El arzobispo de San Salvador de Bahía, Murilo Sebastião Ramos Krieger, nombrado por el papa Benedicto XVI, en 2011, concedió una entrevista a ZENIT sobre la Campaña de la Fraternidad y sobre la reforma política. Indicó que algunas propuestas de reforma de la política, en las que participa la CNBB, “no corresponden a lo que los obispos defendemos o al menos a lo que piensan muchos obispos; y algunas propuestas que creemos sean importantes no están allí”. Y reiteró: “Preferiría una propuesta nuestra y que quién esté de acuerdo con ellos, participara en nuestra campaña, como ocurrió durante la Asamblea Constituyente”.
A continuación la entrevista.
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Refiriéndose al tema de la Reforma Política y la Campaña de Fraternidad en Brasil, usted ha dicho que la Iglesia no debe tomar el lugar del Estado. ¿Por qué?
— Mons. Murilo: La Constitución de nuestro país reconoce que el Estado debe ocuparse de la salud, de la educación, de la escuela, etc. En este campo, hoy la Iglesia tiene un papel complementario: actuar donde no hay presencia del Estado o cuando dicha presencia no es suficiente. En el pasado, cuando la organización social era muy limitada, la Iglesia sabía que era su deber abrir hospitales, jardines para la infancia, escuelas, etc. Hoy en día sólo tiene sentido hacer estas obras si con sus valores la Iglesia quiere «hacer la diferencia», es decir, hacer ver su propia manera de sanar, educar, formar, etc. Esta «manera propia» son las motivaciones evangélicas, o sea mostrar cómo vemos a los enfermos, a los jóvenes que deben ser educados, los ancianos abandonados, lo que Jesús nos enseñó. Si uno tiene por ejemplo, una escuela «igual que las otras» sin los valores del Evangelio, no vale la pena tanto esfuerzo, incluso si se tratara de una escuela de buena calidad. Y sobre esto insiste el papa Francisco, la Iglesia no es una ONG, sino una extensión de la presencia de Cristo en el mundo.
La CNBB es una entidad seria y necesaria para nuestra Iglesia, ¿pero existe la posibilidad de que sus integrantes cometan errores?
— Mons. Murilo: Dónde hay seres humanos existe la posibilidad de errores. Mi amplia experiencia en la CNBB me ha demostrado que se puede hablar de la presencia del Espíritu Santo en aquellas iniciativas en las que se ha rezado, reflexionado, y que han sido discutidas por todos los obispos. De esta manera, en un documento aprobado no prevalece la idea de uno o de otro; nuestros documentos oficiales son la síntesis de lo que piensan los obispos. Se puede decir entonces, que ese texto debatido es lo que el Espíritu Santo está queriendo decirle a nuestras diócesis. No digo lo mismo de pequeños grupos o iniciativas de los comités, en donde puede prevalecer fácilmente la idea de una persona o un grupo. En este caso, el material presentado no es un texto «de la» CNBB, pero sí de aquella comisión.
¿Qué significa que una Conferencia episcopal encabece esta campaña de reforma política?
— Mons. Murilo: Brasil enfrenta problemas serios y graves. La Iglesia no puede ignorarlos. Con el Evangelio en la mano tiene que dar una orientación clara, presentar los criterios y ayudar en la reflexión. Por mi parte, en esta campaña de reforma política preferiría que la Iglesia presentara sus propuestas, fruto de la reflexión de todos los obispos, como se hizo durante la Asamblea Constituyente, en la que la CNBB presentó un texto de gran valor: «Por un nuevo orden constitucional».
En ese documento, estaba claro lo que la Iglesia en Brasil proponía para la Constitución que se estaba preparando para ser adoptada posteriormente. No todas nuestras propuestas fueron aceptadas; hoy en día, no pocas personas reconocen que con ésto quien perdió fue el país.
Esta vez, la campaña a favor de la reforma política, la CNBB participa de un proceso que abarca docenas de grupos de la sociedad civil. Así algunas propuestas por tanto no corresponden a lo que los obispos defendemos o al menos de lo que piensan muchos obispos; y algunas propuestas que creemos sean importantes no están allí.
Repito, preferiría una propuesta nuestra y que quién esté de acuerdo con ellos, participara en nuestra campaña, como ocurrió durante la Asamblea Constituyente. Por cierto, la gran mayoría de las firmas que se están recogiendo son fruto del trabajo realizado en nuestras diócesis y en nuestras parroquias, al menos eso es lo que sucede aquí en Bahía. No creo que sea diferente en otros estados de Brasil.
El proyecto en cuestión, por ejemplo, propone la financiación de campañas con el dinero público que es apenas suficiente para asegurar la salud, la educación y la seguridad. Y deberá además entrar el mérito de las discusiones sobre «género» y del voto de «lista cerrada», todo ello de acuerdo con la voluntad del partido actualmente en el poder. ¿Por qué un asunto tan opinable debería ser aceptado por los católicos en Brasil?
— Mons. Murilo: En parte, creo que ya he respondido a esa pregunta. Al aceptar participar en una iniciativa que incluye decenas de entidades, dio en lo que dio. Insisto: estas propuestas no tuvieron la participación de todos los obispos; son el resultado, más bien, de una reflexión que involucró principalmente algunas comisiones episcopales.