(ZENIT Noticias / Ciudad del Vaticano, 10.12.2025).- En la Sala Clementina del Palacio Apostólico, el Papa León XIV recibió en audiencia el miércoles 10 de diciembre a parlamentarios europeos llegados a Roma en ocasión del Congreso del Grupo Político de Conservadores y Reformistas. Ofrecemos a continuación la traducción al castellano de las palabras del Papa en las que, entre otras cosas, les recordó en qué consiste el arte de la discusión.
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Buenos días a todos
y bienvenidos al Vaticano.
Me es grato tener esta oportunidad de saludar a su delegación con motivo de su participación en la Conferencia del Grupo European Conservatives and Reformists que se celebra estos días aquí en Roma.
En primer lugar, quisiera agradecerles su labor al servicio no solo de quienes representan en el Parlamento Europeo, sino también de todas las personas de sus comunidades. De hecho, ocupar un alto cargo en la sociedad conlleva la responsabilidad de promover el bien común. Por lo tanto, les animo especialmente a que nunca pierdan de vista a las personas olvidadas, a los marginados, a los que Jesucristo llamó «los más pequeños» entre nosotros (cf. Lc 9, 48).
Como funcionarios elegidos democráticamente, ustedes reflejan una variedad de puntos de vista que abarcan un amplio espectro de opiniones diferentes. De hecho, uno de los objetivos esenciales de un parlamento es permitir que estos puntos de vista se expresen y se debatan. Sin embargo, el rasgo distintivo de toda sociedad civilizada es que las divergencias se discuten con cortesía y respeto, ya que la capacidad de discrepar, escuchar con atención e incluso dialogar con aquellos que consideramos adversarios da testimonio de nuestro respeto por la dignidad de todos los hombres y mujeres que nos ha sido dada por Dios. Los invito, por tanto, a mirar a Santo Tomás Moro, patrón de los políticos, cuya sabiduría, valentía y defensa de la conciencia son una inspiración atemporal para quienes buscan promover el bienestar de la sociedad.

A este respecto, repito con gusto el llamamiento de mis predecesores más recientes, según el cual la identidad europea solo puede entenderse y promoverse en referencia a sus raíces judeocristianas. Sin embargo, el objetivo de proteger el legado religioso de este continente no es simplemente salvaguardar los derechos de sus comunidades cristianas, ni se trata en primer lugar de preservar costumbres o tradiciones sociales particulares, que de todos modos varían de un lugar a otro y a lo largo de la historia. Se trata sobre todo del reconocimiento de un hecho. Además, todos son beneficiarios de la contribución que los miembros de las comunidades cristianas han dado y siguen dando por el bien de la sociedad europea. Basta recordar algunos avances importantes de la civilización occidental, especialmente los tesoros culturales de sus imponentes catedrales, el arte y la música sublimes y los avances en la ciencia, por no hablar del crecimiento y la difusión de las universidades. Estos avances crean un vínculo intrínseco entre el cristianismo y la historia europea, una historia que debe ser apreciada y celebrada.
En particular, pienso en los ricos principios éticos y modelos de pensamiento que constituyen el patrimonio intelectual de la Europa cristiana. Estos son esenciales para salvaguardar los derechos otorgados por Dios y la dignidad inherente a cada persona humana, desde la concepción hasta la muerte natural. También son fundamentales para responder a los retos que plantean la pobreza, la exclusión social, las privaciones económicas, así como la crisis climática, la violencia y las guerras en curso. Asegurar que la voz de la Iglesia siga siendo escuchada, sobre todo a través de su doctrina social, no significa restaurar una época del pasado, sino garantizar que no se pierdan recursos fundamentales para la cooperación y la integración futuras.

Me gustaría reiterar aquí la importancia de lo que el papa Benedicto XVI señaló como el diálogo necesario entre «el mundo de la razón y el mundo de la fe, el mundo de la secularidad racional y el mundo del credo religioso» (Encuentro con las autoridades civiles, Westminster Hall, Londres, 17 de septiembre de 2010). De hecho, esta conversación pública, en la que los políticos desempeñan un papel muy importante, es esencial para respetar la competencia específica de cada uno, así como para proporcionar lo que el otro necesita, es decir, un papel mutuamente «purificador» para garantizar que nadie caiga presa de distorsiones (cf. Ibidem). Es mi deseo que ustedes hagan su parte comprometiéndose positivamente en este importante diálogo, no solo por el bien de los pueblos de Europa, sino también por el de toda la familia humana.
Con estas pocas reflexiones, les aseguro que los tendré presentes en mis oraciones e invoco sobre ustedes y sus familias las bendiciones de Dios de sabiduría, alegría y paz.
Gracias.
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