Por: Humberto Del Castillo (Psicólogo)
(ZENIT Noticias – Centro Areté / 27.09.2021).-).- En esta colaboración para ZENIT vamos a entender la relación entre afectividad, amor y dependencia emocional, los cuáles son fundamentales para alcanzar la madurez afectiva y la felicidad.
¿Qué es la afectividad?
Se entiende por afectividad a la capacidad de resonar y vibrar interiormente. El ser humano se caracteriza por experimentar internamente una serie de vivencias que conforman la afectividad. En este contexto hay que decir que todas las personas tienen afectividad o que todos en mayor o menor grado poseen afectividad.
En el libro afectividad y sexualidad en la vida cotidiana de Del Castillo (2021) se mencionan las vivencias de la afectividad, que al conocerlas nos brindan herramientas fundamentales que conducen a la madurez afectiva, al desarrollo de nuestra personalidad y a la realización personal: emoción, sentimiento, estado de ánimo, pasión, motivación, ilusión, amor, comunicación y relaciones sociales.
¿Qué es el Amor?
En el idioma castellano se encuentra un sin número de sinónimos de la palabra amor, tales como “querer, cariño, estima, predilección, enamoramiento, propensión, entusiasmo, arrebato, fervor, admiración, efusión y reverencia”. Y en todas hay algo que se repite, es decir, se aprecia una constante, la cual es “la tendencia hacia alguien”. Esta tendencia, que tiene la persona, hace desear una compañía, un encuentro con el otro y una donación personal. Burgos (2009) define el amor como “querer el bien de otra persona” (p. 286). Es la tendencia a la comunión con el otro, buscando su bien, su felicidad y plenificación personal” (p. 51).
Existen distintas manifestaciones y tipos de amor: de amistad, amor entre padres e hijos, al prójimo o fraternal, amor erótico, sexual o conyugal, a Dios y amor a sí mismo.
¿Qué es la dependencia emocional?
Distintos autores definen la dependencia emocional como un patrón crónico de demandas afectivas frustradas, las cuales buscan desesperadamente satisfacerse mediante relaciones interpersonales estrechas. Por ejemplo, el dependiente tiene una carencia o vacío, una herida afectiva y, por tanto, sin darse cuenta, reclama afecto, cariño y valoración. Dichos reclamos se llaman también demandas de afecto o atención.
Esas demandas o reclamos son muchas veces no conscientes, es decir, la persona no se da cuenta de sus reclamos, debido a que él busca desesperadamente llenar dichas carencias en su relación con otras personas, pero no logra darse cuenta que está apegada a ellas. Por esta razón el dependiente emocional o afectivo quiere disponer continuamente de la presencia de la otra persona como si estuviera “enganchado” a ella. También será quien llamará continuamente a su pareja al trabajo, le pedirá que renuncie a su vida privada para estar más tiempos juntos, demandará de ella atención exclusiva y todavía le parecerá insuficiente. No se debe perder de vista que el motivo subyacente no es la posesión o el dominio, sino la tremenda necesidad afectiva de estas personas. Así que, en cualquier caso, es comprensible la sensación de agobio que produce en sus parejas o amigos.
También es necesario percatarse que la persona dependiente, magnifica, exagera el hecho de ser querido. Pero esta forma enfermiza no es amor, es una adicción psicológica. Porque es cierto que un amor auténtico no es adictivo, no posee, ni destruye la identidad del otro y, por tanto, para amar hay que ser libres, porque si uno no se tiene a sí mismo, no puede darse a los demás. Por lo que en estos casos la necesidad de la pareja o del amigo o hijo es realmente una dependencia como se produce en las adicciones, lo que genera que el otro se sienta con frecuencia invadido o absorbido. El otro se siente saturado y sin espacios personales.
Por esta razón, el sentimiento de dependencia es una forma de esclavitud. De esta manera, la persona dependiente es esclava de los sentimientos con los que el “otro” le adorna, y sus relaciones no llenan el vacío emocional que padecen, aunque sí lo atenúan. Y estas personas están tan poco acostumbradas a quererse y a ser queridas que no esperan cariño de su pareja, simplemente se enganchan obsesivamente a ella y persisten en la relación, por muy frustrante que ésta sea.
Es importante entender que la dependencia emocional es una distorsión de nuestra afectividad, puesto que todos los seres humanos hemos sido hechos para amar. La persona dependiente es quién tiene una serie de rasgos en su personalidad que es importante que trabaje puesto que se percibe “enganchada”, “atrapada” y “esclavizada”. Dicha persona en su niñez y adolescencia ha generado esta personalidad dependiente, es lo que Young llama “esquema dependiente o trampa vital dependiente” y este se activa en la juventud o en la adultez.
Pasa mucho en relaciones madres-hijos, en el exceso de control y sobreprotección. También existe la codependencia; incluso en familias.
Con relación a la pareja, en su libro Reinventa tú vida J. Young menciona que las señales de peligro en la pareja son:
1. Tu pareja es como una figura paternal para ti, parece fuerte y protector.
2. Él o ella parece feliz cuidándote y tratándote como un niño.
3. Tú confías más en los juicios de él o de ella que en los tuyos propios. Él o ella toman la mayoría de tus decisiones.
4. Te das cuenta que pierdes la conciencia de cómo eres aliado de él o ella y que tu vida entra en un callejón sin salida cuando no está a tu lado.
5. Él o ella lo paga casi todo y se cuida de las cuestiones económicas.
6. Él o ella critica tus opiniones, tus gustos y tus habilidades en las tareas cotidianas.
7. Cuando tienes una nueva tarea que hacer, siempre le pides consejo, incluso si no es un experto en esa materia.
8. Él o ella asume casi todas tus responsabilidades; tú, casi no tienes.
9. Él o ella casi nunca se muestra asustado, inseguro o vulnerable. (p. 158)
Si esta lista describe tus relaciones, vives en el estado de dependencia de tu infancia. Deberías darte cuenta de que todas las características de tu pareja son las características de tus padres. Nada ha cambiado para ti. Te las has arreglado para prolongar tu dependencia en la vida adulta. Tienes pocas responsabilidades, pocas preocupaciones, pocos desafíos. Aunque esto parezca que es un arreglo satisfactorio para ti, es el momento de considerar el precio que pagas por mantener tu dependencia. Esto hipoteca tu futuro, tu libertad y tu orgullo, y te impide ser tú mismo (Young, 1992, p. 159).
Referencias
Del Castillo Drago, H. (2021). Segunda Edición. Afectividad y sexualidad en la vida cotidiana, Medellín.
Young, J. E., & Klosko, J. S. (1992). Reinventa tu vida, PAIDÓS.