(ZENIT Noticias / Ciudad del Vaticano, 12.01.2024).- Papa Francisco abrió este viernes 12 de enero la décima Asamblea Anual del Toniolo Young Professional Association con una audiencia a los becarios en el Palacio Apostólico de la Ciudad del Vaticano.
Desde 2014 el Instituto Toniolo, entidad fundadora de la Universidad Católica del Sagrado Corazón, ha puesto en marcha un ambicioso Programa de Becas para graduados de la Universidad en colaboración con las Representaciones Pontificias ante las Naciones Unidas, sus Agencias Especializadas, Organizaciones Internacionales y Dicasterios. Los beneficiarios, recién licenciados por la Universidad Católica, tienen garantizado un periodo de formación en el puesto de trabajo gracias a su inclusión en la plantilla de las Misiones de Ginebra, Nueva York, Viena, París, Roma y Estrasburgo. Hasta la fecha, 71 becarios han realizado la experiencia en la ONU, la FAO, la UNESCO y el Consejo de Europa. En los últimos años, para apoyar el proyecto, el Instituto Toniolo ha podido contar con el apoyo de la Fundación Arvedi-Buschini para sufragar parcialmente los gastos.
Ofrecemos a continuación, con traducción de ZENIT al castellano, el discurso que el Papa pronunció en italiano:
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Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días y bienvenidos!
La colaboración del Instituto Toniolo con los Dicasterios de la Curia y con las Representaciones pontificias comprometidas en las Naciones Unidas cumple ya diez años, y es muy valiosa. Gracias, por tanto, por vuestro servicio y vuestro compromiso, y gracias a todos los que lo promueven y apoyan; sé que recientemente también la Fondazione Arvedi participa en este proyecto de fundamental importancia, permitiendo aumentar el número de becarios. ¡Gracias a todos!
Es maravilloso que cada uno de vosotros pueda adquirir experiencia en contacto con el ministerio petrino, a través del trabajo con instituciones internacionales y madurando una experiencia de fe vivida, de vida cristiana que afronta los desafíos actuales del mundo. Pero vuestra presencia también hace mucho bien a nuestras instituciones, en las que aportáis un soplo de aire fresco, la capacidad de soñar, el deseo de mirar lejos.
Hoy, en cambio, parece extenderse lo que algunos llaman el «pensamiento corto»: un pensamiento hecho de pocos caracteres, que se quema rápidamente; un pensamiento que no mira hacia arriba ni hacia adelante, sino sólo aquí y ahora, fruto de las necesidades del momento; un pensamiento que no mira a la historia, que no tiene en sí legado histórico; un pensamiento que se mueve por instinto y se mide por instantes; que, hecho de emociones y comprimido en pocas palabras, parece sustituir al pensamiento ya «débil» de la postmodernidad. Y este es el drama del posmodernismo: el pensamiento débil. Frente a la complejidad de la vida y del mundo, este pensamiento «corto» lleva a generalizar y criticar, a simplificar y amañar la realidad, en pos de los propios intereses inmediatos y no del bien de los demás y del futuro de todos. Me preocupa cuando oigo hablar de jóvenes atrincherados detrás de una pantalla, cuyos ojos reflejan luces artificiales en lugar de dejar brillar su creatividad. Sí, porque ser joven no es tener el mundo en las manos, sino ensuciarse las manos por el mundo; es tener una vida para gastar, no para almacenar o archivar.
Os veo y creo que vuestra pasión y vuestro compromiso son antídotos contra el pensamiento corto; porque vosotros, contra la tentación de adaptaros a las cosas que pasan, tenéis en mente cultivar una mirada alta, que busca las estrellas, no el polvo. Esta es la verdadera mirada de los jóvenes. Pero tantos de ellos parecen, si me permitís la expresión, «exprimidos»: convertidos en objeto de actuaciones cada vez más exigentes, corren el riesgo de ver secarse el jugo de la vida, esa ensoñación inquieta que pide ser liberada de sus corazones. Sueño inquieto. Te pregunto -pero no respondas en voz alta- ¿sueñas? ¿Tenéis inquietud en vuestros pensamientos, en vuestros corazones? ¿Sois inquietos o sois jóvenes ya «jubilados»? No lo olvidéis: soñad inquietos. Es triste ver a los jóvenes abúlicos y anestesiados, estirados en los sofás en vez de ocupados en las escuelas y en las calles, inclinados sobre sus pantallas en vez de sobre un libro o un hermano necesitado. Es triste. Jóvenes profesionales por fuera y apagados por dentro, exprimidos por el deber, se refugian en la búsqueda del placer. Todos necesitamos la creatividad y el impulso que sólo vosotros, los jóvenes, podéis darnos: en vuestras manos están la creatividad y el impulso, vuestra sed de verdad, vuestro grito de paz, vuestra visión del futuro, vuestras sonrisas esperanzadas. Necesitamos estascosas. Me gustaría deciros: llevad esto allí donde trabajáis, arriesgándoos sin miedo. Porque los jóvenes son las palancas que renuevan los sistemas, no los engranajes que deben mantenerlos vivos.
Así que no retengan lo bueno que son, no tengan miedo de arriesgarse, por favor, arriésguense, si ustedes no se arriesgan ¿quién lo hará? Porque es haciendo un don de vosotros mismos como descubriréis dones, dones únicos y preciosos. En el contexto occidental vivimos rodeados de regalos y obsequios, de tantas cosas a menudo inútiles, inmersos en productos fabricados por el hombre que nos hacen perder el asombro por la belleza que nos rodea. Piensa: ¿he perdido la capacidad de asombro? Asombro… Cuando un joven pierde la capacidad de asombro, ¡ya está jubilado! Más bien, la creación nos invita a ser creadores de armonía y belleza a nuestra vez; a salir de la dependencia de lo virtual, del mundo hipnótico de las redes sociales que anestesia el alma, para ofrecer a los demás algo nuevo y bello. Una búsqueda que te fascina, una oración hecha desde el corazón, una indagación que te estremece, una página que regalas a los demás, un sueño por realizar, un gesto de amor para quien no puede corresponder… Esto es crear, esto es asimilar el estilo con el que Dios hizo el mundo, el estilo de la gratuidad, que te saca de la lógica del ‘hago para tener’ y del ‘trabajo para ganar’. Creativos para abrir atisbos de novedad en un mundo que se contenta con las ganancias. Así seréis revolucionarios.
La vida pide ser dada, no gestionada. Os puede ayudar en esto el testimonio del Beato Giuseppe Toniolo, que sacó de la fe la belleza de vivir y afrontó sin miedo los problemas de su tiempo para dar un rostro humano a la economía. Es bueno que también vosotros os dejéis interpelar por la realidad, redescubriendo y repensando la fe para extraer de ella riquezas incalculables para un futuro mejor.
Quisiera concretar estas ideas en torno a un tema urgente, el de la paz. Una mirada a la actualidad hace que parezca lejana esa aspiración al bien, a la concordia, a la convivencia pacífica entre los pueblos, de la que siempre ha sido vehículo la actividad diplomática. Sin embargo, tanta diplomacia parece haber olvidado su naturaleza de recurso llamado a salvar el abismo cada vez más profundo en las relaciones entre las naciones. La vemos perseguir los hechos sin esa fuerza preventiva, ese soñar-hablar-arriesgar por la paz que frena el recurso a las armas. Y así, las guerras son el resultado de relaciones de poder prolongadas, sin un principio definido y sin un final definido. Pero, ¿dónde están las aventuras audaces, las visiones atrevidas? ¿Dónde están? Esta política -digamos- de destrucción, esta política de guerra… Preguntémonos: ¿dónde están las empresas audaces, las visiones audaces? ¿Y de quién pueden venir, si no es de corazones jóvenes e intrépidos que acogen el bien en su interior y captan el Evangelio tal como es, para escribir nuevas páginas de fraternidad y de esperanza? Esta es vuestra profesión, vuestra vocación.
Cuántas otras cuestiones, como la economía, la lucha contra el hambre, la producción y el comercio de armas -¡esto es malo! – la cuestión climática, la comunicación, el mundo del trabajo, y tantos otros, necesitan renovación y creatividad? Os confío estos sueños como un anciano que se emociona al ver vuestros rostros jóvenes; y pienso cuánto más se emociona al mirarte a ti Jesús, Él que siempre tiene un corazón joven y que ha llamado a los jóvenes a seguirle. En Él renuevo mi agradecimiento por vuestro servicio y os bendigo. Y os pido, por favor, que recéis por mí, ¡a favor, no en contra! Gracias.
Traducción del original en lengua italiana realizada por el director editorial de ZENIT.