Por Nieves San Martín
MANAGUA, miércoles 3 octubre 2012 (ZENIT.org).- Como se sabe, Nicaragua se prepara a celebrar unas elecciones municipales el próximo día 4 de noviembre. La Conferencia Episcopal emitió un reciente Mensaje en el que se refiere a los próximos comicios pero no sólo: hace un profundo análisis de la situación que atraviesa Nicaragua y propone un “replanteamiento integral del país”. El obispo auxiliar de Managua y secretario general de la Conferencia Episcopal, monseñor Silvio José Báez OCD, comenta el mensaje y afirma que un reto como el que vive el país sólo se puede afrontar haciendo una “opción clara por la espiritualidad en la vida eclesial”.
En una de las pocas entrevistas que concede –en exclusiva para ZENIT–, monseñor José Silvio Báez, comenta el mensaje de los obispos (ver:http://www.zenit.org/article-43221?l=spanish) y responde a algunos interrogantes que suscita el estancamiento que sufre el país centroamericano, dominado por una dictadura encubierta bajo una democracia formal.
Usted ha afirmado en algunos medios que el reciente Mensaje de la Conferencia Episcopal de Nicaragua no se centra en las elecciones municipales del próximo 4 de noviembre, sino que va más allá. ¿En qué sentido?
–Mons. Silvio José Báez: Desde hace algunos años Nicaragua vive una situación gravísima a la que los Obispos aludimos en nuestro mensaje denunciando «un estilo de ejercer la autoridad en modo autocrático y abusivo, que se manifiesta a través de la concentración de poder y el deseo desmedido de conservarlo y perpetuarse en él, la manipulación de la ley y de las instituciones y la destrucción de los principios fundamentales que constituyen las bases del Estado de Derecho». Al mismo tiempo denunciamos a los llamados partidos de oposición porque «no han logrado interpretar el sentir de la población, no renuevan a sus líderes y no ofrecen estrategias políticas alternativas claras». Consideramos que este es el verdadero problema que vive la sociedad nicaragüense: «Tanto en el ejercicio del poder como en la lucha por conseguirlo, se constata, una gran incapacidad para concebir y practicar la política en función del bien común de la sociedad». Las elecciones municipales del próximo noviembre son sólo una coyuntura histórica que hace aflorar con más nitidez la raíz de la gravísima situación estructural que sufre la nación. Las elecciones municipales han sido sólo la ocasión propicia para que los Obispos afrontáramos el problema político del país en general afirmando que este «exige urgentemente replantear el funcionamiento integral del sistema político».
Sin embargo, gran parte del Mensaje se dedica a la importancia de las próximas elecciones municipales del 4 de noviembre. ¿Son tan decisivas? Son sólo municipales.
–Mons. Silvio José Báez: Ciertamente siendo elecciones municipales no tienen la importancia de unas elecciones nacionales, pero en Nicaragua se han convertido en un paso más hacia la consolidación de un poder dictatorial en el país. El partido gobernante no ha respetado en muchos aspectos la ley de autonomía municipal y espera ahora apropiarse de todas o casi todas las alcaldías del país. De este modo tendría en sus manos no sólo todos los poderes del estado, las instituciones gubernamentales y los llamados Consejos de Poder Ciudadano (CPC),organismos que controlan la organización social y fortalecen las estructuras partidarias del gobierno, sino la totalidad de las estructuras municipales del país. Y esto es posible porque poseemos un sistema electoral al servicio exclusivo del partido en el poder, que no se ha renovado debidamente al servicio de la democracia y que está conformado por unas personas que ya han administrado en modo escandalosamente fraudulento las elecciones municipales del 2008 y las nacionales del 2011. Por eso le hemos dedicado atención a estas elecciones, pero lo hemos hecho claramente enmarcándolas en el meollo del problema político nacional que es mucho más amplio.
¿Cuál es el llamamiento que hacen los Obispos a los católicos y a los nicaragüenses en general?
–Mons. Silvio José Báez: Los Obispos de Nicaragua hemos mantenido una posición coherente frente a la situación del país en estos últimos años. En primer lugar hemos sido muy cuidadosos de hablar como pastores, guiados por la palabra de su Santidad Benedicto XVI, sin pretender que la Iglesia sustituya o domine sobre el Estado y sin querer imponer a los que no comparten la fe nuestras propias perspectivas y modos de comportamiento. Nos hemos propuesto iluminar desde la fe la razón y la voluntad de los católicos y de todas las personas de buena voluntad. Hemos deseado simplemente contribuir a la purificación de la razón personal y social, exhortando a superar motivaciones y actuaciones nacidas del egoísmo, de la ambición de poder y de la manipulación de la religión y de los pobres aportando nuestra reflexión evangélica para que lo que es justo, aquí y ahora, pueda ser reconocido y después puesto también en práctica (cf. Deus Caristas est, 28).
Nos hemos propuesto como afirma el Santo Padre Benedicto XVI, «esforzarnos por abrir la inteligencia y la voluntad a las exigencias del bien» (Deus Caritas est, 28) en nuestra sociedad, invitando a todos a entrar en un auténtico proceso de conversión personal y social que nos lleve a desear y poner en práctica la verdad, el bien y la justicia en favor del bien común. Concretamente en este último mensaje exhortamos a quienes detentan el poder a respetar la Constitución, las leyes y las instituciones democráticas; a los partidos de oposición y a todos los sectores de la nación los invitamos a «reconstruir el tejido social del país, que se encuentra fragmentado y polarizado, éticamente débil de valores y carente de objetivos comunes» a través de diálogos abiertos en donde nos pongamos de acuerdo primero en un mínimo de valores éticos que luego sirvan de fundamento a la elaboración de un nuevo proyecto de nación fundado en el Estado de Derecho y la solidez institucional. No hay que comenzar dialogando sobre la economía y la política, sino sobre la ética y los grandes valores humanos. Finalmente exhortamos a todos los nicaragüenses a que, independientemente de la decisión que tomen en las próximas elecciones municipales, asuman su derecho y su deber a «ser sujetos activos en la construcción de la sociedad», no sólo con una vida personal y familiar recta, sino «por medio de acciones concretas de compromiso activo en la vida pública, luchando por la democracia, la paz, la justicia, la defensa de los derechos humanos y denunciando todo lo que se opone a ello».
¿Por dónde empezar, en su opinión, para salir del estancamiento en que vive Nicaragua?
–Mons. Silvio José Báez: Nicaragua, en donde las instituciones estatales son cada vez más corruptas y menos confiables, podrá salir del estancamiento cuando la población tome más conciencia del grave problema que vivimos, cuando los gobernantes sean auténticamente democráticos, cuando los pobres no se dejen encantar por dádivas ilusorias que reciben del poder como migajas que caen de la mesa del rico Epulón y cuando todos, independientemente de la preferencia ideológica, nos esforcemos por trabajar unidos por una sociedad mejor. Es fundamental para salir del estancamiento que vive Nicaragua hacer una clara opción por la educación integral de las nuevas generaciones, transmitiendo no sólo conocimientos, sino enseñando qué hacer con estos conocimientos a favor de una sociedad más justa, más democrática y más solidaria sobre todo con los más desfavorecidos Es necesario educar en los grandes valores sociales y políticos y en esto la Iglesia tiene un enorme reto, que en parte ya hemos empezado a asumir.
En el Mensaje decimos al final que «creemos firmemente en la bondad y la capacidad del pueblo de Nicaragua para construir un presente más digno y un futuro más luminoso para todos». Como pastores hemos invitado a todo el pueblo a «liberarnos de la resignación, del indiferentismo y del conformismo, no dejándonos llevar nunca por el odio y la violencia» y finalmente hacemos un vehemente llamado desde nuestra fe en Cristo a la esperanza.
Parece que vivimos en América Latina y en otros países del mundo una época de democracias formales y dictaduras encubiertas. ¿Compartiría esta afirmación?
–Mons. Silvio José Báez: Lamentablemente este es un fenómeno social real en algunos países de América Latina y Nicaragua no es la excepción. En mi país se luchó por liberarse de una dictadura sangrienta y brutal que dominó el país por más de 50 años, pero lamentablemente ni la revolución sandinista que triunfó en 1979, la cual despertó grandes expectativas de justicia social y de democracia, ni los sucesivos períodos presidenciales regidos por partidos democráticos de derecha en los últimos años, han logrado dejar de ejercer el poder «como patrimonio personal y no como delegación de la voluntad popular». No han sabido superar la gravísima situación económica de pobreza y de desempleo que sufre el pueblo, no han podido crear un verdadero proyecto de nación, con un plan estratégico de desarrollo social y económico sostenible del puedan gozar todos los ciudadanos y en donde sobre todo la educación de las nuevas generaciones tenga un lugar prioritario.
Actualmente está en el poder un régimen que se presenta como una nueva edición de la revolución de 1979, pero realmente, como decimos los Obispos en nuestro Mensaje, «ejerce la autoridad en modo autocrático y abusivo», lo cual se manifiesta «a través de la concentración de poder y el deseo desmedido de conservarlo y perpetuarse en él» a toda costa. El gobierno actual de Nicaragua llegó al poder en 2007 por elecciones democráticas, pero se ha reelegido en 2011 en modo inconstitucional y a través de un proceso electoral fraudulento, hecho que los Obispos denunciamos y condenamos claramente, y ya ha comenzado a anunciar su deseo de continuar en el poder en el 2016.
Lo que dice el Episcopado de América Latina en el documento de Aparecida, en el número 74, describe perfectamente lo que está ocurriendo actualmente en Nicaragua y en otros países de América Latina: «Vemos con preocupación el acelerado avance de diversas formas de regresión autoritaria por vía democrática que, en ciertas ocasiones, derivan en regímenes de corte neopopulista (…). Una democracia sin valores, como los mencionados, se vuelve fácilmente en unadictadura y termina traicionando al pueblo». Lamentablemente la democracia tiene sus debilidades. Nicaragua es un claro ejemplo de cómo ha llegado al poder por vía democrática un gobierno que ahora con políticas neopopulistas se va consolidando poco a poco como una nueva dictadura.
¿Cuál cree usted que es el aporte más importante de la fe cristiana para acompañar auténticos procesos democráticos y liberadores?
–Mons. Silvio José Báez: Me parece que el más grande aporte de la fe y de la Iglesia está en la vivencia y la promoción de la vida espiritual, entendida no como una parte de la vida, sino como toda la vida cristiana iluminada por la acción del Espíritu que imprime en nosotros el dinamismo hacia la conversión y el seguimiento de Jesús. Al dirigir una mirada hacia la realidad de América Latina y El Caribe, el Documento de Aparecida constata que existe, «como reacción al materialismo, una búsqueda de espiritualidad, de oración y de mística que expresa el hambre y sed de Dios» (n. 99). No puede existir un trabajo evangelizador que no tenga como punto de partida una experiencia de Dios, una aceptación vital del mensaje de Jesucristo y una apertura a la acción del Espíritu, es decir una espiritualidad. Hay que hacer una clara opción por la espiritualidad en la vida eclesial.
Yo estoy convencido como cristiano, como carmelita teresiano y como obispo que las opresiones sociales, económicas y políticas y las formas ilegales y corruptas de ejercer el poder, no pueden ser eliminadas por la pura actividad sociopolítica, económica, educativa o psicológica. Sólo la liberación interior, que supone la experiencia de Dios a través de la luz de su Palabra y la acción de su Espíritu que nos conducen al seguimiento de Jesús, puede asegurar que los procesos de liberación histórica sean auténticos y que la política no sea una forma de enriquecimiento para pocos sino un servicio al bien común de todo un pueblo. Sin hombres libres, purificados y convertidos de los ídolos, interiormente íntegros, honestos, capaces de fraternidad y respetuosos de la legalidad y de la justicia, los procesos de liberación social son precarios y la política se vuelve cada vez más mecanismo de opresión. Como afirmó Juan Pablo II: “Una democracia sin valores se convierte con facilidad en un totalitarismo visible o encubierto, como demuestra la historia” (Centesimus annus, 46).