Matar a un moribundo no es compasión, advierten los obispos de Inglaterra

Declaración en la Cámara de los Lores acerca del proyecto de ley de eutanasia

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LONDRES, miércoles, 19 enero 2005 (ZENIT.org).- Dar muerte a un moribundo, aunque éste lo pida, no es compasión, sino que ésta supone acompañarle con amor, que es lo que verdaderamente da dignidad, alerta el episcopado inglés.

En representación de la Conferencia Episcopal de Inglaterra y Gales y del cardenal Cormac Murphy O’Connor –su presidente, y arzobispo de Westminster–, el obispo Christopher Budd intervino el pasado 13 de enero ante la Cámara de los Lores en vista del proyecto de ley «Joffe» de eutanasia, y manifestó su postura contraria a la norma.

El comité que considera el proyecto de ley de Lord Joffe sobre Muerte Asistida para los Enfermos Terminales oyó las declaraciones de miembros de diferentes grupos religiosos como parte de una investigación de gran alcance.

Según informa una nota del organismo episcopal enviada a Zenit, ya se había presentado de común acuerdo una declaración escrita por parte de la Conferencia Episcopal de Inglaterra y Gales y el episcopado de la Iglesia de Inglaterra, con una carta firmada por el cardenal Murphy O’Connor y el arzobispo de Canterbury el pasado 3 de septiembre (Cf. Zenit, 9 septiembre 2004).

«Todos partimos de la necesidad de compasión hacia los que están muriendo», inició su intervención oral el obispo Budd.

Pero «no creemos que matar a alguien, incluso cuando se nos pida hacerlo así, sea el sello de la compasión», subrayó.

Aclaró el prelado que «compasión, como el término indica, es “padecer con”, acompañando a alguien en un viaje cuya duración no está bajo nuestro control».

«Por supuesto» este viaje «no tiene plazo definido» y «como sabemos, la forma de morir es muy variable», pero «es el amor lo que da dignidad a todos en este camino, especialmente a la persona que muere», alertó.

A continuación explicó la perspectiva moral cristiana en el acompañamiento del moribundo, la cual contempla en el amor la virtud global, no busca la muerte intencional de nadie, no pretende el esfuerzo por mantener viva a una persona tanto como técnicamente sea posible con tratamientos gravosos o vanos, y en cambio siempre busca mantener el cuidado básico hasta el final –incluyendo la alimentación e hidratación cuanto sea posible y en formas que no sean gravosas–.

«La ley siempre debe buscar proteger al vulnerable», pero «el cambio propuesto debilita esta protección –denunció–. Actuará además como una fuerza corrosiva en nuestra sociedad y gradualmente debilitará la confianza que es vital para pacientes, médicos», personal sanitario y familiares.

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ZENIT Staff

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