(ZENIT Noticias / Roma, 04.01.2022).- Las acusaciones que un bufete de abogados vertió contra Benedicto XVI a raíz de un informe sobre abusos en una diócesis alemana de la que éste fue obispo, han permeado en una cierta parte del mundo eclesiástico progresista con una narrativa que, sin juicio de por medio, viene a confirmar la sentencia preconcebida a Benedicto XVI por parte del mundo mediático.
En una entrevista concedida a una agencia alemana, el jesuita Hans Zollner dedicó el espacio de toda una entrevista a hablar y comentar precisamente el informe de los abogados alemanes. La persona en cuestión dice valorar la “visión integral” de este reporte y el hecho de que “los asuntos están claramente abordados y la metodología trabajada”. Preguntado directamente sobre qué debería hacer el Papa emérito, contesta:
“Debe hacer una declaración simple y personal. En ella podría decir “No recuerdo haber participado en la reunión en cuestión. Si estuve allí, entonces cometí un error y me disculpo. Incluso si los psicólogos dieron una evaluación diferente de esos casos en ese momento, debería haber dedicado mayor atención al asunto. Lamento eso».
A continuación, critica ulteriormente la declaración de 82 páginas que ofreció el Papa emérito al Comité encargado de la investigación con estas palabras (añadiendo más leña al fuego al poner en evidencia que la respuesta de Benedicto XVI, según él, no fue consensuada con nadie más dentro del Vaticano):
“Me sorprendió que se limitara sólo a los aspectos jurídico, testimonial y canónico. Hay una falta de conciencia de que esto también se trataba del lado humano y de la percepción externa. Puedes ver esto en el ejemplo del sacerdote masturbándose frente a niñas menores de edad. No hubo contacto físico y, por lo tanto, no constituyó abuso, según la declaración que firmó Benedicto XVI. Por cierto, he oído expresar gran asombro en el Vaticano de que esta declaración no haya sido consensuada con otras partes”.
En otra entrevista, en este caso al diario italiano La Stampa (21.01.2022), Zollner declaraba que Benedicto XVI agravaba “la imagen del asunto”.
Otro jesuita, pero este desde los Estados Unidos, realiza una apología contra Benedicto XVI desde las “páginas” del National Catholic Reporter. “Los obispos deben saber confesarse; después de todo, lo hacen todos los días al comienzo de la misa. Estas son las palabras que la gente quiere escuchar de Benedicto XVI, Francisco y otros líderes de la iglesia que no manejaron bien a los sacerdotes abusivos: Yo confieso ante Dios todopoderoso, y ante ustedes hermanos, que he pecado…”.
Y añade:
“Además de disculparse, Benedicto podría expresar su voluntad de reunirse con cualquier víctima de abuso de su antigua arquidiócesis. En tales encuentros, puede escuchar sus historias y disculparse directamente. Esto puede ayudar en la curación de los sobrevivientes”.
Pero no se queda ahí. Sugiere incluso que debe renunciar al título de papa emérito. Pasa, a continuación, a hacer sus consideraciones acerca de por qué no debe haber un papa emérito y expresando sus deseos de que eso no sea más posible en el futuro: “No hay lugar para dos papas en la Iglesia Católica. Espero que cuando Benedict muera, la ley de la iglesia cambie para reflejar esto”. Y remata con un: “Necesitamos escuchar «lo siento» de Benedicto”.
Otro pronunciamiento claramente ofensivo, porque supone admitir que Benedicto XVI es culpable de algo que no ha sido enjuiciado por ningún tribunal -salvo el de la opinión pública- es del presidente de la Conferencia Episcopal Alemana, el obispo Georg Bätzing de la diócesis de Limburgo. En una entrevista concedida a Anne Will expresó que el papa emérito “Debe pronunciarse, debe dejar de lado las recomendaciones de sus asesores y decir clara y sencillamente: cargo con una culpa, he cometido errores, le pido perdón a los afectado”.
El sistema judicial actual, que también aplica a eclesiásticos, parecían convidar a todo aquel que apunta el dedo contra el Papa emérito pues mientras no se demuestre culpabilidad, con todo lo que eso supone, la persona sigue gozando del derecho humano a la presunción de inocencia. No se debería olvida que cuando un dedo apunta a una persona hay otros cuatro que apuntan al señalador.