(ZENIT Noticias / Ciudad del Vaticano, 04.12.2025).- Un nuevo documento del Vaticano ha reabierto uno de los debates teológicos más delicados de las últimas décadas. La Santa Sede ha publicado las conclusiones de un estudio de un año sobre la posibilidad de admitir a las mujeres al diaconado como parte del sacramento del Orden, una revisión iniciada por el difunto papa Francisco y entregada a su sucesor, León XIV, a mediados de septiembre.
El informe, elaborado por una segunda comisión presidida por el cardenal Giuseppe Petrocchi, arzobispo emérito de L’Aquila, no respalda la incorporación de diaconisas en la jerarquía sacramental. Su argumento es cautelosamente firme: el estado actual de la investigación bíblica, histórica y teológica no justifica abrir esa vía. No obstante, la comisión subraya que su juicio no puede considerarse definitivo, haciendo eco del lenguaje que la Iglesia ha utilizado con respecto al sacerdocio, pero dejando la puerta un poco más abierta.
El trabajo de la comisión se desarrolló en tres fases y reveló un panorama intelectual lleno de matices y tensiones ocasionales. Las primeras discusiones de 2021 confirmaron que las comunidades cristianas a lo largo de los siglos emplearon el término diaconisa, pero no con un significado coherente. Los roles variaban considerablemente, a veces asemejándose al oficio litúrgico, a veces al servicio pastoral y a veces al ministerio caritativo sin vínculo con la identidad sacramental. Esta ambigüedad histórica resultó fundamental para los desacuerdos posteriores.
Al final de su primer año, el grupo reconoció unánimemente un problema que ha marcado el debate desde hace tiempo: si se considera estrictamente desde la teología del Orden Sagrado, la admisión de mujeres a la ordenación diaconal plantea interrogantes no resueltos sobre la unidad entre los tres grados: diaconado, sacerdocio y episcopado. Al mismo tiempo, todos los miembros apoyaron la creación de nuevos ministerios instituidos que pudieran reflejar mejor las contribuciones que las mujeres ya ofrecen en toda la Iglesia.
El impulso cambió en 2022, cuando la comisión, por una amplia mayoría, adoptó la formulación publicada por la Santa Sede. El texto afirma que la investigación sigue sin indicar fundamentos para admitir a las mujeres al diaconado como orden sacramental, aunque reitera que la conclusión no es definitiva. La redacción es un ejemplo de cautela católica: lo suficientemente decisiva como para guiar la práctica, lo suficientemente flexible como para permitir futuros desarrollos si se profundiza la comprensión teológica más amplia de la Iglesia.
La fase final de la comisión, finalizada en febrero de 2025, incorporó las aportaciones de personas y grupos invitados por el proceso sinodal a compartir sus perspectivas. El volumen fue considerable, pero la representación fue limitada: solo veintidós contribuciones de un número limitado de países. Los miembros concluyeron que el material, aunque a menudo sofisticado, no podía considerarse una voz fiable de la Iglesia universal.
Aun así, los argumentos presentados reflejan las corrientes más amplias de la Iglesia actual. Quienes defienden la ordenación sacramental de las mujeres suelen apelar a la antropología bíblica y a la igualdad social, invocando pasajes como la declaración de Pablo a los Gálatas de que las distinciones de género dan paso a la unidad en Cristo. Los críticos, sin embargo, argumentan que tales apelaciones tienden a basarse más en la resonancia emocional que en una lectura rigurosa de la tradición. Sostienen que la reserva del Orden Sagrado a los hombres, incluido el diaconado, no se basa en prejuicios culturales, sino en el simbolismo sacramental vinculado a la propia identidad de Cristo.
Una línea de razonamiento particularmente controvertida, ampliamente discutida por la comisión, se centró en la importancia de la masculinidad de Cristo en la economía sacramental. Un párrafo que defendía esta tesis dividió al grupo equitativamente: la mitad deseaba mantenerla en el informe, la otra mitad pidió su eliminación.
A pesar de estas divisiones, se llegó a un consenso en al menos un punto. Con nueve votos a favor y solo uno en contra, la comisión instó a ampliar los ministerios instituidos accesibles a las mujeres, insistiendo en que un mayor reconocimiento eclesial de su servicio sería una señal profética, especialmente en lugares donde las mujeres aún enfrentan discriminación estructural.
En sus reflexiones finales, el cardenal Petrocchi destaca la intensa dialéctica entre dos visiones teológicas coherentes pero divergentes. Una considera el diaconado como orientado principalmente al servicio más que al ministerio sacerdotal y, por lo tanto, más abierto a la participación femenina. La otra considera el sacramento del Orden Sagrado como un todo indivisible, cuyos tres grados están unificados por un simbolismo esponsal que no puede reinterpretarse selectivamente. Si prevaleciera la primera visión, algunos se preguntan, ¿cómo podría la mujer ser admitida al primer grado del sacramento y quedar excluida de los demás?
Para el cardenal, el progreso futuro depende de una comprensión más clara del diaconado mismo. Aboga por un examen teológico y pastoral más riguroso de su identidad, señalando que en algunas regiones el diaconado permanente apenas está presente, mientras que en otras sus funciones se funden casi indistinguiblemente con las del ministerio laico. Aclarar este panorama, argumenta, es esencial antes de que pueda avanzar realmente cualquier discernimiento sobre el papel de la mujer.
Lo que el informe proporciona en última instancia no es una conclusión, sino un mapa: un diagrama de las cuestiones que aún dividen a académicos, obispos y creyentes. Ahora está en manos del Papa León XIV, quien debe decidir si este momento requiere paciencia, creatividad o una reapertura más completa de la cuestión. Para la Iglesia global, la conversación no ha terminado. Simplemente se ha vuelto más transparente.
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