(ZENIT Noticias / Los Ángeles, 11.01.2024).- Varios millones de embriones por fecundación in vitro no utilizados se encuentran almacenados en todo el mundo, grupo vulnerable de seres que pueden recibir abusos, falta de respeto y carencia de derechos.
La Corte Suprema de USA otorgó en 2022 a los niños no nacidos iguales derechos que a los niños nacidos, al pronunciarse sobre el caso Dobbs v. Jackson Women’s Health Organization. También eliminó la protección federal para este procedimiento de fecundación y algunos Estados introdujeron leyes que dieron personalidad a los niños no nacidos. Cristianos y otros defensores provida vieron la decisión como un punto de inflexión en la lucha contra el aborto en Estados Unidos.
Hannah Strege fue concebida mediante fecundación in vitro durante 1996, congelada durante dos años con otros 19 hermanos que fueron adoptados en forma embrionaria por John y Marlene Strege. Fueron enviados por mensajería a una clínica de fertilidad local, aunque Hannah fue el único embrión que sobrevivió al proceso de descongelación, se implantó en el útero de Marlene y nació en diciembre de 1998.
Los autores del escrito “Amici curiae Hannah” fue presentado en julio de 2021 ante la Corte Suprema para el caso Dobbs, donde resaltaba la personalidad fetal en las primeras etapas del desarrollo: «El bebé se crea en un laboratorio y se transfiere a un útero. El bebé contiene todos los componentes de una vida separada que puede llegar a desarrollarse plenamente, [desde] el momento de la fecundación. El embrión congelado vive fuera del útero de su madre, “aunque con ayuda artificial” (…). La vida de Hannah es una prueba contundente de este hecho».
Hannah no es la primera humana que nació de un embrión donado. Parece que el primer caso ocurrió en 1984, aunque Hannah es el caso más conocido porque nació en el momento fuerte del debate sobre la investigación con células madre embrionarias, entre finales de los años 90 y principios de los 2000. Después, Hannah fue presentada en el programa de radio nacional de “Enfoque a la Familia” con James Dobson, cuando tenía cinco meses de edad, como parte del activismo de la familia Strege en pro de la adopción de embriones.
John Strege escribió en su libro de memorias “A Snowflake Named Hannah”: “Estábamos a la vanguardia de un movimiento de adopción de embriones que comenzó a permitir que muchos otros embriones almacenados y congelados tuvieran las mismas oportunidades que Hannah tuvo (…), obligados a defender a aquellos que no pueden hablar por sí mismos, como nos indica la Biblia, y nos comprometimos a hacerlo”.
Hannah ha crecido, así como la industria de la fertilidad: el número de embriones congelados almacenados en los Estados Unidos ha aumentado de unos 100 000 en 1997 a millón y medio en la actualidad. Las parejas británicas congelan 100 000 embriones al año y Australia 30 000 en solo 2022.
El almacenamiento de embriones es costoso, requiere supervisión y controles. Son considerados propiedad personal: destruirlos o manejarlos mal trae graves responsabilidades. Muchos cristianos creen que la vida comienza en el momento de la fecundación y su almacenamiento durante décadas provoca que sean abandonados, muchos progenitores desconocen el uso que se les da o pasan al uso de pruebas científicas. Según Kara Bettis Carvalho en Christianity Today, el caso de Hanna plantea que, si la ley da personalidad a los fetos los bebés, ¿que impide dársela a los embriones congelados?