Por: Filipe d’Avillez
(ZENIT Noticias / Jerusalén, 10.04.2023).- Los líderes eclesiásticos de Tierra Santa han denunciado el aumento de incidentes anticristianos, como ataques a lugares santos, escuelas e incluso cortejos fúnebres.
En una declaración conjunta de los Patriarcas y Jefes de las Iglesias de Jerusalén, denuncian los problemas que afectan a la vida de los fieles en estos «tiempos tumultuosos».
En él se afirma: «Como todos hemos visto en los últimos meses, la escalada de violencia ha asolado Tierra Santa. Los cristianos locales, en particular, han sufrido cada vez más adversidades».
El mensaje de Pascua continuaba: «Durante el último año, algunas de nuestras iglesias, procesiones funerarias y lugares de reunión pública se han convertido en blanco de ataques; algunos de nuestros lugares santos y cementerios han sido profanados; y algunas de nuestras antiguas liturgias, como la Procesión del Domingo de Ramos y la Ceremonia del Fuego Sagrado, han sido cerradas a miles de fieles. Todo ello a pesar de nuestros acuerdos de cooperar con las autoridades gobernantes, y de atender cualquier petición razonable que pudieran presentar».
El informe de Ayuda a la Iglesia Necesitada 2022, «¿Perseguidos y olvidados? Informe sobre los cristianos oprimidos por su fe», afirma que en 2021 había 182.000 cristianos en Israel, según su Oficina Central de Estadística. Alrededor del 60% pertenecen a la Iglesia greco-católica melquita.
Mientras que la población cristiana general de Israel está creciendo -aumentando un 1,4 por ciento en 2021-, en los Territorios Palestinos las comunidades cristianas históricas siguen disminuyendo.
Antes de la creación del Estado de Israel en 1948, los cristianos constituían el 18% de la población de Cisjordania, cifra que ahora es inferior al 1%.
Las razones de la emigración son diversas, entre ellas la preocupación por la discriminación en el empleo, los grupos militantes y las restricciones a la circulación provocadas por la barrera de Cisjordania, que genera importantes problemas económicos.
A pesar de todas las dificultades, la declaración conjunta de los Patriarcas y Jefes de las Iglesias de Jerusalén terminaba con una nota esperanzadora: «Mientras perseveremos en estos esfuerzos de buena fe [para cooperar con las autoridades], pedimos a los funcionarios encargados de la supervisión que trabajen de forma cooperativa y colaboren con nosotros, al tiempo que hacemos un llamamiento a la comunidad internacional y a los residentes locales de buena voluntad para que aboguen en nuestro favor, con el fin de ayudar a garantizar la seguridad, el acceso y la libertad religiosa de la comunidad cristiana residente y de los millones de peregrinos cristianos que visitan anualmente Tierra Santa… Sin embargo, al acoger este apoyo, no ponemos finalmente nuestra esperanza en manos de ninguna fuente humana. Ponemos nuestra esperanza última sólo en Dios. Porque a través de la resurrección de Cristo, tenemos la bendita seguridad de la bondadosa providencia del Todopoderoso a través del Espíritu Santo, una fuente de poder divino que es capaz de sostenernos hoy, igual que sostuvo a los primeros cristianos de Jerusalén hace tantos siglos.»