(ZENIT Noticias / Saltillo, México, 01.09.2025).- La ciudad de Saltillo se ha convertido en el centro de una controversia eclesial tras una liturgia pública que desdibujó los límites de la disciplina católica y la hospitalidad ecuménica. El 26 de agosto, el obispo dominico emérito Raúl Vera López invitó a Emilie Teresa Smith, ministra anglicana canadiense y activista LGBT en pareja con otra mujer, a participar de forma destacada en una misa celebrada en el Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe.
Las imágenes del evento, aún disponibles en línea, muestran a Smith no solo de pie junto al obispo durante toda la liturgia, sino también leyendo el Evangelio, pronunciando una homilía e incluso alzando el cáliz que contiene la Sangre consagrada de Cristo, gestos estrictamente reservados por la tradición católica y el derecho canónico al clero católico ordenado.
El incidente ha suscitado un amplio debate en México y en el extranjero, abordando cuestiones de teología sacramental, los límites del ecumenismo y el delicado equilibrio entre la inclusión pastoral y la fidelidad doctrinal.
El obispo Vera, conocido por su abierta defensa de cuestiones sociales y ambientales, desestimó las críticas, calificándolas de exageradas, insistiendo en que lo ocurrido no fue más que una irregularidad disciplinaria. Elogió la formación teológica y la labor pastoral de Smith, llegando incluso a calificar su homilía de «excelente». Sin embargo, los críticos argumentan que su interpretación minimiza lo que el derecho canónico define como una infracción grave. La Iglesia prohíbe explícitamente a los ministros no católicos realizar actos sacerdotales durante la Eucaristía, y también prohíbe a los sacerdotes católicos concelebrar con ministros fuera de la plena comunión.
Lo que hace que el caso sea particularmente delicado es el peso simbólico de la Eucaristía. Para los católicos, las especies consagradas no son meros símbolos, sino la presencia real de Cristo. Permitir que alguien que no comparte la fe católica en el sacramento realice funciones sacerdotales plantea no solo cuestiones de orden litúrgico, sino también de sacrilegio.
Los observadores ven en las acciones de Vera un reflejo de tensiones más amplias en la Iglesia global: entre un enfoque pastoral que enfatiza la inclusión y los gestos de fraternidad, y un marco doctrinal que insiste en límites sacramentales claros. Para muchos fieles, esto no fue simplemente una imprudencia, sino una herida directa a la fe eucarística.
Según informes, la Diócesis de Saltillo ha solicitado aclaraciones, y el obispo actual solicitó explicaciones a su predecesor. Vera, por su parte, defendió su decisión con un lenguaje de «sentido común» e incluso invocó la encíclica Laudato si’ del Papa Francisco para justificar la presencia de Smith, señalando su labor en defensa de los pobres y el medio ambiente.
La controversia, sin embargo, revela una pregunta más profunda que enfrenta el liderazgo católico en todo el mundo: ¿Se pueden realizar gestos ecuménicos sin comprometer la identidad misma del acto central de culto de la Iglesia? ¿O acaso tal experimentación corre el riesgo de erosionar lo que los católicos consideran sagrado?
En Saltillo, estas preguntas ya no son teóricas. Se desarrollaron ante las cámaras, en un altar, en una liturgia que ha dejado a los fieles divididos: algunos aplaudiendo un acto de inclusión, otros denunciando lo que ven como una grave profanación.
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