La Sociedad del Verbo Divino (verbitas) se trata de una congregación misionera de origen holandés con 5,833 miembros

La Sociedad del Verbo Divino (verbitas) se trata de una congregación misionera de origen holandés con 5,833 miembros Foto: Vatican Media

2 aspectos de la misión y 3 urgencias actuales según el Papa Francisco

Discurso del Papa Francisco a los participantes en el Capítulo General de la Sociedad del Verbo Divino (verbitas)

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(ZENIT Noticias / Ciudad del Vaticano, 28.06.2024).- Por la mañana del viernes 28 de junio, el Papa recibió en audiencia, en la Sala Clementina del Palacio Apostólico, a los participantes en el Capítulo General de la Sociedad del Verbo Divino (verbitas). Se trata de una congregación misionera de origen holandés con 5,833 miembros. Ofrecemos a continuación la traducción al castellano de las palabras del Papa. La traducción es de ZENIT:

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Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días y bienvenidos!

Saludo ante todo al Superior General, nombrado arzobispo de Ende, en Indonesia.

Han escogido un tema sugerente para el Capítulo General: «“Que brille vuestra luz ante los hombres” (Mt 5,16): discípulos fieles y creativos en un mundo herido». El Capítulo es un momento de reflexión sobre el carisma y la misión de una congregación, y dado que ustedes son la Sociedad del Verbo Divino, en estos días regresan a la fuente de su identidad que es el Señor, Palabra de salvación.

La Palabra genera, da vida, inspira, motiva: es el punto focal de su misión. La Palabra, que en Jesús se hizo carne, mostró el rostro del Padre, su amor misericordioso. Así, el Verbo encarnado se convirtió en la luz del mundo; y a sus discípulos les dijo: «Que brille vuestra luz ante los hombres» (Mt 5,16). ¿Cómo es posible esto? Estando con Él y yendo, permaneciendo en su amor y testimoniándolo. Esta es la vía que lo hace posible. «La evangelización requiere la familiaridad con la Palabra de Dios» (Evangelii gaudium, 175). Y esta, hermanos, es la fuente de la que siempre nacen y renacen como discípulos fieles y misioneros creativos. Detengámonos un momento en estos dos aspectos.

Discípulos fieles.

Todos los bautizados están llamados a ser discípulos misioneros, y la fidelidad a esta vocación es nuestro compromiso, siempre con la gracia de Dios. El discípulo fiel se reconoce por la alegría del Evangelio que trasluce en su rostro, en su estilo de vida, con el que transmite a los demás el Amor que él primero ha recibido y recibe cada día. Experimentar el Amor trinitario y alimentar la llama del Espíritu es el valor central para crecer como discípulos y religiosos misioneros. Es esta llama la que diariamente nos renueva, purificándonos y transformándonos, mientras caminamos con nuestros pecados y en medio de las seducciones del mundo, pero valientes y confiados en la misericordia de Dios, que siempre perdona: y nosotros debemos perdonar siempre. Nunca negar una absolución: perdonar siempre.

Misioneros creativos.

¿De dónde viene su creatividad? La buena, sana, no la aparente, que siempre es autoreferencial y mundana. En cambio, la misión sana viene de la Palabra y del Espíritu, es decir, de Cristo vivo en ustedes, que los hace partícipes de su misión. Es Él quien atrae los corazones, no nosotros. Es el Espíritu el protagonista, y nuestro “arte” es trabajar con todas las fuerzas, empleando todos nuestros talentos, con la certeza de que siempre es Él quien actúa, Él quien crea, y nuestro actuar es docilidad, es instrumento, es “canal”, reflejo, transparencia… Ustedes operan en 79 países: están allí para anunciar el Evangelio y «hacer presente en el mundo el Reino de Dios» (Evangelii gaudium, 176). Esto – lo saben bien – se hace compartiendo la alegría más que imponiendo obligaciones. Las actividades misioneras creativas nacen del amor por la Palabra de Dios; la creatividad nace de la contemplación y del discernimiento. Y aunque es buena la acción creativa personal, la comunitaria es mejor para la unidad y la fuerza de la Iglesia.

Queridos hermanos, les agradezco porque sus “líneas” capitulares me permiten subrayar también algunas urgencias actuales.

La primera: ser constructores de paz. El mundo está herido por conflictos, guerras, destrucción, incluso la destrucción del medio ambiente, violencia contra la vida y la dignidad humana, ideologías fundamentalistas y otras plagas, muchas. La paz es el grito de la gente: escuchemos este grito y convirtámonos en constructores de paz. Jesús Resucitado repitió varias veces a los Apóstoles: «La paz sea con vosotros» (Jn 20,19.21.26). Quiere que sean sembradores de paz. «La paz sea con vosotros». Y luego dijo: «Como el Padre me ha enviado, así también yo os envío» (v. 21). Llevemos a todos la paz de Cristo, especialmente a los pobres, a los migrantes – ¡sufren tanto! –, a las mujeres discriminadas, a los niños, a los excluidos. Dios escuchó el clamor del pueblo esclavo (cf. Ex 3,9); no cerremos los oídos al clamor de los esclavos de hoy, y seamos creativos en la construcción de la paz.

La segunda urgencia: ser esperanza para cada cultura. Ustedes deben ser esperanza para cada cultura. En vísperas del año jubilar, en un mundo herido, nuestras comunidades deben convertirse en signos de esperanza. Y esto es una profecía. Esto significa, antes incluso que dar esperanza, ser esperanza, ejerciendo el carácter que nos viene del Bautismo, de ser esperanza. Para ustedes, la consagración según el carisma originario viene a confirmar y fortalecer el don bautismal y se convierte en compromiso de testimonio, en los diversos contextos sociales y culturales en los que se encuentran. “Ser esperanza profética para cada cultura”. ¡Es un hermoso desafío este! Solo la Iglesia puede responder a él, porque desde el principio está animada por el Espíritu de Pentecostés.

Me gusta leer en el Libro de los Hechos de los Apóstoles: ¿qué hace el Espíritu Santo? Hay confusión, todos hablan, pero ¡todos se entienden! Muchas veces, en las confusiones el Espíritu lleva a la Iglesia adelante. No tengan miedo a los conflictos. No creen conflictos, pero no tengan miedo a los conflictos, no tengan miedo a la confusión de la cultura actual. El Espíritu puede entrar allí. “Ser esperanza para cada cultura”. Ustedes son expertos en interculturalidad, es una de las consecuencias de su carisma, hacerse expertos en interculturalidad. A lo largo de los años han aprendido a vivir la misión respetando cada cultura y cada pueblo. Pero se necesita discernimiento. Hoy, a través de Internet y las redes sociales, se corre el riesgo de aceptar todo indiscriminadamente, influyendo en el estilo de vida y los valores de las personas. En cambio, San Juan Pablo II dijo: «Suscitar una nueva cultura del amor y de la esperanza inspirada por la verdad que nos hace libres en Cristo Jesús. Este es el objetivo de la inculturación» [Discurso a los participantes en la Plenaria del Pontificio Consejo de la Cultura (10 de enero de 1992), 10]. Se necesita discernimiento: pidan al Espíritu Santo esta gracia del discernimiento.

Tercer aspecto de actualidad: ser misioneros de la sinodalidad. La Iglesia que “sale” está abierta a los demás. Es una comunidad acogedora e incluyente donde el Señor vive y el Espíritu está activo. La Iglesia que sale es extrovertida, mientras que una Iglesia sectaria es introvertida. ¡Siempre abiertos, con el corazón en la mano! Hoy esta Iglesia debe crecer con un enfoque sinodal, escuchando a todos, dialogando con todos y discerniendo en el Espíritu Santo cuál es la misión. La sinodalidad no es una moda, «es de por sí misionera y, viceversa, la misión es siempre sinodal» (Mensaje para la Jornada Mundial de las Misiones, 20 de octubre de 2024). Por lo tanto, les animo a promover la sinodalidad en cada aspecto de su vida: permitan que cada comunidad crezca y disfrute de un estilo sinodal en el que todos se sientan escuchados y acogidos. Finalmente, hagan lo que el Espíritu dice, pero es importante el proceso en el que el Espíritu se mueve de manera delicada, entre la gente sencilla y en los lugares más alejados.

Queridos hermanos, en 2025 celebrarán el 150º aniversario de la fundación de la Sociedad del Verbo Divino. En sus corazones vibra la gratitud a Dios por su inmenso amor, que les ha impulsado a ir a todas partes del mundo a predicar la Palabra y a difundir el amor de Dios, a formar comunidades, a servir a los pobres, a buscar la justicia para la gente, la educación y la emancipación, a cuidar el medio ambiente. Con este espíritu de gratitud reflexionen sobre cómo compartir hoy la alegría de la resurrección de Jesús de manera creativa. San Arnold Janssen supo discernir la voluntad de Dios y hizo caminar a la Sociedad según el Espíritu: ¡este es el carisma de un fundador! Hoy les toca a ustedes, siguiendo este carisma, con su ejemplo y su intercesión, hacer el discernimiento comunitario y dar pasos valientes en la humildad y la confianza en Dios. Gracias por lo que son y por lo que hacen. Les bendigo de corazón. Y por favor, no se olviden de rezar por mí. Gracias.

Traducción del original en lengua italiana realizada por el director editorial de ZENIT.

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Redacción Zenit

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