(ZENIT – 29 julio 2019).- Después de escuchar el relato las mujeres liberadas por la prostitución de la Casa Juan XXIII, el Papa Francisco sintió «casi la necesidad de pedir perdón por las verdaderas torturas que tuvieron que soportar a causa de los clientes, muchos de los cuales se definen cristianos. Un impulso más para rezar por la acogida de las víctimas de la trata de la prostitución forzada y la de la violencia».
Francisco ha escrito el prefacio al libro “Mujeres crucificadas. La vergüenza de la trata relatada desde la calle”, de don Aldo Buonaiuto, sacerdote de la Comunidad Papa Juan XXIII.
Comunidad Papa Juan XXIII
La Asociación Comunidad Papa Juan XXIII es una organización internacional de fieles de derecho pontificio. Fue fundada en 1968 por el padre Oreste Benzi y se compromete desde entonces, específica y continuamente, en la lucha contra la marginación y la pobreza.
Giovanni Ramonda, presidente de dicha comunidad, describe, en un comunicado difundido con motivo de la salida a la venta del libro en Italia, que la batalla contra la prostitución fue iniciada por don Oreste Benzi hace 30 años, cuando el sacerdote conoció a una prostituta en la estación de Rimini, así como el abuso que encierra la prostitución.
Esta batalla ha proseguido hasta nuestros días, con más de 100 voluntarios de la Comunidad Papa Juan XXIII que cada semana recorren las calles para tratar de liberar a estas mujeres.
Agradecimientos
Ramonda se ha mostrado agradecido al Santo Padre «por haber dado una vez más una señal significativa de cercanía a la lucha contra esta esclavitud moderna» y al autor del libro, el padre Aldo, «que siempre, siguiendo los pasos de don Benzi, socorre en la calle y acoge a las jovencísimas ex-esclavas de la trata».
El libro, publicado por la editorial Rubbettino, habla sobre la trata de personas desde la antigüedad hasta nuestros días.
A continuación exponemos el prefacio completo escrito por Francisco para el citado libro, publicado hoy, 29 de julio de 2019 por Vatican News.
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Cuando en uno de los Viernes de la Misericordia, durante el Año Santo Extraordinario, entré en la casa de la Comunidad del Papa Juan XXIII, no pensé que allí adentro encontraría a mujeres tan humilladas, afligidas y exhaustas. Realmente mujeres crucificadas. En la habitación donde encontré a las muchachas liberadas del tráfico de la prostitución forzada, respiré todo el dolor, la injusticia y el efecto de la opresión. Una oportunidad para revivir las heridas de Cristo. Después de escuchar los relatos conmovedores y humanísimos de estas pobres mujeres, algunas de ellas con el niño en brazos, sentí un fuerte deseo, casi la necesidad de pedir perdón por las verdaderas torturas que tuvieron que soportar a causa de los clientes, muchos de los cuales se definen cristianos. Un impulso más para rezar por la acogida de las víctimas de la trata de la prostitución forzada y la de la violencia.
Una persona no puede ser nunca puesta en venta. Por eso me alegra poder dar a conocer la preciosa y valiente labor de rescate y rehabilitación que don Aldo Buonaiuto viene realizando desde hace muchos años, siguiendo el carisma de Oreste Benzi. Esto también implica la voluntad de exponerse a los peligros y las represalias de la delincuencia que han convertido a estas muchachas en una fuente inagotable de ganancias ilícitas y vergonzosas.
Me gustaría que este libro fuese escuchado en el más amplio ámbito posible para que, conociendo las historias que hay detrás de las escandalosas cifras de la trata, se pueda entender que sin detener una demanda tan alta de los clientes no se podrá contrastar eficazmente la explotación y la humillación de vidas inocentes.
La corrupción es una enfermedad que no se detiene por sí sola, sirve una toma de conciencia a nivel individual y colectivo, también como Iglesia, para ayudar realmente a estas desafortunadas hermanas nuestras y para impedir que la iniquidad del mundo recaiga sobre las más frágiles e indefensas criaturas. Cualquier forma de prostitución es una reducción a la esclavitud, un acto criminal, un vicio repugnante que confunde hacer el amor con desahogar los propios instintos torturando a una mujer indefensa.
Es una herida a la conciencia colectiva, una desviación del imaginario corriente. Es patológica la mentalidad por la cual una mujer debe ser explotada como si fuera una mercancía para ser utilizada y luego desechada. Es una enfermedad de la humanidad, una forma equivocada de pensar de la sociedad. Liberar a estas pobres esclavas es un gesto de misericordia y un deber para todos los hombres de buena voluntad. Su grito de dolor no puede dejar indiferentes ni a los individuos ni a las instituciones. Nadie debe darse vuelta para el otro lado o lavarse las manos de la sangre inocente que es derramada en los caminos del mundo.
Francisco