«Este viejo sacerdote, Loris Francesco Capovilla, que os habla desde la casa de papa Juan XXIII», «está conmovido, confundido e intimidado». Con estas palabras se ha presentado quien fue secretario del papa Roncalli, el cardenal Capovilla, de 98 años, en una videoconferencia organizada en el Centro de Prensa del Vaticano para hablar a los periodistas de su experiencia y vivencias junto al ‘Papa Bueno’.
Capovilla -creado cardenal el pasado mes de febrero- ha explicado que la casa desde donde hablaba es visitada por numerosos grupos para acercarse un poco más a la historia de Juan XXIII. En una ocasión unos niños le preguntaron si sabía a qué edad había fallecido el papa Roncalli, y el respondió que con 81 años y seis meses. Pero, les dijo que «yo no he visto morir un hombre viejo de 81 años y seis meses, he visto morir un niño, porque tenía los ojos espléndidos como los tuyos, con el fulgor de las aguas bautismales y tenía la sonrisa en los labios, como la tuya; que es la bondad que sale de lo profundo del corazón».
Además, ha querido mostrar su agradecimiento a Juan XXIII por el Concilio Vaticano II, que como dijo Benedicto XVI es «la estrella polar de la Iglesia católica y de todos los hombres y mujeres de buena voluntad del mundo entero. No somos extraños los unos a los otros».
El cardenal ha afirmado que la definición del papa Juan XXIII es «dos ojos y una sonrisa, la inocencia y la bondad». Y lo dice también por el papa Juan Pablo II, recordando una ocasión, en el primer año de pontificado de Wojtyla, quien le pidió que le hablara del papa Roncalli. Hablaron de las salidas de Juan XXIII por las calles de Roma, del anuncio del Concilio, de Pacem in Terris, de audiencias, de ventanas abiertas y de algunas preocupaciones.
Por otro lado, Capovilla ha indicado que «un santo es aquel a quien no se le olvida ser niño». Y tanto Juan Pablo II como Juan XXIII lo cumplieron, ha afirmado.
«Pido perdón por la pobreza de mis palabras, de mis expresiones, pero no sé expresar plenamente todo lo que hay en mi corazón», ha señalado el cardenal. Asimismo, ha querido agradecer al «pueblo de Roma» que le acogió a él y a Juan XXIII cuando llegaron a la capital de Italia. Y por ello ha querido recordar las palabras del cardenal Tardini «los papas mueren, pero el Papa no muere».
Para finalizar la videoconferencia, el purpurado ha hecho memoria de un día cercano a la muerte de Roncalli. Capovilla se encontraba arrodillado junto a la cama del Pontífice y le dijo: «Santo Padre, aquí estamos unas pocas personas en la habitación, ¡pero si viera la Plaza!» Y ha rexplicado que, «aún siendo como era reservado con los cumplidos, me dijo: ‘¡Es natural que sea así, muere el Papa, yo les amo, ellos me aman!’ Fue un gran grito de amor». El purpurado ha recordado también un episodio de aquellos últimos días: «yo pedí perdón al Papa poco antes de que muriera. Le dije: yo he estado a su lado, no he sido el hombre que usted merecía, Santo Padre. Pero yo me he dado a mí mismo, con sinceridad y fidelidad. Y él me dijo, poniendo sus manos en las mías, ‘Loris, deja pasar estas cosas, no digas estas cosas. Lo que importa es que hemos hecho nuestro servicio según la voluntad del Señor», «no recogimos las piedras que nos tiraron, hemos sufrido juntos, hemos amado y hemos perdonado».