Michael Cook
(ZENIT Noticias – BioEdge / 16.12.2023).- «Es importante que la gente sepa que el aborto no causa problemas de salud mental», declaró el año pasado Debra Mollen, de la Texas Woman’s University, a laAmerican Psychological Association. «Lo que es perjudicial es el estigma que rodea al aborto, la falta de conocimiento sobre él y la falta de acceso».
La relación entre el aborto y la depresión es uno de los temas más controvertidos de toda la medicina, por lo que es poco probable que el consenso estadounidense se vea perforado por un estudio. Pero una reciente revisión sistemática y meta-análisis en BMC Psychiatry afirma que, a nivel mundial, la prevalencia de la depresión postaborto es del 34,5%, más de una de cada tres mujeres.
Quizá la diferencia se deba a que los seis coautores son etíopes. Afirman que su artículo es «el primer metaanálisis global de la literatura sobre la depresión postaborto, según el leal saber y entender de los investigadores».
Sus conclusiones son provisionales, ya que se basan en regiones geográficas y no en países, y tampoco en todas las regiones. «Los continentes de Norteamérica, Sudamérica y la Antártida no se incluyeron debido a la escasez de bibliografía disponible», explican. No es sorprendente que las estadísticas sobre el aborto en la Antártida sean escasas, pero ¿en Norteamérica y Sudamérica? Quizá los investigadores estadounidenses decidieron que no es un tema del que merezca la pena preocuparse.
En cualquier caso, América del Norte y América del Sur no tienen nada que hacer en materia de población mundial. Asia, África y Europa concentran el 87% de la población mundial y la mayoría de los abortos.
Lo que descubrieron los investigadores etíopes es que la depresión postaborto es más frecuente en la región del Mediterráneo Oriental y en Asia. La depresión es mucho más frecuente en los países de renta baja y media (42,91%) que en los de renta alta (24,9%). «Esta disparidad puede atribuirse al bajo estatus social de los individuos, que puede impedir el acceso a recursos intangibles como la seguridad, las oportunidades y la educación, independientemente de sus niveles objetivos de ingresos cuando residen por debajo de los estándares materiales de la sociedad», escriben. «Se cree que la pérdida de ciertos tipos de capital social contribuye a la disfunción familiar, los problemas de salud y los trastornos del estado de ánimo».
Existe una gran variación entre regiones. Asia tuvo la mayor prevalencia de depresión postaborto (37,58%), seguida de Europa (32,69%), África (34,1%) y Australia (30%). La región del Mediterráneo oriental tuvo la prevalencia más alta (38,94%), mientras que la región europea tuvo la más baja (32,69%).
Estas estadísticas resultan desconcertantes a la luz de la vehemencia con que los grupos proabortistas estadounidenses niegan que el aborto desencadene nunca problemas de salud mental. La explicación puede tener algo que ver con las palabras «deseado» y «no deseado». La APA afirma que «someterse a un aborto deseado no provoca problemas psicológicos significativos, a pesar de las creencias en sentido contrario». Aunque esto sea cierto en Estados Unidos, ¿acaso todas las mujeres del mundo desean abortar? Según el Instituto Guttmacher, un grupo de reflexión sobre el derecho al aborto, «Aproximadamente 121 millones de embarazos no deseados se produjeron cada año entre 2015 y 2019. De estos embarazos no deseados, el 61% terminaron en aborto. Esto se traduce en 73 millones de abortos al año» – y alrededor de 25 millones de mujeres que sufren depresión.
Es necesario debatir más ampliamente este documento etíope. Los principales medios de comunicación parecen haberlo ignorado.
Traducción del original en lengua inglesa realizada por el director editorial de ZENIT.