(ZENIT Noticias / Roma, 23.11.2025).- Nigeria está entrando en una de las semanas más angustiosas de los últimos tiempos, ya que una oleada de ataques violentos contra comunidades cristianas, escuelas y clérigos ha reavivado los temores arraigados sobre la seguridad en todo el país. El presidente Bola Tinubu, ante la crisis simultánea en varios estados, ha pospuesto un viaje diplomático programado al sur de África para supervisar la evolución de la situación y coordinar la respuesta federal.
La escalada comenzó de forma sombría. En la localidad de Eruku, en el estado de Kwara, los fieles de una iglesia pentecostal fueron sorprendidos en un asalto nocturno por un grupo armado que irrumpió en el edificio durante un servicio. Dos personas murieron en el acto y varias más resultaron heridas. Los primeros informes sugieren que el pastor y decenas de feligreses fueron llevados a los matorrales circundantes tras ser golpeados y arrastrados. Las autoridades locales han tenido dificultades para confirmar el número exacto de desaparecidos, y las familias han pasado días buscando noticias.
Apenas 48 horas antes, otra tragedia azotó cientos de kilómetros al noroeste. Una escuela pública femenina en el estado de Kebbi fue asaltada un domingo por la noche por hombres armados que se llevaron por la fuerza a al menos veinte jóvenes alumnas. El subdirector, que intentó proteger a las niñas, murió durante el ataque. A diferencia de secuestros anteriores en la región, ningún grupo se ha atribuido la responsabilidad ni se ha exigido un rescate, lo que deja a los padres en una terrible incertidumbre.
Este patrón de ataques coordinados continuó cuando una parroquia católica de la Arquidiócesis de Kaduna fue atacada poco después del secuestro de Kebbi. El párroco fue secuestrado durante un ataque a la remota comunidad de Kushe Gugdu, lo que llevó a los feligreses a realizar vigilias de oración y a pedir urgentemente su liberación. Los líderes eclesiásticos de la región han advertido que los cristianos rurales son cada vez más vulnerables, ya que los grupos armados se aprovechan de las débiles estructuras de seguridad y de los vastos territorios desatendidos.
La alarma nacional se agudizó aún más cuando, en la madrugada del 21 de noviembre, atacantes en motocicletas y vehículos irrumpieron en la Escuela Católica Primaria y Secundaria St. Mary, en la zona de Papiri, estado de Níger. Según la Diócesis de Kontagora, casi cien estudiantes y personal fueron secuestrados durante el asalto, que duró aproximadamente dos horas. Se informó que un guardia de seguridad resultó gravemente herido. La diócesis condenó el incidente como un ataque directo contra los miembros más indefensos de la sociedad e instó a las autoridades a garantizar la recuperación segura de todos los capturados.
Se notificó de inmediato a las agencias de seguridad y las unidades conjuntas iniciaron operaciones en los bosques y corredores rurales circundantes, zonas que los bandidos suelen utilizar como rutas de tránsito. Si bien las autoridades han asegurado avances, las familias han expresado su frustración por la falta de información detallada.
Estas crisis han atraído renovada atención internacional y eclesiástica, en particular del Papa León XIV, quien ha hablado repetidamente sobre la creciente fragilidad de la seguridad en Nigeria. Durante una conversación con periodistas en Castel Gandolfo el 18 de noviembre, reflexionó sobre lo que denominó una compleja combinación de tensión religiosa, disputas territoriales y oportunismo criminal. El Papa enfatizó que tanto cristianos como musulmanes han sido víctimas de violencia impulsada no solo por ideologías, sino también por la competencia por tierras y recursos. Hizo un llamado a la cooperación sostenida entre los líderes gubernamentales y las comunidades locales para salvaguardar la auténtica libertad religiosa.
Días después, dirigiéndose a los peregrinos en la Plaza de San Pedro después del Ángelus dominical, volvió a abordar el tema con un tono visiblemente duro. El Papa lamentó el secuestro de sacerdotes, fieles laicos y estudiantes en Nigeria y el vecino Camerún, destacando la angustia de los padres que esperan noticias de sus hijos. Instó a la liberación inmediata de todos los cautivos y pidió a las autoridades civiles que actúen con decisión para que las escuelas e iglesias sigan siendo lugares de esperanza y no blancos del miedo.
Para Nigeria, los próximos días determinarán no solo el destino de los secuestrados, sino también la credibilidad de un esfuerzo nacional para recuperar la seguridad en sus comunidades más amenazadas. Mientras continúan las operaciones de rescate, líderes religiosos, familias y grupos de la sociedad civil se unen en un llamado para que el país no se vuelva insensible ante una cadena de tragedias que ahora se ha extendido a través de estados, denominaciones y generaciones.
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