NUEVA YORK, viernes 17 febrero 2012 (ZENIT.org).- Del 13 al 17 de febrero, tuvo lugar en Nueva York la IV sesión del Comité preparatorio de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Tratado del Comercio de Armas.En la sesión, intervino el observador permanente de la Santa Sede ante la ONU, el arzobispo Francis A.Chullikatt.
El observador permanente de la Santa Sede ante la ONU expresó la disposición de su delegación a colaborar por lograr un resultado positivo de los esfuerzos de la última sesión del Comité preparatorio de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Tratado del Comercio de Armas.
Señaló que, con otros estados y con la comunidad internacional, la Santa Sede “comparte la visión de que el objetivo principal del Tratado no debe ser simplemente la regulación del comercio de armas convencionales sino que debe ser, ante todo, el desarme del mercado ilícito internacional”.
“Un comercio de armas no regulado y no transparente –subrayó–, debido a la ausencia en el plano internacional de sistemas eficaces de vigilancia, genera una serie de consecuencias humanitarias: el desarrollo humano integral se retrasa, el riesgo de inestabilidad y de conflicto se intensifica, el proceso de paz se pone en riesgo y la propagación de una cultura de violencia y criminalidad se ve facilitada”.
Por ello, afirmó que es necesaria “una acción responsable, compartida por todos los miembros de la comunidad internacional”, para resolver tales realidades problemáticas.
Tal acción responsable, dijo, es algo cada vez más urgente “a fin de promover el establecimiento y mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales con la menor desviación posible de los recursos humanos y económicos del mundo.
Señaló también la necesidad de “un instrumento jurídico fuerte, eficaz y creíble que sea capaz de regular y mejorar la transparencia en el comercio de armas convencionales y municiones, incluyendo el comercio y la concesión de licencias de tecnologías para su producción”.
Para garantizar esto, indicó que es necesario tener en cuenta cinco aspectos.
En primer lugar, el alcance del Tratado debe ser amplio incluyendo también “las armas pequeñas y el armamento ligero, junto con sus respectivas municiones, que entran en el mercado ilícito a menudo con mucha facilidad y dan origen a una serie de problemas humanitarios”.
En segundo lugar, los criterios para la aplicación del Tratado, “deben mantener la referencia a los derechos humanos, el derecho humanitario y el desarrollo”.
En tercer lugar, “la capacidad para el éxito del Tratado dependerá también de su capacidad para promover y reforzar la cooperación internacional y la asistencia entre los Estados”.
En cuarto lugar, “las disposiciones relativas a la asistencia a las víctimas deben ser mantenidas, y si es posible, fortalecidas, prestando atención también a la prevención de la proliferación ilegal de armas, mediante la reducción de la demanda de armas que a menudo alimentan el mercado ilícito”. En este sentido, consideró oportuno “introducir referencias en el Tratado acerca de procesos educativos y programas de sensibilización del público –involucrando a todos los sectores de la sociedad, incluidas las organizaciones religiosas–, que tienen por objeto promover una cultura de paz”.
Por último afirmó que “los mecanismos para la revisión del Tratado y la actualización debe ser fuerte y creíble, capaz de incorporar con rapidez los nuevos avances”.
El observador vaticano señaló que “la Santa Sede está convencida de que el Tratado sobre el Comercio de Armas puede aportar una contribución importante a la promoción de una verdadera cultura de paz mediante la cooperación responsables entre los Estados, en colaboración con la industria de armamentos y en solidaridad con la sociedad civil”.
“Visto desde esta perspectiva –concluyó–, los esfuerzos actuales para adoptar un Tratado fuerte y efectivo podría representar una señal significativa de la voluntad política de las naciones y de los gobiernos para asegurar la paz, la justicia, la estabilidad y la prosperidad en el mundo”.