(ZENIT – 13 agoto 2019).- El Papa Francisco, en memoria del derrumbe del puente Morandi, en Génova, recuerda a sus ciudadanos que «no están solos» y asegura que los genoveses «son capaces de hacer grandes gestos de solidaridad, sé que se arremangan, que no se rinden, que saben estar al lado de los más necesitados».
Un año después del derrumbe del puente Morandi, en Génova, el Papa Francisco ha escrito un mensaje a los genoveses, publicado en el periódico genovés Il Secolo XIX y en los otros periódicos del grupo Gedi News Network.
El Pontífice expresa su cercanía a los ciudadanos de la localidad italiana: «Quiero decirles que no los he olvidado, que he rezado y rezo por las víctimas, por sus familias, por los heridos, por los desplazados, por todos ustedes, por Génova».
A pesar de no tener «respuestas preelaboradas» que darles, el Papa aconseja que «después de estas tragedias tenemos que llorar, callarnos, preguntarnos por la razón de la fragilidad de lo que construimos y, sobre todo, tenemos que orar».
Presencia que nos acompaña
Así, Francisco asegura que «La respuesta de Dios a nuestro dolor fue una cercanía, una presencia que nos acompaña, que no nos deja solos», e indica que «Jesús se hizo igual que nosotros y por eso le tenemos a nuestro lado, para llorar con nosotros en los momentos más difíciles de nuestras vidas. Miremos a Él, confiémosle nuestras preguntas, nuestro dolor, nuestra ira».
«La comunidad cristiana, la Iglesia de Génova, está con ustedes y comparte sus sufrimientos y sus dificultades. Cuanto más conscientes somos de nuestra debilidad, de la precariedad de nuestra condición humana, más redescubrimos la belleza de las relaciones humanas, de los lazos que nos unen como familias, comunidades y sociedad civil», les alienta el Santo Padre.
Puente Morandi
El 14 de agosto de 2018, el puente se desplomó causando 43 muertes y la evacuación de más de 600 familias. El 28 de junio de este año se demolieron las dos torres que aún se encontraban de pie tras el derrumbe parcial de la vía hace prácticamente un año. Alrededor de 3.400 personas fueron evacuadas antes de la detonación.
El puente Morandi –llamado así en homenaje al ingeniero que lo proyectó, Riccardo Morandi– medía 1.182 metros y se elevaba 45 metros sobre la carretera. Su construcción llevó cuatro años. Algunos lo conocían coloquialmente como puente de Brooklyn, por su gran parecido al de la ciudad de Nueva York.
Lo sustentaban tres pilares de cemento armado que alcanzaban los 90 metros. Se inauguró en 1967. Circulaban anualmente 25,5 millones de vehículos sobre el puente, y el tránsito se había incrementado un 40% en los últimos 30 años y se preveía un crecimiento de un 30% más en los próximos 30, según informa La Repubblica.
Sigue el mensaje completo del Papa Francisco a los genoveses, publicado este 13 de agosto de 2019 por la Oficina de Prensa de la Santa Sede.
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Mensaje del Papa Francisco
Queridos hermanos y hermanas, queridos amigos.
Ha pasado casi un año del derrumbe del Puente Morandi, que provocó la muerte de 43 personas. Familias que partían o volvían de vacaciones, hombres y mujeres que estaban viajando por trabajo. Fue una herida infligida en el corazón de su ciudad, una tragedia para los que perdieron a sus familiares, una tragedia para los heridos, un acontecimiento espantoso para los que se vieron obligados a abandonar sus hogares viviendo como desplazados.
Quiero decirles que no los he olvidado, que he rezado y rezo por las víctimas, por sus familias, por los heridos, por los desplazados, por todos ustedes, por Génova. Frente a acontecimientos de este tipo, el dolor de las pérdidas sufridas es doloroso y no es fácil de aliviar, así como el sentimiento de no resignación ante una catástrofe que podría haberse evitado.
No tengo respuestas preelaboradas que darles, porque en ciertas situaciones nuestras pobres palabras humanas son inadecuadas. No tengo respuestas, porque después de estas tragedias tenemos que llorar, callarnos, preguntarnos por la razón de la fragilidad de lo que construimos y, sobre todo, tenemos que orar. Pero tengo un mensaje que brota de mi corazón como padre y como hermano, y que me gustaría transmitirles.
No dejen que las vicisitudes de la vida rompan los lazos que tejen su comunidad, borren la memoria de lo que ha hecho que su historia sea tan importante y significativa. Siempre pienso en el puerto cuando pienso en Génova. Pienso en el lugar donde partió mi padre. Pienso en el trabajo diario, en la obstinada voluntad y las esperanzas de los genoveses.
Hoy quiero decirles algo antes que nada: sepan que no están solos. Sepan que nunca está solos. Sepan que Dios nuestro Padre respondió a nuestro clamor y a nuestra pregunta no con palabras, sino con una presencia que nos acompaña, la de su Hijo. Jesús pasó ante nosotros por el sufrimiento y la muerte. Él tomó sobre sí todos nuestros sufrimientos. Fue despreciado, humillado, golpeado, clavado en la cruz y bárbaramente asesinado. La respuesta de Dios a nuestro dolor fue una cercanía, una presencia que nos acompaña, que no nos deja solos. Jesús se hizo igual que nosotros y por eso le tenemos a nuestro lado, para llorar con nosotros en los momentos más difíciles de nuestras vidas. Miremos a Él, confiémosle nuestras preguntas, nuestro dolor, nuestra ira.
Pero también me gustaría decirles que Jesús en la cruz no estaba solo. Debajo de ese andamio estaba su madre, María. Stabat Mater, María estaba bajo la cruz, compartiendo el sufrimiento de su Hijo. No estamos solos, tenemos una Madre que nos mira desde el Cielo con amor y está cerca de nosotros. Aferrémonos a ella y digámosle: «Mamá», como hace un niño cuando tiene miedo y quiere que le consuelen y le tranquilicen. Cómo se tranquilizó el humilde campesino Benedetto Pareto, en 1490, en el monte Figogna, cuando vio a una Señora con un rostro hermoso y dulce, que se le presentó como la Madre de Jesús pidiendo la construcción de una capilla. Levanten los ojos a Nuestra Señora de la Guardia y confíen en su ayuda como Madre.
Somos hombres y mujeres llenos de defectos y debilidades, pero tenemos un Padre Misericordioso al que acudir, un Hijo Crucificado y Resucitado que camina con nosotros, el Espíritu Santo que nos asiste y nos acompaña. Tenemos una Madre en el Cielo que continúa poniendo su manto sobre nosotros sin abandonarnos jamás.
También quiero decirles que no están solos porque la comunidad cristiana, la Iglesia de Génova, está con ustedes y comparte sus sufrimientos y sus dificultades. Cuanto más conscientes somos de nuestra debilidad, de la precariedad de nuestra condición humana, más redescubrimos la belleza de las relaciones humanas, de los lazos que nos unen como familias, comunidades y sociedad civil. Sé que los genoveses son capaces de hacer grandes gestos de solidaridad, sé que se arremangan, que no se rinden, que saben estar al lado de los más necesitados.
Sé que también después de una gran tragedia que ha herido a su familia y a su ciudad, han sabido reaccionar, realzarse, mirar adelante. ¡No pierdan la esperanza, no se la dejen robar! Continúen apoyando a los más afectados. Rezo por ustedes, y ustedes, por favor, no se olviden de rezar por mí.
* Traducción de Zenit/Rosa Die Alcolea [Texto original: Italiano]