Los círculos menores del Sínodo de los Obispos han presentado las propuestas a la tercera y última parte del Instrumentum Laboris. Entregado esta parte del trabajo, ahora la comisión encargada se encuentra redactando la Relación final, que se entregará al papa Francisco como conclusiones de estas tres semanas de trabajo.
En el grupo moderado por el cardenal Óscar Andrés Rodríguez Maradiaga y cuyo relator es Mons. José Luis Lacunza Maestrojuán, han precisado que el primer punto que detuvo su atención fue el tema del enamoramiento y las etapas de la preparación al matrimonio (remota, próxima, inmediata), constatando que, “además de animar a los candidatos a la participación litúrgica, adolece de limitación en el tiempo. Para ello, las parroquias deben elaborar y ofrecer itinerarios de formación”.
Igualmente, hacen hincapié en que, “entre los lugares de la educación en el amor, ocupa un lugar de primer orden la familia, ya que es un deber primario de la misma”.
Observando que la mayoría de las legislaciones civiles no recogen los valores evangélicos de la familia creen que “deberíamos hacer causa común con otras confesiones religiosas cristianas y aun con otras religiones que comparten el ideal de familia”.
Del mismo modo, precisan que podríamos preguntar “¿quién excluye a quién?” y que “el sacramento de la Eucaristía es sacramento de vivos, pero hay que hacer todo lo posible y necesario para atraer a quienes están alejados”.
A propósito, reconocen que la ‘vía de la caridad’ es una pastoral que acoge y acerca, mientras que la ‘vía judicial’ en muchos despierta sospechas y recelos y no hay duda de que muchos de nuestros matrimonios no son verdaderos sacramentos.
Por ello, el círculo menor indica que “no basta con hablar de caminos de misericordia y cercanía, sino que debe llegarse a propuestas concretas porque, si no, nos vamos a quedar en palabras bonitas pero vacías”. Y observan que quizá la “descentralización” de la que habló el Santo Padre en la conmemoración de los 50 años del Sínodo “puede ayudar a hacer más ágil y cercana la solución, evitando, incluso, muchas formas de discriminación que hay en la Iglesia sobre estas personas”.
Respecto al acceso a los sacramentos, aseguran que “tenemos que plantear un movimiento generoso quitando del camino muchas trabas para que los divorciados vueltos a casar puedan participar más ampliamente en la vida de la Iglesia: no pueden ser padrinos, no pueden ser catequistas, no pueden dar clases de religión…” Tenemos que dar muestras –indican– de que hemos escuchado el “grito” de tantas gentes que sufren y gritan pidiendo participar lo más plenamente posible en la vida de la Iglesia.
Por otro lado, este círculo menor dice que “tenemos que acabar con el continuo reproche que lanzamos a la cara de quienes han fracasado en sus primeras nupcias, sin olvidar que también nosotros tenemos culpa en ese fracaso ya que no les hemos acogido, hemos cumplido simplemente con las formalidades y los requisitos legales y, muchas veces, a través de secretarías”.
De igual manera, “hay que acabar con la actitud elitista y sectaria que muestran muchos miembros de la comunidad cristiana hacia esas personas”.
Sobre el tema de la adopción piden que quede claro que “debe prevalecer y debe ser respetado el bien del niño por encima de cualquier otro interés”.
El otro grupo de habla española, moderado por el cardenal Francisco Robles Ortega y cuyo relator es Mons. Baltazar Enrique Porras Cardozo, afirma que “se estuvo de acuerdo en que no se trata de modificar o dulcificar la doctrina, sino de ver su desarrollo orgánico para compaginar verdad-acompañamiento, doctrina-pastoral, sin dicotomía”.
De este modo, constantan “la necesidad de prepararnos y asesorarnos mejor, con la ayuda de expertos y a la escucha atenta a las personas y a la cultura de nuestro tiempo, en muchos de los nuevos temas que requieren ser profundizados para poder tener una palabra significativa a la hora de asumirlos pastoralmente”. Por ejemplo, temas como la sexualidad, la bioética y biogenética, los nuevos escenarios culturales de la familia, las migraciones, la pobreza, los divorciados, etc…
A propósito de esta tercera parte del texto, observan que es abundante, pero en ocasiones “confuso y repetitivo”. Por eso creen que los redactores del texto definitivo “deben tener en cuenta la conveniencia de reordenar los temas con una lógica interna y en estrecha vinculación con el ver y juzgar de las dos primeras partes”.
El tema de los divorciados vueltos a casar fue examinado “bajo una perspectiva amplia, pues la posibilidad sacramental de la reconciliación y/o la eucaristía, con ser importante, no es la única”. Hay un camino a recorrer –indican– que debe ser profundizado con paciencia y creatividad. Asimismo precisan que el “resultado y el éxito de este sínodo no se juega en la comunión a los divorciados”.
Por otro lado, afirman que es urgente “hacer de la pastoral familiar un eje transversal de toda la pastoral”. Se es consciente en la necesaria preparación de los agentes de pastoral en este campo, y de las deficiencias que como institución debemos corregir. La preparación al matrimonio, remota y próxima, es tarea evangelizadora de primer orden en íntima relación con las otras dimensiones de la pastoral.
Por último, distinguen claramente “entre los caminos de integración a la comunidad cristiana de los que están en situaciones estables, ya que tenemos la obligación de ofrecerles vías de crecimiento espiritual y de participación activa en algunas de las actividades de la comunidad eclesial, y las posibilidades de participación sacramental, a sabiendas de que es un nuevo derrotero, que requiere fidelidad, atención, prudencia, pero a la vez creatividad y coraje”. Igualmente, no ven claro llamar “camino penitencial” al itinerario de los divorciados y vueltos a casar y proponen “itinerarios de reconciliación” porque hay realidades irreversibles que no pueden ser sometidas a un camino penitencial sin posibilidad de superación.