El santo padre Francisco ha advertido que “poner en duda la obra del Espíritu, dar la impresión que la misma no tiene nada que ver con aquellos que ‘no son parte de nuestro grupo’, que no son ‘como nosotros’, es una tentación peligrosa”. Y es una tentación que “no bloquea solamente la conversión a la fe, sino constituye una perversión de la fe”. Lo ha hecho durante la misa de clausura en Filadelfia del Encuentro Mundial de las Familias, con la que además finaliza su viaje apostólico a Cuba y Estados Unidos.
Antes miles de familias que han participado en esta eucaristía en el B. Franklin Parkway, el Papa ensalzó los pequeños gestos de amor, que están vinculados a la santidad.
Durante su homilía, Francisco recordó que el Amor de Dios “nos da una certeza honda: somos buscados por Él, somos esperados por Él”. Y esta confianza –aseguró– es la que lleva al discípulo a estimular, acompañar y hacer crecer todas las buenas iniciativas que existen a su alrededor.
“Dios quiere que todos sus hijos participen de la fiesta del Evangelio. No impidan todo lo bueno, dice Jesús, por el contrario, ayúdenlo a crecer”, indicó Francisco.
El Santo Padre aseguró que la fe “abre la ventana a la presencia actuante del Espíritu y nos muestra que, como la felicidad, la santidad está siempre ligada a los pequeños gestos”.
Gestos mínimos –subrayó– que uno aprende en el hogar; gestos de familia que se pierden en el anonimato de la cotidianidad pero que hacen diferente cada jornada. Como por ejemplo: el “plato caliente de quien espera a cenar, del desayuno temprano del que sabe acompañar a madrugar. Son gestos de hogar. Es la bendición antes de dormir y el abrazo al regresar de una larga jornada de trabajo”.
Asimismo, el Pontífice dijo que “el amor se manifiesta en pequeñas cosas, en la atención mínima a lo cotidiano que hace que la vida tenga siempre sabor a hogar”. La fe crece con la práctica y es plasmada por el amor. Por eso, las familias “son verdaderas Iglesias domésticas”. El lugar “donde la fe se hace vida y la vida se hace fe”. Y Jesús, recordó el Papa, nos invita a provocar y hacer crecer esos pequeños gestos milagrosos
Por otro lado, el Santo Padre advirtió que “nuestra casa común no tolera más divisiones estériles”. El desafío urgente de proteger nuestra casa –explicó– incluye la preocupación de unir a toda la familia humana en la búsqueda de un desarrollo sostenible e integral, pues sabemos que las cosas pueden cambiar. Ante la gran multitud presente en la celebración eucarística, Francisco reconoció que “somos muchos los que participamos en esta celebración y esto es ya en sí mismo algo profético, una especie de milagro en el mundo de hoy”. Y deseó que “cada uno de nosotros se abriera a los milagros del amor para el bien de todas las familias del mundo, y poder así superar el escándalo de un amor mezquino y desconfiado, encerrado en sí mismo e impaciente con los demás”.
Qué bonito sería –indicó– si en todas partes, y también más allá de nuestras fronteras, pudiéramos alentar y valorar esta profecía y este milagro.
Todo el que quiera traer a este mundo una familia, concluyó el Santo Padre, que enseñe a los niños a alegrarse por cada acción que tenga como propósito vencer al mal –una familia que muestra que el Espíritu está vivo y actuante– encontrará nuestra gratitud y nuestra estima, no importando el pueblo, la región o la religión a la que pertenezca.