de las organizaciones de derechos humanos en las comunidades árabes, y en particular las de las asociaciones de mujeres árabes. A la segregación de las mujeres que se viene produciendo desde hace años bajo la presión de los judíos ultraortodoxos, se añade ahora la segregación etnorreligiosa entre árabes y judíos, que violará aún más los derechos de las mujeres.
Además del endurecimiento de los complicados trámites para la reagrupación familiar de palestinas casadas con ciudadanos israelíes, es preocupante que la violencia doméstica, los feminicidios y los llamados «crímenes de honor» entre árabes israelíes no sean perseguidos y castigados con el vigor reservado a los judíos israelíes. Mientras que el 94,3% de los casos son perseguidos entre los judíos israelíes, se lee, «sólo el 56% de los casos terminan en los tribunales cuando las víctimas son árabes israelíes: y mientras que entre los judíos la tasa de condenas es del 75%, entre los árabes es sólo del 34%; la pena media de prisión por feminicidios es de entre 14 y 18 años para los judíos, mientras que la media es de sólo 5,5 años para los árabes. Si se ampliara la jurisdicción de los tribunales rabínicos en materia de matrimonio y divorcio, es muy probable que la aplicación de la sharia también aumentara entre los árabes, en gran detrimento de las mujeres».
En conclusión: «la totalidad de las acciones, compromisos y cambios legislativos iniciados por el gobierno y la coalición con la reforma judicial», concluyen los juristas, «asestará un golpe mortal a los derechos de todas las mujeres de Israel y marcará una regresión de su condición de la forma más grave desde la fundación del Estado».
Traducción del original en lengua italiana realizada por el director editorial de ZENIT.