El papa Francisco recibió la semana pasada al presidente del Departamento para las relaciones eclesiásticas externas del patriarcado de Moscú (Decr), el metropolita Hilarion, que hizo llegar al Santo Padre el saludo del patriarca de Moscú y de toda Rusia, Kirill. A su vez, el Papa envió sus saludos al patriarca.
En la reunión, se dedicó gran atención a la dramática situación en Ucrania, donde desde hace casi un año tiene lugar un conflicto que se ha cobrado ya miles de vidas. Lo indica un comunicado del patriarcado, precisando que el metropolita «ha hablado de la situación en Ucrania oriental, donde han sido asesinados tres sacerdotes y unas cincuenta iglesias han sido completamente o parcialmente destruidas».
Se habló también de la dramática situación de la población cristiana en Oriente Medio. «Las dos partes han revelado la necesidad de acciones comunes de las Iglesias en defensa de los cristianos en la región de Oriente Medio», añade el comunicado. A propósito, el metropolita Hilarion ha informado al Papa sobre las iniciativas de la Iglesia rusa en este sector y le ha dado las gracias por el constante compromiso a favor de la paz.
Asimismo, se habló sobre otros aspectos de la cooperación católico-ortodoxa. El presidente del Decr expuso los progresos y los resultados de la XIII Sesión plenaria de la Comisión mixta para el diálogo teológico católico-ortodoxo, que tuvo lugar del 15 al 22 de septiembre en Amán (Jordania).El encuentro duró aproximadamente una hora
El profesor del Pontificio Instituto Oriental en Roma, el sacerdote Stefano Caprio, docente de cultura rusa, ha explicado a ZENIT que las relaciones entre la Iglesia católica y el patriarcado de Moscú, durante este año y medio de pontificado de Francisco «han sido muy cordiales y sin sombras». Añadió que «el patriarcado de Moscú mira con interés al primer Papa no europeo, también porque Rusia es un país multiétnico y multicontinental, con fieles dispersos por todo el mundo, y tiene una mirada universal sobre la misión de la Iglesia». Además, añadió que «los gestos y palabras de Francisco, que muestra querer dar al servicio petrino una marca más de comunión y ecuménica, no pueden hacer otra cosa que encontrar la simpatía de todos los ortodoxos; el mismo Hilarion está a menudo en Roma, y el diálogo con la Sede Apostólica es frecuente y constructivo».
Respecto al diálogo entre la Iglesia católica y la Iglesia ortodoxa rusa, el experto indicó que «en los últimos diez años ha superado los cierres de finales de los años noventa, volviendo a ser más franco y directo». De este modo explica que «la Iglesia rusa pide a todos los cristianos testimoniar juntos la fidelidad a los valores cristianos tradicionales frente a los grandes desafíos en el mundo contemporáneo, sobre todo defendiendo la antropología cristiana y los valores morales». Pues con la Iglesia católica comparte los fundamentos de la doctrina dogmática y de los sacramentos.
Asimismo afirmó que «en las dinámicas del diálogo teológico entre católicos y ortodoxos, el patriarcado de Moscú se ha colocado de forma crítica respecto a las discusiones recientes sobre el primado en la Iglesia, considerándolo un argumento ambiguo y fechado». Por otro lado observa que «la reciente crisis política que ha afectado a las relaciones entre Rusia y Ucrania, además, ha provocado tensiones también a nivel interconfesional: el Patriarcado pide al Vaticano que tome posiciones más claras en la disputa entre las jurisdicciones eclesiásticas en Ucrania, que afectan mucho a las relaciones entre los dos países y entre las propias comunidades ucranianas. Roma mantiene la prioridad de la libertad de conciencia y la libre determinación de los pueblos y de las comunidades religiosas». Y el profesor del Pontificio Instituto Oriental consideró que «el metropolita Hilarion viene seguramente también para aclarar, en la medida de lo posible, estas cuestiones».
Finalmente, el profesor abordó las iniciativas que se pueden seguir en un futuro inmediato en el camino del ecumenismo. «La historia del ecumenismo moderno nos entrega resultados extraordinarios en el mutuo conocimiento y el respeto entre todas las confesiones cristianas, pero en los últimos veinte años el diálogo ha marcado el paso; la dimensión global del tercer milenio ha complicado bastante las relaciones ecuménicas, en vez de favorecerlas».
Y explica: «En lugar de los grandes consensos y los foros mundiales, ahora se siente la necesidad de dar mayor impulso a la colaboración directa en el nivel local, las naciones e incluso regiones, en el testimonio evangélico y en la caridad vivida. En Europa y también en Italia, se ha convertido en prioridad la fraternidad laboriosa entre la Iglesia católica y las comunidades ortodoxas, que son una realidad considerable de las sociedades occidentales».
Para concluir indicó que «esto, por un lado favorece el conocimiento y la confianza recíproca, por el otro pone problemáticas pastorales nuevas, que las estructuras católicas tradicionales no siempre están preparadas para afrontar de forma uniforme».