(ZENIT Noticias / Lisboa, 09.08.2023).- La tarde del sábado 5 de agosto miles y miles de jóvenes, además del Papa, escucharon el testimonio de un sacerdote portugués de 33 años: el padre Antonio Ribeiro de Matos. El testimonio giró en torno a los altos ideales de un joven que experimenta un llamado a más y el estira y afloja en la generosidad personal con Dios. Fue una de las dos narraciones que esa noche escucharon los participantes en la vigilia de la Jornada Mundial de la Juventud. Ofrecemos el testimonio en lengua española:
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La persona de Jesús siempre ha estado presente a lo largo de mi vida, empezando por la enseñanza y el testimonio de fe que recibí de mi abuela. En realidad, sin embargo, Cristo era a menudo sólo una buena referencia, pero no alguien con quien comparar mis caminos y mis sueños. Sin ser muy consciente de ello, tenía mis propios planes… los míos, no los de Él. Incluso llegué a pensar en los demás, a comprometerme en proyectos sociales y políticos que buscaban el bien común. Pero todo «era mío».
En la universidad, me inscribí en una semana de misión. Allí me acerqué más a Cristo y a la Iglesia, pero el sentido de mi vida seguía centrado en mí. Una tarde de agosto de 2011, mientras viajaba solo en el coche, me quedé dormido. Cuando desperté en la ambulancia -y a medida que fui tomando conciencia de la gravedad del accidente- me di cuenta de que podía haber muerto. Me di cuenta de que, si mi peregrinación en la Tierra terminaba en ese momento, mi vida «no merecía la pena». Esta sensación de que la vida pasaba de largo me hizo querer acogerla de otra manera y enfrentarme a preguntas que hasta entonces había evitado. Preguntas como: «Señor, ¿qué quieres que haga?». Y fue entonces cuando la alegría del encuentro con Cristo empezó a llenar mi corazón y a hacerme querer llevar esa alegría a los demás.
Y así, en 2012, entré en el seminario. Experimenté un camino de encuentro: encuentro conmigo mismo, pero sobre todo pude encontrarme con Cristo y con su Iglesia de una manera más verdadera. ¡Qué hermoso es este encuentro con Cristo y con la Iglesia! En mi fragilidad pude reconocer cuánto Jesús y la Iglesia me aman y caminan conmigo, y ha crecido el deseo de llevar esta experiencia a otros. En 2017, con mis dudas en el camino, dejé el Seminario. Pero Cristo no me ha abandonado, como no abandona a nadie. Fuera del Seminario seguí muy involucrado en actividades pastorales y tuve la oportunidad de ir a la Jornada Mundial de la Juventud en Panamá. Dios es fiel y usando mis pasos, que eran más o menos acertados, hizo un camino. Volví al seminario en 2019 y me ordené sacerdote en 2021 para intentar llevar a otros la alegría de encontrar a Cristo, de ser encontrado por Él. Una alegría que no es pasajera, una alegría que me ofrece el Cielo.