(ZENIT Noticias / Dali-Changi, 11.09.2024).- En la mañana del 11 de septiembre, el Papa Francisco concluyó su visita a Timor Oriental con un emotivo encuentro con los jóvenes del país, seguido de una ceremonia de despedida que destacó la cálida hospitalidad de la nación. El encuentro con los jóvenes, que tuvo lugar en el Centro de Convenciones de Dili, fue uno de los momentos culminantes finales de su viaje apostólico, y subrayó la conexión duradera del Papa con la próxima generación.
Un vibrante encuentro juvenil
A las 9:50 a. m., hora local, el Papa Francisco llegó al Centro de Convenciones, donde fue recibido por el padre Francisco Indra Tey Seran, presidente ejecutivo de la Comisión Nacional de Jóvenes Católicos de Timor Oriental. Un grupo de jóvenes recibió al Papa con flores y un tradicional tais, el pañuelo colorido que tiene un profundo significado cultural en Timor Oriental.
Antes de dirigirse a la multitud reunida, el Papa Francisco hizo una pausa para orar un momento frente a una estatua de la Virgen María y dejó un tributo floral. El ambiente dentro del centro era electrizante, con una actuación de danza tradicional que dio inicio al evento. Cuatro jóvenes compartieron sus historias personales, ofreciendo testimonios de fe, lucha y esperanza.
En su discurso, el Papa Francisco habló con espontaneidad, involucrando a los jóvenes en un diálogo. Sus palabras transmitían un mensaje de aliento, instándolos a abrazar su fe y convertirse en agentes de cambio en sus comunidades. La interacción del Papa con los jóvenes no fue solo un discurso sino una conversación, un reflejo de su creencia en la importancia de escuchar las voces de los jóvenes.
Al concluir la reunión, dos jóvenes le regalaron al Papa Francisco palomas, símbolos de la paz, que él soltó al cielo. El simbolismo fue poderoso, un recordatorio del llamado del Papa a la armonía y la comprensión en un mundo a menudo marcado por la división. Antes de partir, se tomó un momento para saludar a la multitud de jóvenes que habían esperado afuera del lugar, con sus rostros radiantes de emoción.
Salida de Timor Oriental
La ceremonia de despedida en el Aeropuerto Internacional Presidente Nicolau Lobato fue un momento de reflexión sobre la visita del Papa. El Presidente José Ramos-Horta recibió personalmente al Papa Francisco en la sala VIP para un breve pero cálido encuentro. Los dos líderes intercambiaron palabras de gratitud y respeto mutuo, y el Papa expresó su profundo agradecimiento por la hospitalidad recibida durante su estadía.
Antes de embarcar en un A320 de Aero Dili con destino a Singapur a las 12:25 p.m., el Papa Francisco se reunió con funcionarios locales y miembros de la delegación timorense. Su partida estuvo marcada por la misma calidez que había caracterizado toda su visita. Poco después de despegar, el Papa envió un telegrama al Presidente Ramos-Horta, ofreciendo sus oraciones por la paz y la solidaridad con el pueblo de Timor Oriental.
Una cálida bienvenida en Singapur
Al llegar al Aeropuerto Internacional Changi de Singapur a las 14:52 horas, el Papa Francisco fue recibido por Edwin Tong, Ministro de Cultura, Comunidad y Juventud de Singapur, y la Embajadora Ang Janet Guat Har. En un momento emotivo, los niños locales le regalaron flores al Papa, marcando el comienzo de su breve pero significativa estadía en la ciudad-estado.
Luego, el Papa se dirigió al Centro de Retiros San Francisco Javier, donde fue recibido por el personal para una reunión privada con miembros de la Compañía de Jesús. Esta reunión, programada para las 18:15 horas, destacó el compromiso continuo del Papa de interactuar con sus compañeros jesuitas y reflexionar sobre las necesidades espirituales y pastorales de la comunidad.
Un viaje arraigado en la fe y la solidaridad
La visita del Papa Francisco a Timor Oriental fue una profunda expresión de unidad, fe y paz. Desde sus encuentros íntimos con niños y jóvenes hasta la gran misa a la que asistió casi la mitad de la población del país, el mensaje del Papa resonó profundamente. Su partida dejó una huella indeleble en el pueblo de Timor-Leste, que lo acogió no sólo como un líder religioso sino como un símbolo de esperanza y compasión.
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