Niño orando. Islam. Foto: Archivo

Arabia Saudí y el divorcio del wahhabismo

El príncipe heredero saudí ha instituido una nueva fiesta con la que está reescribiendo la historia del país y pretende desvincular al Estado de su identidad religiosa.

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Por: Chiara Pellegrino

(ZENIT Noticias / Oasis Center, 19-20.02.2022).- En Arabia Saudí está en marcha desde hace varios años un proceso de reequilibrio de las relaciones entre la monarquía y el clero wahabí. Este proceso se inició hacia el final del reinado del rey ‘Abdallah (2005-2015), predecesor del rey Salman, pero ha experimentado una evolución muy rápida e inesperada a partir de 2017, tras el nombramiento de Muhammad Bin Salman (MBS) como príncipe heredero.

En concreto, la monarquía ha aumentado el control del Estado sobre la religión y ha desposeído a muchas instituciones wahabíes. Entre ellos, el Comité para la Promoción de la Virtud y la Prevención del Vicio (también conocido como «policía religiosa»), encargado de velar por la moralidad en los lugares públicos, fue despojado de sus poderes de arresto en 2016, mientras que el Consejo de Ulemas, el órgano islámico más importante del país, presidido por el Gran Muftí de Arabia Saudí, ha visto disminuir su influencia y ahora participa pasivamente en la transformación del país emitiendo fatuas y declaraciones de apoyo a las políticas de los gobernantes.

Además, se intenta limitar la influencia del Islam en el espacio público. Entre ellas, la iniciativa lanzada el pasado mes de junio [2021, ndt] por el Ministerio de Asuntos Religiosos para bajar el volumen de los megáfonos en las mezquitas, y la intención expresada por MbS en una entrevista televisiva en abril de 2021 de replantear los fundamentos de la jurisprudencia islámica y reformar el sistema judicial del país.

En su conjunto, estas reformas pretenden consolidar la monarquía mediante una mayor centralización del Estado y crear las condiciones necesarias para poner en marcha el proyecto de modernización del país, tal y como se recoge en la Visión2030.

Sin embargo, hasta ahora no estaba claro si el objetivo del príncipe heredero era simplemente limitar el papel de los clérigos quitándoles el control de la esfera social o superar el wahabismo, la doctrina religiosa con la que el Estado saudí está inextricablemente vinculado. La respuesta llegó hace unos días.

A finales de enero [2022, ndt], un decreto real estableció un nuevo día festivo, el Día de la Fundación (Yawm al-ta’sīs en árabe), para conmemorar el nacimiento del primer reino saudí. La gran novedad es que la fecha en la que se data este acontecimiento es 1727 y no ya 1744, año en el que Muhammad Ibn Saud y Muhammad Ibn ‘Abd al-Wahhab, fundador del wahabismo, sellaron el pacto sobre el que se fundó el Estado hasta la fecha y que sancionó por primera vez en la historia islámica una clara división entre las prerrogativas políticas de los emires (ahora reyes) y las religiosas de los clérigos. El año 1727 corresponde al año en que Muhammad Ibn Saud asumió el poder y unificó las dos partes en que se dividía entonces Dir’iyya, la capital del primer Reino, que hoy corresponde a la antigua parte de Riad. No es una innovación menor.

Según las indicaciones emitidas por el gobierno, el Día de la Fundación se celebrará cada año el 22 de febrero, además de la fiesta nacional del 23 de septiembre, ocasión introducida durante el reinado del rey ‘Abdallah, en contra de los deseos del clero wahabí, para conmemorar la unificación del Reino en 1932.

La decisión de reescribir la historia saudí tiene un significado político muy fuerte, ya que indica la voluntad de disminuir el papel desempeñado por el wahabismo en el nacimiento del Reino. Este deseo se expresó claramente en la campaña lanzada por el gobierno saudí para lanzar la nueva fiesta en sus canales institucionales y en los periódicos nacionales, así como en las cuentas sociales de los partidarios de la monarquía. Según el politólogo saudí Turki al-Hamad, el hecho de que la nueva fecha del inicio de la historia saudí no se corresponda con la del pacto entre el poder político y la autoridad religiosa «resuelve muchos problemas sobre la naturaleza del Estado»: el clero wahabí, explicó al-Hamad, desempeñó un importante papel en el primer Estado saudí, actuando como aglutinante entre los distintos componentes tribales y étnicos de la sociedad de la época y promoviendo la expansión del Reino, pero luego cumplió su cometido histórico y hoy se ha convertido en anacrónico.

Ha llegado el momento, decía otro intelectual saudí en el diario panárabe al-Sharq al-Awsat, de «escribir la historia de la experiencia política». Su idea, en definitiva, es que la historia del Estado es anterior a cualquier alianza entre emires y ulemas, y si durante mucho tiempo se pensó lo contrario, es sólo porque fue escrita por historiadores del ámbito religioso, que dieron prioridad a los aspectos intelectuales, culturales y religiosos, dejando de lado la dimensión política de los acontecimientos.

A pesar de su importancia revolucionaria, este asunto no provocó ninguna reacción particular en el ámbito wahabí. El Ministerio de Asuntos Religiosos, presidido por ‘Abd al-Latif Āl al-Shaykh (los Āl al-Shaykh son descendientes de Muhammad Ibn ‘Abd al-Wahhab), se limitó a publicar un tuit circunstancial en su cuenta institucional, informando de la noticia en un tono decididamente neutral, mientras que el Consejo de Ulemas, generalmente muy activo en las redes sociales, guardó silencio en los días posteriores a la noticia. Sin embargo, esta actitud no debería sorprender, ya que la clase dirigente wahabí ha elegido durante mucho tiempo el camino del silencio y rara vez expresa su desacuerdo públicamente.

Los personajes de la nueva identidad saudí, deseada por MBS para desvincular al país de su base ideológica, fueron representados en un logotipo creado ad hoc para la celebración de la nueva fiesta y explicado en los principales periódicos del país.

En el centro hay una representación estilizada de un hombre (el ciudadano saudí) que sostiene una bandera blanca, desprovista de la profesión de fe islámica presente en la bandera actual, como para reiterar que la religión ya no es un elemento fundador de la identidad del país, como no lo fue para la creación del reino. Alrededor de la figura aparecen cuatro símbolos: las palmeras datileras, que indican «el crecimiento, la vida y la nobleza de espíritu»; el majlis, o consejo, que expresa «la unidad y la armonía cultural-social»; el caballo árabe, que representa «el heroísmo de los príncipes»; y, por último, la puerta del sūq, el mercado, que hace referencia a «la diversificación económica y la apertura al mundo». Debajo del logotipo figura el año de fundación del Reino: 1727, indicado con el calendario gregoriano y no con el calendario islámico, tradicionalmente adoptado en Arabia Saudí.

Al reescribir la historia del Reino, la monarquía ya no sólo pretendía reducir el papel del clero, según la dialéctica entre el poder político y el religioso que había caracterizado toda la historia del país, sino que también indicaba que quería promover una nueva identidad nacional, emancipándola de la religiosa. Este proceso abre potencialmente desarrollos muy significativos. Con el desquiciamiento de un principio considerado fundamental hasta hace poco, sólo queda esperar los próximos movimientos del MBS.

El presente artículo fue originalmente publicado en italiano como “L’Arabia Saudita divorzia dal wahhabismo”. La traducción al español fue realizada por el director editorial de ZENIT, el P. Jorge Enrique Mújica, LC.

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Redacción Zenit

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