El cardenal Mauro Piacenza, prefecto de la Congregación para el Clero, se encuentra en Eslovaquia del 5 al 8 de junio para encontrarse con la Conferencia Episcopal, sacerdotes, seminaristas y responsables de formación del seminario. Con los diferentes grupos tendrá conferencias seguidas por momentos de debate y celebrará la santa misa. La ocasión es la Jornada Mundial de santificación del clero junto con las celebraciones jubilares de santos Cirilo y Metodio, todo dentro del marco del Año de la fe.
En el encuentro con el clero celebrado hoy, el cardenal Piacenza ha comenzado recordado que «ser sacerdote significa estar totalmente inmersos en el misterio amoroso del Sagrado Corazón de Jesús y, por eso, se convierte a su vez en signo elocuente, para la humanidad, de ese mismo amor, de esa misma, total oblación de sí, que -¡sola! – puede convencer a los hombres, con tanta sede de significado, de amor y de misericordia».
En la primera parte de su intervención, el cardenal ha explicado lo que significa estar inmersos en el Corazón de Jesús. «Partiendo del dato bíblico, según el cual el corazón representa el núcleo central de la persona y la sede de su identidad profunda, nos empuja a reconocer, con el evangelista Juan que ‘Dios es amor'», ha señalado.
Sobre el significado de ser sacerdote ha matizado que significa «estar inmersos, cotidianamente y constantemente en el misterio del Corazón de Jesús» y ha recordado que antes de cualquier preocupación pastoral, es necesario «hacer memoria constante de como nuestra misma existencia sacerdotal deba ser acogida, comprendida y recogida como un inmersión permanente en el Sacratísimo Corazón de Jesús».
Explica el purpurado que las fatigas del sacerdote, sus fragilidades humanas, psicológicas y – si las hay – morales, las nubes que a veces se presentan en la vida, todo ello es «abrazado e inmerso en el misterio del Amor de Cristo, en el misterio de una amor totalmente donado, por tanto herido y, por eso, totalmente capaz de abrazar cualquier realidad».
Del mismo modo que del costado de Adán, sale Eva, su esposa, así «del costado de Cristo, de su Corazón traspasado, brota la Iglesia, esposa del Hijo y esposa de cada uno de nosotros sacerdotes».
La segunda parte de la conferencia se ha centrado en los signos del amor de Dios explicando que «la inmersión en el misterio del Amor, que brilla en el Sacratísimo Corazón, define, de forma precisa y objetiva, nuestra identidad sacerdotal». Esta inmersión – ha explicado el cardenal Piacenza – lleva consigo algunas características que están íntimamente unidas al misterio mismo del Corazón de Jesús. Entre todas esas características, él ha subrayado tres: la dimensión de la comunión, la dimensión oblativa y la dimensión mariana.
Centrándose de una forma especial en la dimensión de la comunión, el prefecto de Congregación para el Clero ha explicado que «la comunión cristiana y sacerdotal nace de un acontecimiento de gracia, nace de la Sangre que brota del Corazón traspasado de Cristo, de la conciencia de estar inmersos en la Sangre y por tanto, lavados de toda culpa».
La dimensión de la comunión se convierte también y necesariamente en eclesial. «La comunión con la Iglesia y en la Iglesia, tiene sus raíces en la relación esponsal entre Cristo resucitado y el Amado, en la relación esponsal entre cada uno de nosotros y la Iglesia, la esposa del Sumo Sacerdote y esposa de cada sacerdote».
Esta comunión se convierte también en «concreta obediencia a al Iglesia» y como tal, «entendida en su profunda unidad histórica, de fe, doctrinal y jurídica y que, en las circunstancias de lugar y de tiempo se traduce en la fiel obediencia al obispo, el cual, a su vez debe ser ejemplo de fiel obediencia al papa», ha recordado.
Sobre la concepción de la comunión y de la obediencia es necesario entenderlo también en la relación que cada uno vive con la cultura dominante y en particular con la modernidad. El purpurado ha explicado que ser modernos no significa en ningún caso «herir la comunión o vivir de forma arbitraria la obediencia, sino, al contrario, lo que realmente nos hace alternativa al mundo – y por esto, profetas – es la real y profunda unidad con Cristo, de la relación de la que deriva toda fecundidad pastoral». Y por eso «más que responder a los desafíos de la modernidad, debemos ser capaces, con la fuerza del Evangelio de desafiar nosotros la modernidad», ha añadido. De ahí, que el ser realmente alternativa a la cultura dominante «nos hace extraordinariamente cercano a nuestro pueblo, nos hará capaces de dialogar con creyentes y no creyentes».
Sobre la dimensión oblativa el purpurado ha señalado que «hasta que haya un sólo hombre que no haya conocido Cristo, el anhelo del sacerdote es anunciárselo, llevar a ese hombre al Corazón de Dios». El ser sacerdote – ha explicado – «ser renueva precisamente en la oblación. Como ha recordado en la misa crismal de este año el papa Francisco, la unción que recibimos no es para nosotros, sino para ungir a los hermanos».
Para finalizar, brevemente ha señalado la importancia de la dimensión mariana, ya que «la Beata Virgen María es inmaculada en vista de los méritos de Cristo sobre la Cruz y , por tanto, su purísimo Corazón está en íntima y descendente relación con el Sacratísimo Corazón».