(ZENIT Noticias / Champán Chalons, Francia, 28.06.2022).- El pasado sábado 25 de junio se dio a conocer a los miembros de la Comunidad del Verbo de Vida que a partir del 1 de julio de 2023 la comunidad quedaría disuelta y por tanto cesa su existencia dentro de la Iglesia a partir de ese periodo.
La noticia les fue comunicada por el Cardenal Josef de Kesel, arzobispo de Malinas-Bruselas, tras una visita canónica que se desarrolló entre enero y abril de este año. La visita había sido pedida por la comunidad luego de que el moderador general renunciara en agosto de 2021.
De acuerdo al comunicado, los visitadores encontraron disfunciones graves y sistémicas en la comunidad: “Los tres visitantes designados escucharon a más de 200 personas. Constataron disfunciones graves y sistémicas desde la fundación”. En 30 años al menos 240 personas dejaron la comunidad. “Todos los intentos de clarificar el carisma, de darse una regla de vida estable, de asegurar un gobierno sereno, y de garantizar en Verbo de Vida el respeto a cada uno y la confianza, han fracasado”. También se dice que “los fundadores de la comunidad, Georges y Marie-Josette Bonneval, han sido acusados de ejercer abuso espiritual y control sobre varios de los miembros. Y el guía espiritual del Verbo de Vida, Jacques Marin, sacerdote-obrero, fue acusado por varias mujeres de agresión sexual en el contexto del sacramento de la confesión. Marin falleció en 2019, tras un juicio canónico unos años antes.
El obispo de Châlons, Mons. François Touvet, ha sido designado administrador de la Comunidad del Verbo de Vida hasta la disolución. Le asistirán cinco equipos para tratar los asuntos relacionados con el acompañamiento espiritual y vida consagrada, el acompañamiento psicológico, cuestiones canónicas y jurídicas, cuestiones administrativas y financieras, y comunicación). “Su principal preocupación es escuchar a las víctimas y ofrecer a cada miembro apoyo individual y lugares de hospitalidad para permitir un discernimiento pacífico y una nueva orientación personal”, señala el comunicado.
Dado que la abadía de Andecy, sede de la comunidad, había llegado a ocupar un lugar de alto aprecio en la diócesis, Mons. Touvet dijo: “Creed que esta grave decisión se toma por el bien de los miembros de esta comunidad, aunque os cueste creer y comprender que allí se hayan podido producir tales disfunciones”.
La Comunidad del Verbo de Vida ya había tenido una visita canónica durante el pontificado de san Juan Pablo II, en 2002. Entrevistado por el diario La Vie, Mons. Touvet dijo también que “Veinte años después, la nueva visita canónica, de enero a abril de 2022, constató los mismos hechos, dando la impresión de que las cosas no habían evolucionado lo suficiente, y que la Iglesia no había velado suficientemente por esta comunidad, a pesar de 240 salidas en 30 años”.
Y añade: “El cardenal Jozef De Kesel consideró que las fuerzas humanas eran demasiado débiles para proceder a una refundación, debido al sufrimiento y al agotamiento moral y psicológico de los miembros. Además, para reiniciar habría sido necesario encontrar un buen equipo de administradores y un clima favorable, pero hay demasiadas divisiones, tensiones y sufrimientos. Finalmente, se debería haber definido el carisma de esta comunidad, lo que en realidad nunca se ha hecho. Ante esta triple observación, el cardenal De Kesel consideró que sólo quedaba la disolución”.
Preguntado por los fallos, el obispo encargado de acompañar a esta comunidad hasta su disolución contestó: “Principalmente abuso espiritual, excesiva espiritualización, fenómenos de control, falta de realismo, abuso de poder. El funcionamiento de las casas siempre se mira de una manera tan espiritual que no se tiene suficientemente en cuenta la realidad de la vida de las personas, sus sufrimientos y sus preguntas. El discurso excesivamente espiritualizador pretende ocultar la realidad de las cosas. Se notó abuso de autoridad y confusión entre el foro interno y el foro externo. Los miembros me explicaban así que su guía espiritual era al mismo tiempo el encargado de la casa, por lo tanto su superior…”. Agrega que “Cuando algunas personas intentaban expresar un cuestionamiento sobre el funcionamiento de la comunidad, a veces eran expulsadas. Si anunciaban su intención de irse, estaban bajo la presión de la culpa. A esto se suma la falta de formación suficiente y de una verdadera regla de vida. Estos son los hechos expresados por la casi unanimidad de miembros actuales y ex miembros escuchados por los visitantes”.
Hablando sobre los fundadores, el obispo refiere que “hubo una centralización del gobierno en la pareja fundadora de Marie-Josette y Georges Bonneval. Afirmó ser el único fundador y pidió a los miembros que los reconocieran como padre y madre. Esta mirada a la paternidad espiritual les hizo perder su autonomía, su libertad de expresión y los degradó en cierto modo. Esto puso a todos en un estado de sufrimiento”. Y cuando se le pregunta si esos desperfectos continuaron tras la partida de la pareja, contesta: “Hubo un cambio de moderador en 2003 y la nueva gobernanza reprodujo el mismo modelo. Esto es lo que nos hace decir que había algo del orden de un sistema desde el principio. Un sistema basado en una mentira. Durante la visita canónica de este año, se descubrió así que el acta de creación de la asociación firmada por los diversos fundadores había sido falsificada. Los nombres fueron borrados, y este documento falsificado utilizado en la comunidad hizo creer que solo existía esta pareja fundadora”.
Cuando se interroga al obispo cómo es que esos problemas conocidos desde 2002 pudieron persistir 20 años más, el obispo dice: “En la misión que recibo, debo reconocer que la Iglesia no ha estado suficientemente vigilante. Hay un fracaso de la institución eclesial y un fracaso del gobierno de la comunidad, que no acogió las palabras del sufrimiento y que no supo hacer un trabajo de interpretación de las salidas, por numerosas que fueran. La combinación de estas dos fallas hizo que el sistema durara. Fracaso de la institución, ya que la única visita canónica realizada fue la de 2002. En 2011, el obispo de Mechelen-Bruselas, André-Joseph Léonard, quiso hacer una visita canónica, pero finalmente se convirtió en una simple visita pastoral muy breve y amistosa. Encontré una expresión muy fuerte de un ex miembro en el acta de una reunión de líderes de casa: hablaba de un sistema en el que aprendíamos a halagar a los obispos, a demostrarles que todo estaba bien, a dar regalos bonitos, a recibir aliento. Era parte del sistema”.
El comunicado de la disolución puede consultarse en este enlace.