Comentario del Evangelio del domingo 25 de octubre de 2020, Domingo XXX del Tiempo Ordinario, escrito por el padre Antonio Rivero L.C. En su columna, titulada “En el amor está toda la plenitud de la ley: amor a Dios y amor al prójimo”, habla sobre el amor como fundamento de toda la Ley de Dios.
DOMINGO XXX DEL TIEMPO ORDINARIO
Ciclo A
Textos: Ex 22, 20-26; 1 Tes 1, 5-10; Mateo 22, 34-40
Idea principal: El primer mandamiento es amar a Dios. El segundo, amar al prójimo.
Síntesis del mensaje: la pregunta de ese doctor de la ley a Jesús en el evangelio de hoy sobre cuál es el mandamiento más grande de la ley es muy oportuna, pues los judíos tenían centenares de preceptos: exactamente 365 “negativos” (empiezan con un “no…”) y 248 “positivos” (comienzan con un “debes…”).
Toda sociedad organizada tiende a multiplicar con el tiempo sus leyes y normas, y a veces sin necesidad. Y hoy Jesús nos da la clave para ser cristianos: dos mandamientos que se reducen al amor; amar a Dios y amar al prójimo.
Puntos de la idea principal:
En primer lugar, el amor a Dios no consiste en sentir el vértigo de lo divino: el regusto espiritual en una comunión, dos emociones temblorosas, tres avemarías nocturnas, cuatro lágrimas, cinco procesiones…y nueve primeros viernes de mes. No. Amar a Dios es centrar mi vida en Dios: qué piensa Dios, qué dice Dios, qué quiere Dios…Y yo lo mismo.
Qué me pide Dios a mí, ¡no al vecino!, ahora ¡sin darle largas!, ya, ¡sin hacerme el sordo! Y aquí está, obras, que eso es el amor. Amar a Dios es abandonar los ídolos y convertirnos al Dios vivo y verdadero, para servirlo (segunda lectura).
En segundo lugar, amar a los demás es centrar mi vida en los demás: una aceptación (son como son), un respeto (son lo que son), una transigencia (son como pueden), una tolerancia (no dan más de sí), un compromiso forajido por su pan, su justicia, su escuela, sus seguros, su libertad. Obras, y lo que no sean obras es pecado, egoísmo, cuento. Se trata, pues, de dar y darse, de negarse y abnegarse, de salir del yo y pasar al tú.
Llegar a poder decir con honradez: “Te quiero”. No “me gustas”, cuya traducción honrada es “te deseo”, “te necesito”, “me apeteces”, “la cuenta que me tienes”, etc…que pertenecen al lenguaje zoológico e instintivo. Amar a los demás es cuidar a las viudas y a los huérfanos, dar dinero al pobre, cubrir al desnudo (primera lectura).
Finalmente, todo lo que no sea interpretar así el mandamiento del doble amor es un error, un egoísmo y un pecado. Es decir, firmar de pagano por la vida. Si amamos en estos dos vertientes, podremos decir con san Agustín: “Ama y haz lo que quieras. Si te callas, calla por amor; si perdonas, perdona por amor; ten la raíz del amor en el fondo de tu corazón: de esta manera solamente puede salir lo que es bueno” (Comentario a la Primera Epístola de S. Juan, 7).
Y para aprender a amar tenemos que mirar a Cristo, expresión viva de este precepto del amor. Con su propia vida nos ha enseñado el mandamiento único de la caridad que tiene, como una moneda, las dos caras que ya hemos explicado: el amor a Dios y el amor al prójimo. Cristo amó ante todo a su Padre, en la aceptación y cumplimiento perfecto de su voluntad, entregando su vida para reparar la gloria de Dios conculcada por los hombres y así saldar nuestra deuda contraída, que era muy alta.
Y amó a los hombres, haciéndose carne para salvarnos y perdonando de este modo nuestros pecados. “No hay otra causa de la Encarnación sino esta sola: nos vio derribados en tierra y que íbamos a padecer, oprimidos por la tiranía de la muerte, y se compadeció de nosotros” (San Juan Crisóstomo).
Para reflexionar: ¿puedo decir que amo a Dios sobre todas las cosas? ¿Cómo lo demuestro: sólo con palabras o también con obras, “pues obras son amores y no buenas razones”? ¿Puedo decir que amo al prójimo, mínimo como a mí mismo? ¿Puedo decir que amo al prójimo como Cristo lo ama? ¿Lo demuestro con mi paciencia, bondad, misericordia, donación, preocupación sincera por él, ayuda concreta?
Para rezar: Señor, que me deje amar por ti, para que después pueda amarte como te mereces y amar al prójimo, como tú lo amas. Perdóname tanto egoísmo en mi vida, que es lo contrario del amor. Que tome conciencia que al final de mi vida “me examinarán del amor”. Amén.
Para cualquier duda, pregunta o sugerencia, aquí tienen el email del padre Antonio, arivero@legionaries.org