¿Cómo pueden los políticos promover el bienestar en la sociedad de una manera que va más allá del mero crecimiento económico y la estabilidad?
Este fue el tema central de una conferencia titulada «El bienestar de la sociedad: ¿la felicidad como una medida de la economía? Una perspectiva cultural», presentada el 28 de mayo en Roma por el Pontificio Consejo para la Cultura, la Embajada del Reino Unido ante la Santa Sede y la Embajada de Costa Rica ante la Santa Sede.
El objetivo de la conferencia era examinar si es posible que los responsables de la política midan y apliquen los principios del bienestar – o «la felicidad» – en una sociedad determinada.
El cardenal Gianfranco Ravasi, presidente del Pontificio Consejo para la Cultura, fue uno de los oradores principales, junto con Fernando Felipe Sánchez, embajador de Costa Rica ante la Santa Sede, y Nigel Baker, embajador británico ante la Santa Sede. Otros ponentes fueron el Dr. Saamah Abdallah, de la Fundación Nueva Economía, el Dr. Glenn Everett, director de Bienestar de la Oficina de Estadística Nacional, y el Dr. Roberto Serrentino, profesor de la Facultad de Ciencias en Finanzas por la Universidad de E-Campus, Novredrate (Como), Italia.
En declaraciones a ZENIT, el embajador Baker habló sobre los objetivos de la conferencia, y sobre los desafíos de la aplicación de los principios del «bienestar» en la sociedad.
¿Cuál es el objetivo de esta conferencia?
–Baker: Por mucho tiempo ha habido un debate sobre la forma de medir el bienestar de la sociedad, y cómo aplicar las políticas para hacer que la vida de las personas sea mejor. Una de las medidas clásicas ha sido el PIB – la medida de la riqueza económica -, pero los políticos han reconocido desde hace tiempo que no ha sido suficiente. Se han producido, sobre todo desde finales de los años 70, 80 y 90, esfuerzos para tratar de definir una medida más amplia del bienestar que incluya factores intangibles: la educación, los aspectos medioambientales, de salud, cuidado de los hijos, el matrimonio, etc. Además, lo que llaman los economistas aspectos subjetivos: cómo es que alguien que puede ser más rico, más sano, sufre más ansiedad que alguien de un país pobre, pero tiene un mayor sentido de bienestar para ellos mismos o sus familiares.
Un par de los aspectos más concretos de este debate que hemos visto en Reino Unido: New Economics Foundation, una economía de reflexión que ha creado un «Happy Planet Index» (HPI), y el Gobierno del Reino Unido, que tiene un programa nacional de bienestar que está trabajando para tratar de capturar esa sensación de bienestar para los responsables políticos.
Nos pareció que era bueno llevar este debate a la Santa Sede. Ellos tienen su propia contribución que hacer, porque estamos hablando de los factores que inciden en la justicia social, los factores como la fe, la salud general de una sociedad que va más allá de la gestión económica pura – que son todas las áreas en las que la Santa Sede está interesada. También tenemos nuestros socios como Costa Rica que tradicionalmente están en la cabeza de esta HPI.
Es una oportunidad, en primer lugar, para que podamos debatir esta cuestión aquí, para contribuir con el pensamiento de la Santa Sede y para que la Santa Sede pueda contribuir con sus ideas sobre lo que es un debate económico, social y cultural.
Con respecto a este objetivo de los responsables políticos para promover este sentido más completo de «bienestar», ¿podría posiblemente existir el peligro de que los responsables políticos y líderes que tratan de controlar en exceso y definir la felicidad en una sociedad?
–Baker: Existe el peligro, y creo que algunos de los críticos de, por ejemplo, el Programa Nacional de Bienestar en el Reino Unido, el peligro es que va a alentar a los gobiernos a estar cada vez más involucrados en las vidas de las personas. Ellos pueden decir, «ajustar aquí, ajustar allá, y nosotros podremos mejorar el bienestar nacional».
Al igual que cualquier índice, como cualquier forma de medida, hay que ser muy cuidadoso con esto. Sin embargo, es indudable que los políticos tienen una gran cantidad de herramientas realmente bastante contundentes con los que, a pesar de nuestra ingenuidad estadística, poder medir el éxito de sus políticas, o decidir qué política en lugar de otra se puede aplicar para mejorar la vida de las poblaciones. Tratando de encontrar la manera de mejorar la vida de las personas desde el punto de vista de la misma gente es a la vez honorable y justificado en términos de política.
¿Cómo podemos aplicar estos principios de «bienestar» a nivel mundial? Por ejemplo, los conceptos de «bienestar» en una cultura pueden no coincidir con los de otra cultura. ¿Cómo se pueden conciliar estas diferencias?
–Baker: Es uno de los problemas con, por ejemplo, el HPI, que es uno de los numerosos índices que miran a esto. Los criterios que se aplican, porque terminan empujando a un país como Cuba muy alto, y a los Estados Unidos muy bajo. Con toda razón, los críticos en Estados Unidos dirán: «¿La gente en los Estados Unidos es menos feliz que los cubanos?» (aunque debemos ser cuidadosos con el concepto de «felicidad»).
En segundo lugar, tienes razón. Existen diferentes criterios de aplicación. Pero este es exactamente el mismo argumento que se puede utilizar para criticar cosas como el PIB como una herramienta. Alguien puede no ser más rico que otra persona de otro país, pero tal vez sufren de menos ansiedad. Ellos pueden ser los seres humanos más contentos, ya que tienen una determinada familia, o tienen su propia casa. La persona más rica puede preocuparse por el trabajo al día siguiente, mientras que la persona que está más contenta puede tener una relación diferente con el mercado del trabajo. Estos son claramente criterios subjetivos en muchos casos. Es evidente que hay un aspecto cultural y que vale la pena llevarlo a cabo por medio del Consejo Pontificio de la Cultura. Además, es justo tratar de buscar puntos de comparación, y decir que no se trata sólo de la riqueza. No es sólo por el éxito material en el que vive que se pueden medir como mejor o peor. Hay muchos otros criterios también, y tal vez necesitamos, como los políticos, mirar más profundamente, para comparar y contrastar, y tal vez incluso podemos pedir buenas ideas y buenas prácticas de otros países.
Traducido del inglés por Rocío Lancho García