Gianni Valente
(ZENIT Noticias – FIDES / Roma, 15.09.2024).- «Estoy contento del diálogo con China, el resultado es bueno, incluso para el nombramiento de obispos estamos trabajando con buena voluntad». Así se expresó ayer el Papa Francisco al hablar del diálogo entre el Gobierno chino y la Santa Sede, durante la conversación con los medios de comunicación que tuvo lugar durante el vuelo que le trajo de vuelta a Roma desde Singapur.
En la prensa internacional, este diálogo, y el Acuerdo Provisional que es un importante instrumento del mismo, no están exentos de críticas. Sin embargo, si uno se atiene a los hechos, el juicio papal es un acto de simple realismo cristiano.
Algunos datos
Para valorar correctamente las palabras del Papa Francisco ante la pregunta planteada por Stefania Falasca para el diario online chino Tianou Zhiku, vale la pena tener en cuenta algunos datos recientes. Y también es importante no olvidar nunca el pasado que ha precedido la fase histórica actual.
Desde el 22 de septiembre de 2018, día de la firma del Acuerdo Provisional, todos los obispos católicos de la República Popular China están en plena y pública comunión jerárquica con el Papa. No ha habido ordenaciones episcopales ilegítimas, es decir, celebradas sin el consentimiento papal, que habían lacerado gravemente la comunión eclesial entre los católicos chinos desde finales de la década de 1950.
En los últimos seis años, marcados también por una fase de contactos enrarecidos en las relaciones entre las partes durante el tiempo de la pandemia, en China han tenido lugar 9 nuevas ordenaciones episcopales católicas. En el mismo periodo de tiempo, 8 obispos llamados «no oficiales», que habían sido consagrados en el pasado fuera de los protocolos impuestos por los aparatos chinos, han pedido y obtenido el reconocimiento público de su función también por parte de las autoridades políticas de Pekín (uno de ellos, el anciano Peter Lin Jiashan, obispo de Fuzhou, falleció más tarde, en abril de 2023). De este modo, el número de diócesis chinas vacantes ha iniciado a disminuir gradualmente.
En 2018 y luego en 2023, dos obispos de la República Popular China participaron en las Asambleas del Sínodo de los Obispos en Roma. En décadas anteriores, ningún obispo de China continental había podido asistir al Concilio Vaticano II y a las Asambleas Generales del Sínodo de los Obispos, instancias en las que se manifiesta la comunión de toda la Iglesia católica.
En los últimos años, grupos de católicos de China continental han participado en la Jornada Mundial de la Juventud en Lisboa. Peregrinos chinos han visto en directo al Sucesor de Pedro en Roma y durante sus Visitas Apostólicas a Tailandia, Mongolia y Singapur.
Varios obispos chinos también han podido participar en encuentros, conferencias y momentos de comunión eclesial en Europa y América.
Han aumentado las oportunidades de iniciar procesos de reconciliación en comunidades eclesiales divididas desde hace décadas.
En los dos últimos años no han faltado momentos de tensión, como cuando el obispo Joseph Shen Bin fue trasladado a Shanghai a instancias de las autoridades gubernamentales en abril de 2023. Tres meses después, el Papa Francisco desanudó el asunto nombrando a Shen Bin obispo de Shanghai, trasladándolo desde la sede episcopal de Haimen. El pasado 21 de mayo, precisamente Joseph Shen Bin ha sido uno de los ponentes (junto al cardenal secretario de Estado Pietro Parolin) en la Conferencia sobre el centenario del primer Concilium Sinense (1924/2024), organizada en Roma por la Pontificia Universidad Urbaniana (dependiente del Dicasterio para la Evangelización) en colaboración con la Agencia Fides. Ha sido la primera vez en mucho tiempo que un Obispo de la República Popular China ha participado como ponente en una iniciativa organizada por un Dicasterio de la Santa Sede.
Más recientemente, el traslado de Mons. Joseph Yang Yongqiang de la diócesis de Zhoucun a la sede diocesana de Hangzhou se ha realizado sin problemas. Un indicio de que incluso en la cuestión del traslado de obispos de una diócesis a otra, los canales de contacto entre la Santa Sede y Pekín están experimentando modalidades consensuadas, en el marco de un diálogo más amplio tejido a lo largo de los años.
El tesoro que florece
El juicio del Papa Francisco tiene en cuenta datos de la realidad habitualmente ignorados en tantos análisis sobre la cuestión «China-Vaticano». Datos de la realidad que, en cambio, representan la brújula que siguen el Obispo de Roma y la Santa Sede para estar cerca y acompañar el camino de los católicos chinos en el contexto en el que viven y testimonian su amor a Cristo.
Los Obispos son los sucesores de los Apóstoles. Y el Acuerdo con el Gobierno chino sobre el nombramiento de obispos tiene que ver con la naturaleza íntima de la Iglesia, con su misión apostólica y con las laceraciones eclesiales que en China, en las últimas décadas, han dividido al clero y a los laicos, a las comunidades y a las propias familias.
Son los obispos quienes ordenan a los sacerdotes. Así que el Acuerdo también tiene que ver con la validez y eficacia de los sacramentos celebrados en las parroquias y capillas de la República Popular China. Bienes que pertenecen a un orden muy distinto del de las lecturas políticas más divulgadas últimamente.
La intención del Papa y de la Sede Apostólica no es afirmar una supremacía de orden político. Su tarea es confirmar a los hermanos y hermanas en la fe, confortarlos y sostenerlos en su camino de oración, de anuncio del Evangelio, de obras de caridad, en el contexto en el que se encuentran.
En China continental -ha subrayado el cardenal Luis Antonio Tagle, Pro-Prefecto del Dicasterio para la Evangelización- «existe toda una red viva hecha de oraciones, liturgias, catequesis e iniciativas pastorales inspiradas directamente en el Magisterio ordinario del Papa. Es una red que se entrelaza con la vida eclesial cotidiana de cada diócesis china y de las comunidades católicas. Es una realidad de fe viva e intensa, que vive y expresa cotidianamente la comunión de fe con el Sucesor de Pedro y con toda la Iglesia universal, aunque los medios de comunicación la ignoren habitualmente cuando hablan del catolicismo chino».
Dentro de todos los condicionamientos debidos al contexto político y social, la vida de la Iglesia en China sigue su curso ordinario, incluso en las diócesis que están recuperando la estabilidad tras largos años de incertidumbres y divisiones, después de cambios que han podido tener lugar también gracias al diálogo establecido entre la Santa Sede y las autoridades gubernamentales.
Considerando sólo los últimos días, las crónicas eclesiásticas locales informan de que en la fiesta de la Natividad de la Bienaventurada Virgen María, Mons. Joseph Shen Bin, obispo de Shanghai, ha oficiado el bautismo de 41 catecúmenos, en presencia de más de 2.500 fieles. Mons. Paul Xiao Zejiang, de la diócesis de Guiyang, celebrando la misma fiesta mariana, ha declarado que en los 17 años de su episcopado, «a pesar de las dificultades, con la protección de nuestra Madre celestial y la guía del Señor, a con frecuencia encuentro consuelo en mi vida de pastor».
Durante su estancia en la diócesis de Shantou, con motivo de la «Fiesta de la Luna» (que cae el 17 de septiembre), numerosos voluntarios junto con el obispo Joseph Huang Bingzhang han visitado el Centro de Rehabilitación, que también acoge a personas afectadas por la lepra, llevando dulces típicos de la festividad y otro material útil para los pacientes. El obispo Huang, ordenado sin mandato pontificio en 2011, había podido restablecer la plena comunión eclesial con el Papa en 2018, en el contexto de la firma del Acuerdo provisional sobre los nombramientos de obispos chinos.
Las obras y los gestos de salvación y sanación, única razón de ser de toda la actividad eclesial, pueden seguir floreciendo encontrando vías de legitimación precisamente en la China de hoy, tal como es. Este es el tesoro que más aprecia el Papa. En plena y consoladora sintonía con el sensus fidei de la mayoría de los católicos chinos.
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