Papa Francisco recibió en audiencia en la Sala Clementina del Palacio Apostólico a una delegación de la “University of Notre Dame”, de los Estados Unidos Foto: Vatican Media

El secreto de la educación: los tres lenguajes explicados por Papa Francisco

Discurso del Papa a una delegación de la Universidad de Notre Dame

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(ZENIT Noticias / Ciudad del Vaticano, 01.02.2024).- Papa Francisco recibió en audiencia en la Sala Clementina del Palacio Apostólico a una delegación de la “University of Notre Dame”, de los Estados Unidos. Se trata de una de las universidades con identidad católica mejor valoradas en Estados Unidos y en el mundo. Días antes, el 29 de enero, el campus romano de esa universidad concedió un doctorado honoris causa al secretario del Dicasterio para la Unidad de los Cristianos, Monseñor Brian Farrell, LC, a la directora de los Museos Vaticanos, Barbara Jatta, y al actor italiano y premio Oscar 1992, Roberto Benigni. Ofrecemos a continuación la traducción al castellano del discurso del Papa con negritas añadidas por ZENIT.

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Os doy una calurosa bienvenida a todos vosotros, a vuestro Presidente, el Padre John Jenkins, a los miembros del Patronato de la Universidad de Notre Dame y a las Autoridades Académicas.

 

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Desde su fundación, la Universidad de Notre Dame se ha dedicado a promover la misión de la Iglesia de proclamar el Evangelio mediante la formación de cada persona en todas sus dimensiones. En efecto, como decía el Beato Basilio Moreau, «la educación cristiana es el arte de conducir a los jóvenes a la plenitud». ¡Y no sólo con la cabeza! Los tres lenguajes: de la cabeza, del corazón y de las manos. Este es el secreto de la educación: que uno piense lo que siente y hace, que uno sienta lo que piensa y hace, que uno haga lo que siente y piensa. Ese es el núcleo, no lo olvidéis. Y, a este respecto, quisiera reflexionar un momento con vosotros sobre estos tres lenguajes: el de la cabeza, el del corazón y el de las manos. Juntos forman un horizonte dentro del cual las comunidades académicas católicas pueden esforzarse por formar personalidades sólidas y bien integradas, cuya visión de la vida esté animada por las enseñanzas de Cristo.

[1º La cabeza]

Primero: la cabeza. Por su propia naturaleza, las universidades católicas persiguen el desarrollo del conocimiento a través del estudio académico y la investigación. En el mundo globalizado, esto implica la necesidad de un enfoque colaborativo e interdisciplinar, que reúna diversos campos de estudio e investigación. Los esfuerzos educativos emprendidos por las instituciones católicas, de hecho, se basan en la firme convicción de la armonía intrínseca entre fe y razón, de la que se deriva la relevancia del mensaje cristiano para todas las esferas de la vida, personal y social. De ahí que tanto educadores como alumnos estén llamados a apreciar cada vez más, además del valor del aprendizaje en general, la riqueza de la tradición intelectual católica en particular. Hay una tradición intelectual, esto no significa cerrarse, no, ¡es abrirse! Hay una tradición intelectual que debemos preservar y hacer crecer siempre.

 

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[2o El corazón]

Pero la tarea de una universidad católica no es sólo desarrollar la mente, la cabeza: debe expandir el corazón. Si se piensa y no se siente, no somos humanos. Por eso, toda la comunidad universitaria está llamada a acompañar a las personas, especialmente a los jóvenes, con sabiduría y respeto, por los caminos de la vida y a ayudarles a cultivar la apertura a todo lo que es verdadero, bueno y bello. Para ello es necesario establecer relaciones auténticas entre educadores y alumnos, de modo que puedan caminar juntos y comprender las preguntas, las necesidades y los sueños más profundos de la vida. Les dejo con una pregunta, pero cada uno de ustedes la responderá después: ¿ayudan a los jóvenes a soñar? Dejo la pregunta. Significa también promover el diálogo y la cultura del encuentro, para que todos aprendan a reconocer, apreciar y amar a cada uno como hermano y, ante todo, como hijo amado de Dios. A este respecto, no podemos olvidar el papel esencial de la religión en la educación del corazón de las personas. Por eso me alegro de que la Universidad de Notre Dame se caracterice por un ambiente que permite a los estudiantes, al profesorado y al personal crecer espiritualmente y dar testimonio de la alegría del Evangelio, de su poder transformador para la sociedad y de su capacidad de dar a cada persona esa fuerza para afrontar con sabiduría los retos de nuestro tiempo.

[3º Las manos]

Por último: las manos. Cabeza, corazón y manos. La educación católica nos compromete, entre otras cosas, a construir un mundo mejor, enseñando la convivencia mutua, la solidaridad fraterna y la paz. No podemos quedarnos encerrados en los muros o fronteras de nuestras instituciones, sino que debemos esforzarnos por salir a las periferias, para encontrar y servir a Cristo en el prójimo. En este sentido, aliento los esfuerzos continuos de la Universidad para fomentar en sus estudiantes el compromiso solidario con las necesidades de las comunidades más desfavorecidas.

 

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Queridos hermanos y hermanas, os expreso mi gratitud por vuestro generoso servicio al ayudar a Notre Dame a permanecer siempre fiel a su carácter único y a su identidad como institución católica de enseñanza superior. Al mismo tiempo, espero que vuestras contribuciones sigan realzando su legado de sólida educación católica y le permitan ser en la sociedad, como deseaba su fundador, el Padre Edward Sorin, «un poderoso medio para el bien».

Os agradezco de nuevo esta visita. Encomiendo a la intercesión de Nuestra Señora a toda la comunidad de Notre Dame y a todos los que apoyan su misión. Invoco sobre vosotros y vuestras familias los dones divinos de la sabiduría, la alegría y la paz, y os bendigo de corazón. Por favor, no olvidéis rezar por mí. Gracias.

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Redacción Zenit

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