(ZENIT Noticias / Ciudad de México, 20.11.2025).- La Conferencia del Episcopado Mexicano llamó a conmemorar el centenario de la Guerra Cristera en un mensaje tras la Asamblea Plenaria de 2025 realizada entre el 10 y el 14 de noviembre, en Cuautitlán Izcalli, recordando el levantamiento armado en el país “cuando el Estado totalitario intentó imponer su dominio absoluto sobre las conciencias”.
En 2026 se cumplen 100 años de la persecución desatada por el Gobierno masón de México con la guerra civil iniciada el 3 de agosto de 1926 y concluida el 21 de junio de 1929 entre el ejército gubernamental y milicias de católicos que se resistieron a la aplicación de la Ley Calles. Esa ley proponía limitar y controlar el culto católico en la nación, mayoritaria en todo el país. La persecución produjo 200.000 mártires de niños, jóvenes, ancianos y mujeres por manifestar su fe o por respaldar la Resistencia Cristera.
El mensaje de los 121 obispos mexicanos señaló que “apenas unos meses después de la proclamación de la Solemnidad de Cristo Rey, en julio de 1926 entraba en vigor la llamada Ley Calles en nuestro país, que desató la persecución religiosa más cruenta de nuestra historia”.
La razón de la conmemoración es señalar “la centralidad de Jesucristo: morir gritando ¡Viva Cristo Rey! era afirmar que ningún poder humano puede reclamar la soberanía absoluta sobre la persona y la conciencia. Era decir con la vida lo que proclamaban con los labios: Cristo es Rey, no el Estado opresor; Cristo es Rey, no el dictador en turno que se envuelve en su soberbia”.
La Ley Calles disolvió las órdenes monásticas, restringió la labor pastoral de sacerdotes y obispos, prohibió el ministerio de presbíteros extranjeros y el culto público fuera de los templos, además de expropiar todo edificio religioso.
La reacción del pueblo fue vivir la fe y participar en los sacramentos de forma clandestina, a pesar de los encarcelamientos y ejecuciones sumarias contra laicos y sacerdotes. La Guerra Cristera duró tres años y culminó oficialmente en junio de 1929 cuando la Santa Sede pidió a los católicos deponer las armas. El Estado aseguró que respetaría a los combatientes, pero continuó la persecución y, de hecho, mató incluso después de formalmente concluida la persecución.
Los nuevos gobiernos disminuyeron progresivamente la presión sobre la Iglesia Católica, hasta el restablecimiento de las relaciones entre Iglesia y Estado en 1992 con una reforma constitucional y el reconocimiento jurídico de la Iglesia Católica.
El episcopado mexicano invita al examen de conciencia por los mexicanos ante la conmemoración con preguntas sobre la vivencia del Evangelio en la actualidad: “¿Estamos dispuestos a defender nuestra fe con la misma radicalidad? ¿Hemos perdido el sentido de lo sagrado? ¿Nos hemos acomodado a una cultura que quiere relegar la fe al ámbito privado?”.
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