(ZENIT Noticias / La Plata, 24.07.2025).- En el corazón de La Plata, a pasos de la emblemática catedral de la ciudad, un lienzo de hormigón de 50 metros se ha transformado en un luminoso homenaje al primer papa latinoamericano. El sábado 26 de julio, a las 17:30 h, la vida cívica de la ciudad argentina se detendrá cuando vecinos y dignatarios se reúnan en la Plaza Moreno para develar lo que, según los organizadores, es el mural más grande del mundo dedicado al Papa Francisco, quien falleció en abril tras doce años de pontificado que dejaron una profunda huella tanto en la Iglesia como en la conciencia mundial.
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La ceremonia, impregnada de orgullo cívico y reverencia espiritual, estará presidida por el arzobispo de La Plata, Mons. Gustavo Carrara, quien bendecirá la imagen, junto con el intendente Julio Alak y una amplia delegación que representa a todos los estratos del tejido cultural e institucional de la ciudad. Desde presentaciones de orquesta hasta la presencia de líderes religiosos, estudiantes, artistas y personalidades locales, el evento se perfila como más que una simple inauguración de un mural: es un acto de memoria colectiva y gratitud de la ciudad.
El creador del mural, Martín Ron, conoce bien el arte urbano a gran escala. Reconocido por su técnica hiperrealista, Ron ha transformado muros urbanos de todo el mundo en vívidos portales narrativos. Pero esta pieza, que se extiende verticalmente por la fachada de un edificio no lejos de la catedral arquidiocesana, tiene una carga emocional especial, tanto para el artista como para una nación que una vez consideró a Jorge Mario Bergoglio como suyo.

En el centro de la composición se encuentra un momento capturado no por la imaginación, sino por la historia: una paloma blanca, con las alas extendidas en pleno vuelo, flota mientras el papa Francisco, sonriendo suavemente, extiende su mano en su dirección. El gesto es inconfundiblemente franciscano: sencillo, alegre e imbuido de un sutil simbolismo espiritual. El momento fue fotografiado por primera vez en 2013, en los primeros días de su pontificado, y desde entonces se ha convertido en un símbolo del mensaje de paz y apertura del Papa.

Si bien el Vaticano alberga obras maestras centenarias, este imponente fresco que se alza sobre las calles de La Plata tiene un propósito diferente. No habla desde las paredes de un museo o una basílica, sino desde la realidad vivida de una ciudad moderna, moldeada por la conciencia social y el estilo pastoral que Francisco impulsó. En ese sentido, la paloma y el Papa juntos encarnan un llamado: a superar la división, a despegar del suelo, a llevar la esperanza hacia adelante.
Para La Plata, el mural es más que un logro artístico. Es un testimonio de cariño por una figura que, incluso desde el corazón de Roma, nunca dejó de hablar con el acento de Buenos Aires ni de defender la dignidad de los olvidados.
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