(ZENIT Noticias / Roma, 05.12.2025).- Una nueva decisión judicial del máximo tribunal europeo ha situado al continente ante una de sus encrucijadas más delicadas: la tensión entre la soberanía nacional, la integración europea y las visiones contrapuestas de la familia. El Tribunal de Justicia de la Unión Europea ha dictaminado que todos los Estados miembros deben reconocer los matrimonios entre personas del mismo sexo celebrados legalmente en otro país de la UE, incluso cuando su legislación nacional no contemple dichas uniones.
La sentencia, dictada el 25 de noviembre, no obliga a ningún gobierno a redefinir su legislación matrimonial. Sin embargo, conlleva consecuencias inequívocas. Al exigir a los Estados que reconozcan los efectos civiles de un matrimonio entre personas del mismo sexo celebrado en el extranjero, el tribunal insiste en que los derechos fundamentales vinculados a la vida privada y familiar, la libertad de circulación y la residencia deben garantizarse en toda la Unión.
En el centro del caso se encuentra una pareja polaca que se “casó” en Alemania en 2018 y posteriormente intentó registrar su unión en su país. El registro civil polaco se negó, argumentando que la Constitución del país limita el matrimonio a la unión entre un hombre y una mujer. La denegación desencadenó una larga controversia legal que finalmente llegó a Luxemburgo, donde los jueces de la UE concluyeron que denegar el reconocimiento viola el derecho de la Unión. Su conclusión sienta un precedente vinculante para los 27 Estados miembros.
El fallo expone una brecha cada vez mayor en Europa. Casi la mitad de los países de la UE aún no permiten el matrimonio entre personas del mismo sexo, entre ellos Polonia, Hungría, Italia, Bulgaria, Letonia, Lituania, Eslovaquia, Chipre, la República Checa y Rumanía. Para estos países, la interpretación del tribunal desafía supuestos culturales arraigados y genera temores de presión judicial para una eventual armonización.
Para otros, la decisión es una cuestión de coherencia. Los tratados fundacionales de la UE protegen el derecho de los ciudadanos y sus familias a circular y residir libremente a través de las fronteras. Si una familia se considera legalmente válida en un Estado miembro, argumentan los defensores, sus derechos básicos no deberían desaparecer en el momento en que cruza una frontera interior.
Las comunidades religiosas, mientras tanto, continúan abordando el tema desde una perspectiva moral y antropológica. La Iglesia Católica, influyente en varios de los países afectados, ha sostenido durante mucho tiempo que el matrimonio es una alianza que une a un hombre y una mujer, orientada al bien común y a la procreación y educación de los hijos. Esta concepción, enseñada en el Catecismo y reafirmada constantemente por sucesivos papas, permanece inalterada.
El Papa León XIV, al inicio de su pontificado, reiteró esta convicción durante una audiencia en el Vaticano, insistiendo en que la familia se basa en la unión estable de un hombre y una mujer. Sus comentarios, pronunciados sin hacer referencia a la sentencia de la UE, reflejan una continuidad de la enseñanza católica más que una intervención en el asunto legal. Sin embargo, añaden un nuevo matiz al complejo debate que se desarrolla en toda Europa: un debate en el que el derecho civil, el cambio social y la tradición religiosa se entrecruzan, pero no siempre coinciden.
La sentencia del tribunal no resuelve el debate cultural más amplio. En cambio, acentúa el contraste entre las regiones que avanzan rápidamente hacia un mayor reconocimiento de las relaciones entre personas del mismo sexo y aquellas decididas a preservar la comprensión tradicional del matrimonio. Para los responsables políticos, la pregunta que se avecina es si la coexistencia jurídica es sostenible en una unión que aspira tanto a la diversidad como a la cohesión.
Lo que queda claro es que la sentencia no será la última palabra. Inaugura un período de ajuste para las administraciones nacionales, invita a nuevos desafíos legales y podría impulsar una renovada deliberación política tanto a nivel nacional como europeo.
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